España y sus regiones del vino

Foto: Vinos de Galicia – Rias Baixas

España es uno de los países con mayor tradición vitivinícola del mundo y el tercer país más grande de Europa.
Se extiende desde los Pirineos que forman la frontera con Francia al norte, hasta el estrecho de Gibraltar al sur, que se encuentra a solo 15 kilómetros de África.

La vid ya existía en la península Ibérica entre los años 4.000 y 3.000 a.C. Fueron los fenicios, al fundar Gadir (actual Cádiz) en el año 1.100 a.C., quienes impulsaron el cultivo y comercio del vino. Más adelante, griegos, cartagineses y romanos ampliaron la superficie cultivada y perfeccionaron las técnicas.

En la Edad Media, los monasterios jugaron un rol clave en la conservación del saber vitivinícola. Ya en el siglo XII, regiones como Jerez y Cataluña comenzaron a destacarse como productoras.

A partir del siglo XIV, la viticultura española adquirió peso propio y calidad exportable.
En 1492, con la unificación del reino bajo los Reyes Católicos y el descubrimiento de América, se abrieron nuevas rutas comerciales. Cádiz y Málaga florecieron como puertos exportadores. El vino de Jerez, conocido como «sack», se volvió muy apreciado en Inglaterra.

La guerra entre España e Inglaterra en el siglo XVI cortó el comercio, que solo se reanudó con vigor a mediados del siglo XVII. Jerez y Málaga vivieron entonces un renacimiento que se vio interrumpido por conflictos posteriores.
A medidados del 1800 los comerciantes velven a levantar las ruinas y, los vinos de Jerez y Málaga recuperaron esplendor.
Aquí compartimos un recorrido por algunas de las regiones más emblemáticas.

El clima y su influencia en la vitivinicultura

España es un país de gran diversidad climática debido a su ubicación geográfica y su variada orografía. Esta diversidad influye directamente en las características de sus vinos, ya que el clima determina el ciclo de la vid, la maduración de la uva y el estilo final de los vinos. En términos generales, España presenta tres grandes tipos de clima que afectan las diferentes regiones vitivinícolas.

El clima mediterráneo es predominante en la costa este y sureste, caracterizado por inviernos suaves y veranos cálidos y secos. Esta condición favorece la producción de vinos con buena concentración de fruta y cuerpo. En el norte, especialmente en regiones como La Rioja, predominan los climas atlánticos o oceánicos, con temperaturas más moderadas, lluvias más frecuentes y una mayor humedad, lo que aporta frescura y acidez a los vinos. Por último, el interior de España presenta un clima continental, con inviernos fríos y veranos muy calurosos, condiciones que producen uvas con altos niveles de azúcar y vinos potentes y estructurados.

Esta variedad climática es una de las grandes fortalezas de España como país vitivinícola, ya que permite cultivar una amplia gama de variedades de uva y elaborar estilos de vino muy diversos, desde blancos frescos y aromáticos hasta tintos robustos y complejos, adaptados a cada terroir específico.


Clasificación de los vinos españoles

Vino de Pago (VP): Vinos provenientes de una finca o viñedo específico con características únicas, reconocidos oficialmente por sus cualidades excepcionales. son una calidad superior de vinos españoles. Tienen su propia denominación de origen. Esto significa que son únicos y exclusivos.

Vino de Mesa: Es la categoría más básica. Son vinos sin indicación geográfica específica, generalmente sin controles estrictos de calidad ni límites de variedades. Suelen ser vinos jóvenes y sencillos, destinados al consumo cotidiano.

Vino de Calidad con Indicación Geográfica (VCIG): Vinos procedentes de zonas con condiciones vitivinícolas favorables, que aún no alcanzan la denominación DO. Es una categoría intermedia que garantiza una calidad básica y una procedencia concreta.

Denominación de Origen (DO): Vinos producidos en regiones delimitadas que cumplen estrictas normativas sobre variedades autorizadas, rendimientos, métodos de cultivo y elaboración. Estos vinos reflejan las características propias del terroir y la tradición local.

Denominación de Origen Calificada (DOCa): Es la máxima distinción otorgada a regiones con una larga trayectoria de calidad constante y reconocimiento internacional. Solo dos regiones poseen esta categoría: La Rioja y Priorat. Los controles son aún más rigurosos que en la DO.

Galicia


La historia vitivinícola de Galicia, en el noroeste de España, está profundamente entrelazada con su identidad cultural y geográfica. Esta región, de clima atlántico y suelos graníticos, ha desarrollado desde la época romana una viticultura adaptada a sus condiciones húmedas, escarpadas y verdes.
En la Edad Media, fueron los monasterios los principales impulsores del cultivo de la vid, estableciendo viñedos en terrazas o “socalcos” que todavía hoy dibujan el paisaje. Galicia ha sabido mantener vivas sus variedades autóctonas, gracias al trabajo de pequeños productores y cooperativas que desde el siglo XX impulsaron una renovación cualitativa.
Con la llegada de la modernización en los años 80 y el reconocimiento de sus primeras Denominaciones de Origen, Galicia se consolidó como una tierra de vinos frescos, minerales, con fuerte personalidad y enorme proyección internacional, especialmente en blancos como el Albariño. Hoy, combina con orgullo tradición, biodiversidad y técnicas contemporáneas, posicionándose como uno de los grandes tesoros vitivinícolas de España.

Clima

El clima de Galicia es predominantemente atlántico, caracterizado por temperaturas suaves, abundantes precipitaciones y una elevada humedad relativa durante gran parte del año. Estas condiciones generan desafíos importantes para el cultivo de la vid, como el control de enfermedades fúngicas, también favorecen la obtención de vinos frescos, con buena acidez natural y una expresión aromática intensa.
En las zonas costeras, como las Rías Baixas, la influencia directa del océano Atlántico se traduce en vinos blancos vibrantes y salinos, mientras que en áreas más interiores como Ribeira Sacra o Valdeorras, con altitudes mayores y cierta continentalidad, se logran tintos elegantes y blancos de estructura firme. La diversidad climática dentro de Galicia, unida a sus suelos variados y su patrimonio de cepas autóctonas, permite una gran riqueza de estilos que reflejan fielmente el carácter único de cada subzona.

Variedades de uvas

Galicia posee un valioso patrimonio de variedades autóctonas que definen su identidad vitivinícola.
Entre las blancas, la más emblemática es la Albariño, cultivada principalmente en Rías Baixas, conocida por su frescura, acidez vibrante y perfil aromático floral y frutal. Le siguen la Godello, que da vinos más estructurados y minerales, destacando en Valdeorras y Ribeira Sacra; la Treixadura, utilizada en O Ribeiro y en algunas mezclas con otras blancas; y la Loureira, de gran carácter aromático.
También se encuentran la Caíño Blanco y la Torrontés Gallega (no es la misma que la argentina), más minoritarias aunque con gran potencial.
En cuanto a las variedades tintas, sobresale la Mencía, especialmente en Ribeira Sacra y Valdeorras, que da vinos delicados, florales y con buena acidez.
Otras tintas destacadas son la Brancellao, la Sousón, la Caíño Tinto y la Espadeiro, todas con perfiles frescos, elegantes y de marcada tipicidad atlántica. Esta diversidad de uvas permite a Galicia elaborar vinos con fuerte personalidad, muy ligados a su territorio y con creciente reconocimiento internacional.

Denominaciones de Origen

Galicia cuenta con cinco Denominaciones de Origen que reflejan la riqueza y diversidad de su paisaje vitivinícola. La más reconocida a nivel internacional es Rías Baixas, cuna del Albariño, donde predominan los vinos blancos frescos, aromáticos y con marcada acidez atlántica.
Ribeiro, una de las DO más antiguas de España, se sitúa en la confluencia de los ríos Miño, Avia y Arnoia, se especializa en blancos elaborados principalmente con Treixadura, aunque también se producen tintos interesantes.
DO Valdeorras, en el oriente gallego, sobresale por sus blancos de Godello, complejos y con gran potencial de guarda, y sus tintos de Mencía.
DO Ribeira Sacra, con sus escarpadas terrazas junto a los ríos Miño y Sil, es famosa por la Mencía, dando vinos elegantes, frescos y minerales, así como por su viticultura heroica. Finalmente, Monterrei, la menos conocida, ubicada en el sureste de Galicia, ha ganado prestigio en los últimos años gracias a sus blancos de Godello y sus tintos expresivos de Mencía y otras variedades autóctonas. Cada una de estas DO refleja un equilibrio entre tradición, diversidad varietal y condiciones climáticas únicas que hacen de Galicia una región vitivinícola singular.

Vitivinicultura heroica


En el corazón de Galicia, entre los ríos Sil y Miño, se esconde un paisaje que parece haber sido esculpido por la paciencia y la fe. Allí, en Ribeira Sacra, la viticultura no es simplemente una actividad agrícola: es un acto de devoción, casi una plegaria colgada de los acantilados.

Este territorio, cuyo nombre significa «ribeira sagrada», está salpicado de antiguos monasterios medievales que dominan los cañones. Durante siglos, los monjes cultivaron estas tierras en terrazas imposibles, talladas a mano en pendientes que a veces superan el 70%. Hoy, sus herederos —los viticultores locales— continúan esa tarea titánica que el mundo reconoce como viticultura heroica.

En Ribeira Sacra, todo se hace a mano. No hay máquinas que puedan escalar las abruptas laderas de granito y pizarra. Las uvas se vendimian con cuidado extremo, muchas veces con arneses de seguridad, y los racimos se bajan en cestas sujetas a poleas o incluso en pequeñas barcazas por el río.

La dificultad del trabajo, sumada a las bajas producciones por hectárea, convierte a cada botella en un verdadero tesoro. No es raro escuchar que hacer vino allí es “más caro que producir champán”. Y sin embargo, lo siguen haciendo. Porque ese vino cuenta una historia que no puede contarse desde otro lugar.

En Ribeira Sacra, todo se hace a mano. No hay máquinas que puedan escalar las abruptas laderas de granito y pizarra. Las uvas se vendimian con cuidado extremo, muchas veces con arneses de seguridad, y los racimos se bajan en cestas sujetas a poleas o incluso en pequeñas barcazas por el río.

La dificultad del trabajo, sumada a las bajas producciones por hectárea, convierte a cada botella en un verdadero tesoro. No es raro escuchar que hacer vino allí es “más caro que producir champán”. Y sin embargo, lo siguen haciendo. Porque ese vino cuenta una historia que no puede contarse desde otro lugar.

Asturias

Se halla ubicada en la costa norte de España, entre el mar Cantábrico y la cordillera Cantábrica, es una tierra de paisajes verdes, lluvias frecuentes y una larga tradición agrícola. Aunque es más reconocida por su sidra natural, en los últimos años ha resurgido el interés por la viticultura, especialmente en zonas como Cangas del Narcea, al suroeste de la región.

Durante siglos, el cultivo de la vid formó parte del paisaje rural asturiano, especialmente en las áreas montañosas. Sin embargo, factores climáticos, económicos y sociales provocaron su decadencia. Hoy, gracias al esfuerzo de pequeños productores y el respaldo institucional, Asturias ha vuelto a poner en valor sus vinos heroicos, cultivados en terrazas de gran pendiente y en condiciones difíciles, similares a las de algunas zonas del Douro portugués o la Ribeira Sacra gallega.

Clima y terroir

Asturias cuenta con un clima oceánico o atlántico, que se caracteriza por su alta humedad y precipitaciones abundantes durante gran parte del año, especialmente en otoño e invierno, superando en algunas zonas los 1.200 mm anuales. Las temperaturas son suaves, sin extremos marcados: los veranos son frescos y los inviernos moderadamente fríos, lo que crea un ambiente fresco y húmedo ideal para ciertos cultivos pero desafiante para la vid.
La alta humedad y los días nublados obligan a un manejo muy cuidadoso en el viñedo para evitar enfermedades fúngicas.
La región presenta microclimas de montaña, como en Cangas del Narcea, donde el relieve genera condiciones más secas, soleadas y con mayor amplitud térmica entre el día y la noche, favoreciendo la viticultura heroica. Estas condiciones climáticas moldean vinos de baja graduación alcohólica, con buena acidez natural y una frescura destacada.

Variedades de uvas

Asturias conserva un valioso patrimonio de variedades autóctonas que definen su identidad vitivinícola, especialmente en la zona de Cangas. Entre las uvas blancas destaca la Albarín Blanco, que no debe confundirse con la Albariño gallega, y que produce vinos frescos, aromáticos y con buena acidez. En tintas, la principal variedad es la Verdejo Negro o Carrasquín, que ofrece vinos con estructura moderada, taninos suaves y notas de fruta roja. Además, se cultivan otras cepas como la Mencía, que aporta elegancia y frescura, y variedades minoritarias como el Albarín Tinto y el Moscatel de Grano Menudo, que complementan la diversidad local. Estas variedades, junto con las condiciones particulares del clima y el terroir asturiano, permiten elaborar vinos con carácter singular y creciente reconocimiento.

Denominaciones de Origen

La Denominación de Origen Protegida (DOP) Cangas es el reflejo del esfuerzo por recuperar y poner en valor la viticultura tradicional de Asturias, especialmente en la comarca suroccidental de Cangas del Narcea. Esta pequeña pero emblemática DOP se caracteriza por su viticultura heroica, con viñedos situados en pendientes pronunciadas y en suelos graníticos, que requieren un trabajo manual intenso y cuidado. La DOP ampara vinos blancos, tintos y rosados elaborados con variedades autóctonas como el Albarín Blanco, la Verdejo Negro y la Mencía, que expresan la singularidad del terroir asturiano y su clima atlántico. Los vinos de Cangas destacan por su frescura, buena acidez y equilibrio, y están ganando reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional gracias a la autenticidad y calidad que reflejan. Este proyecto es un ejemplo claro de cómo las regiones menos tradicionales pueden revitalizar su producción vitivinícola con un enfoque sostenible y respetuoso con el medio ambiente.

Castilla y León

Castilla y León es una de las regiones vitivinícolas más reconocidas de España, no solo por la extensión de sus viñedos, sino por la calidad excepcional de muchas de sus Denominaciones de Origen. Con una altitud predominante y un clima continental marcado por fuertes contrastes térmicos, sus vinos presentan una estructura y carácter únicos.
Aquí nacen algunos de los tintos más prestigiosos del país, como los de la Ribera del Duero, también blancos sorprendentes como los de Rueda. La diversidad de suelos y microclimas ha permitido el cultivo exitoso de variedades tanto autóctonas como adaptadas, consolidando la región como uno de los motores del vino español en los mercados nacionales e internacionales.

Un clima continental que forja el carácter del vino

El clima de Castilla y León es predominantemente continental, con inviernos largos y fríos y veranos calurosos y secos, lo que genera un amplio rango térmico entre el día y la noche, especialmente durante el período de maduración de la uva. Este contraste favorece la acumulación de azúcares sin perder acidez y realza la intensidad aromática de las uvas. Las precipitaciones son moderadas a bajas, concentradas en primavera y otoño, lo que reduce el riesgo de enfermedades en la vid. Muchas zonas están situadas a altitudes que superan los 700 metros sobre el nivel del mar, lo que aporta frescura y una maduración más lenta, resultando en vinos de gran elegancia, estructura y potencial de guarda.

Variedades de Uva en Castilla y León

Castilla y León se caracteriza por una gran diversidad de uvas, tanto autóctonas como foráneas, que se adaptan perfectamente a su clima continental y suelos variados.
La reina indiscutida de la región es la Tempranillo, también conocida localmente como Tinta del País o Tinto Fino, que da origen a vinos tintos estructurados, con cuerpo y gran capacidad de envejecimiento. Otras variedades tintas destacadas son la Mencía, muy presente en el Bierzo, que ofrece vinos más frescos y florales; la Garnacha Tinta, que aporta calidez y frutas maduras; la Juan García y la Bruñal, que se cultivan en Arribes y forman parte del rico patrimonio vitícola de la región. En cuanto a las blancas, la más emblemática es la Verdejo, originaria de Rueda, famosa por sus vinos frescos, aromáticos y de buena acidez. También se cultivan otras como la Albillo Mayor, que resurge en Ribera del Duero y otras zonas, ofreciendo vinos elegantes y gastronómicos; la Godello, muy valorada en el Bierzo por su complejidad y textura; y la Palomino Fino, usada históricamente en la zona de Valtiendas. Esta diversidad de cepas permite a Castilla y León ofrecer un abanico de estilos que va desde blancos vibrantes hasta tintos profundos, con una fuerte identidad territorial.

Denominaciones de Origen

Castilla y León, alberga una de las mayores concentraciones de denominaciones de origen del país, lo que refleja la extraordinaria diversidad de su paisaje, clima y variedades.

La más reconocida internacionalmente es la Denominación de Origen Ribera del Duero, en el corazón de Castilla y León, la Ribera del Duero abarca principalmente las provincias de Burgos, Valladolid, Segovia y Soria. Esta región goza de un clima continental extremo, con inviernos muy fríos y veranos calurosos, lo que genera una marcada diferencia térmica entre el día y la noche, fundamental para la correcta maduración de las uvas. La variedad predominante es la Tempranillo, conocida localmente como Tinto Fino o Tinta del País, que produce vinos potentes, estructurados y con gran capacidad de envejecimiento. Estos vinos se caracterizan por su intensidad aromática, con notas de fruta negra, especias y toques ahumados, resultado tanto de la variedad como de su tradicional crianza en barricas de roble, que aporta complejidad y suavidad. Ribera del Duero alcanzó el estatus de Denominación de Origen en 1982 y desde entonces ha sido sinónimo de calidad y prestigio internacional. La región combina técnicas modernas de vinificación con el respeto por la tradición, ofreciendo vinos que equilibran fuerza y elegancia. Además, se destaca por su enoturismo, con rutas que recorren pueblos históricos, castillos y bodegas que abren sus puertas para mostrar el proceso de elaboración y brindar experiencias únicas alrededor del vino.
La Denominación de Origen Rueda, el vino blanco español. Situada en el centro de Castilla y León, se especializa en la variedad Verdejo, que da lugar a vinos frescos, vibrantes y aromáticos, con excelente acidez y carácter varietal. También se elaboran blancos con Sauvignon Blanc y Viura, así como algunas versiones fermentadas en barrica o criadas sobre lías, que aportan complejidad y aptitud gastronómica. Los suelos pedregosos y el clima continental seco favorecen la sanidad de la uva y una maduración lenta que preserva la frescura natural. Rueda ha sabido posicionarse tanto en el mercado nacional como en el internacional, consolidando su reputación como referente en vinos blancos de calidad.

En la parte occidental de la región se encuentra DO Toro, en la provincia de Zamora y parte de Valladolid. Produce tintos robustos, intensos y longevos. La variedad principal es la Tinta de Toro, una adaptación local de la Tempranillo, caracterizada por su piel gruesa, maduración temprana y capacidad para producir vinos de gran concentración y carácter. El clima es extremo, con muy escasas lluvias y veranos intensos, lo que favorece una viticultura austera pero muy expresiva. En las últimas décadas, Toro ha despertado el interés de grandes bodegas y enólogos, que han sabido interpretar el potencial del terroir para crear vinos potentes pero también elegantes y bien equilibrados.
Ubicada en el noroeste de Castilla y León, en el límite con Galicia, la D.O. Bierzo se distingue por su paisaje montañoso, su clima más atlántico y sus suelos de pizarra y arcilla. La uva reina es la Mencía, que da origen a vinos tintos perfumados, frescos, con buena acidez y un perfil mineral que los hace muy atractivos. También se cultiva la Godello, para blancos con cuerpo, elegancia y profundidad. Bierzo vive un verdadero renacimiento, con pequeños productores que recuperan viñedos antiguos y técnicas tradicionales para crear vinos honestos y expresivos, muy valorados por críticos y consumidores internacionales.
Por su parte, la DO Cigales, Tradicionalmente conocida por sus rosados, la D.O. Cigales- ubicada al norte de Valladolid- ha comenzado a destacar también por sus tintos modernos. Las variedades principales son la Tempranillo y la Garnacha, con las que se elaboran vinos frutales, de perfil jugoso y muy versátiles. Los rosados de Cigales, elaborados con el método tradicional de sangrado, conservan una importante herencia histórica, pero en los últimos años se han reinterpretado con un enfoque de mayor calidad y refinamiento.
Castilla y León cuenta además con otras D.O. que aportan diversidad al panorama vitivinícola. Arribes, en el límite con Portugal, trabaja con variedades autóctonas como Juan García y Bruñal, dando lugar a vinos singulares y de fuerte identidad. Tierra del Vino de Zamora, Arlanza y Tierras de León también enriquecen el mapa con propuestas únicas que van desde tintos potentes hasta blancos ligeros y rosados expresivos. Otras zonas con producción más limitada pero creciente prestigio son Valtiendas y Valles de Benavente. Además, la mención Vino de la Tierra de Castilla y León permite mayor flexibilidad varietal y estilística, acogiendo proyectos innovadores y etiquetas modernas que no se ajustan a los marcos clásicos pero mantienen la calidad y el respeto por el origen.
La D.O. Sierra de Salamanca se destaca por su apuesta por la uva Rufete, una variedad autóctona que da lugar a vinos delicados, frescos y con una identidad muy marcada por el suelo granítico de la zona.
Por su parte, la D.O. Cebreros está recuperando viñedos antiguos de Garnacha plantados en terrazas de montaña, en suelos de pizarra y granito, dando origen a vinos vibrantes, con carácter mineral y un gran potencial de guarda. Esta región está revitalizando el espíritu vitícola de Gredos, con un enfoque que conjuga tradición y una mirada contemporánea.


Rioja


Una de las regiones más reconocidas, famosa por sus tintos elaborados con la uva Tempranillo.
La historia vitivinícola de La Rioja se remonta a la época romana, cuando ya se cultivaban viñedos en esta región debido a su clima favorable y sus suelos aptos para la vid. A lo largo de los siglos, la tradición del vino fue consolidándose y convirtiéndose en una parte esencial de la cultura local.
Fue durante el siglo XIX cuando La Rioja experimentó un cambio trascendental con la llegada de enólogos franceses que huían de la plaga de filoxera que devastaba sus viñedos. Estos expertos trajeron consigo nuevas técnicas de elaboración y crianza, entre ellas el uso del roble para el envejecimiento del vino, que aportó un carácter único y distintivo a los vinos riojanos. Este legado marcó un antes y un después, permitiendo que la región se destacara por la calidad y elegancia de sus vinos.
En 1991, La Rioja fue reconocida oficialmente como la primera Denominación de Origen Calificada (DOCa) de España, un sello que certifica su prestigio y excelencia. Hoy, La Rioja continúa siendo un referente mundial del vino, combinando tradición e innovación, y preservando una historia rica y apasionante que se refleja en cada botella.

Variedades de uva en Rioja

En Rioja, la uva tinta que reina es, sin dudas, la Tempranillo, reconocida por aportar vinos elegantes, estructurados y con gran capacidad de envejecimiento. Esta variedad es la base de la mayoría de los vinos tintos riojanos y se combina habitualmente con otras variedades autóctonas que aportan complejidad y carácter. La Garnacha tinta añade volumen y notas frutales, mientras que la Graciano contribuye con acidez y capacidad de guarda, equilibrando la estructura del vino.
Otras variedades como el Mazuelo, también conocido como Cariñena, aportan intensidad color y taninos, que enriquecen la textura. En cuanto a las uvas blancas, la Viura (o Macabeo) es la más cultivada, reconocida por su frescura y aromas florales, complementada por otras variedades como la Malvasía y la Garnacha blanca. En años recientes, se han incorporado nuevas uvas blancas autóctonas, como la Tempranillo blanco y la Maturana blanca, que amplían la diversidad y calidad de los vinos blancos de la región.


Denominaciones de Origen

Dentro de la región se encuentra la Denominación de Origen Calificada Rioja (DOCa Rioja), la primera en recibir este estatus en España, en 1991. Esta denominación se divide en tres zonas con características particulares:
Rioja Alta, con un clima más atlántico, produce vinos elegantes, estructurados y con gran capacidad de guarda.
Rioja Alavesa, situada al norte del Ebro en el País Vasco, da vinos con buena acidez, cuerpo medio y gran equilibrio.
Rioja Oriental (antiguamente Rioja Baja), con mayor influencia mediterránea, produce vinos más cálidos, de fruta madura y mayor graduación.

Además, en los últimos años, la DOCa Rioja ha incorporado nuevas indicaciones que apuntan a una mayor especificidad del origen, como los Vinos de Municipio y los Vinos de Viñedo Singular, que destacan la identidad de origen y la procedencia de parcelas únicas con prácticas más exigentes.

Rioja es sinónimo de tradición, aunque también de evolución. A la par de los clásicos crianzas, reservas y grandes reservas, hoy emergen vinos con menor intervención en bodega, más expresivos del terruño y con una nueva mirada hacia el viñedo.


País Vasco

La historia de la vitivinicultura en el País Vasco es antigua y está profundamente ligada a su paisaje costero, a la tradición agrícola y al espíritu de autosuficiencia de sus comunidades. Existen registros que datan del siglo IX, cuando ya se cultivaba vid en algunas zonas del litoral vasco.
Durante la Edad Media, la producción de vino era una actividad relevante en conventos y monasterios, y muchos pueblos vascos contaban con normas propias para regular la vendimia, la comercialización y el consumo local. El Txakoli, tal como lo conocemos hoy, tiene sus raíces en estos vinos artesanales que se elaboraban en caseríos rurales para el autoconsumo, elaborados con uvas locales resistentes al clima húmedo y al viento marino. Durante los siglos XIX y XX, la vitivinicultura vasca sufrió una fuerte crisis: la competencia de otros vinos, la migración rural y la aparición de enfermedades como la filoxera llevaron al abandono de muchos viñedos, quedando el Txakoli relegado a una producción muy limitada, casi doméstica. Sin embargo, a partir de la década de 1980, comenzó una recuperación consciente y comprometida de esta tradición. Se replantaron viñas, se protegieron variedades autóctonas como la Hondarrabi Zuri, y se modernizó la elaboración, siempre con respeto por el carácter atlántico y local del vino. El reconocimiento oficial llegó con la creación de las denominaciones de origen a partir de 1989, marcando un renacimiento que posicionó al Txakoli no solo como símbolo cultural vasco, sino como un vino de calidad y personalidad, apreciado en todo el mundo.

Clima

El clima del País Vasco se caracteriza por su marcada influencia atlántica. Predominan las temperaturas suaves durante todo el año y una alta humedad ambiental, especialmente en la franja costera, donde la lluvia es frecuente. Estas condiciones climáticas hacen que el cultivo de la vid presente ciertos desafíos, por otra parte otorgan a los vinos de esta región una personalidad única: frescos, livianos y de moderado contenido alcohólico. En zonas más resguardadas del interior, como Álava, el clima se torna algo más continental, con mayor amplitud térmica y menos precipitaciones, lo que permite una viticultura algo más estable y diversificada.

Variedades de uva

En cuanto a las variedades de uva, el País Vasco es conocido principalmente por sus cepas autóctonas. En los blancos, la protagonista indiscutida es la Hondarrabi Zuri, una uva que da origen a vinos frescos, con buena acidez, notas cítricas, florales y ligeramente salinas. También se cultivan en menor medida otras blancas como la Petit Courbu o la Gros Manseng, aunque siempre en el marco de ensambles muy puntuales. En el caso de los tintos, la uva más representativa es la Hondarrabi Beltza, variedad tinta de perfil ligero y frutado, con baja graduación alcohólica y taninos suaves, ideal para vinos jóvenes y frescos, pensados para ser bebidos en el año.

El sistema de calidad del vino en el País Vasco se estructura en torno a tres denominaciones de origen reconocidas, que reflejan tanto la diversidad geográfica como cultural de la región. D.O. Getariako Txakolina, ubicada en la provincia de Gipuzkoa, es probablemente la más conocida. Sus vinos, principalmente blancos, son elaborados con Hondarrabi Zuri y se distinguen por su frescura, burbuja natural (ligeramente espumosos) y un perfil seco y salino que armoniza perfectamente con la cocina costera vasca.

En Bizkaia se encuentra la D.O. Bizkaiko Txakolina, una denominación que comparte la base varietal con Getaria pero que ofrece matices diferentes gracias a la geografía más montañosa y protegida. Los vinos aquí son quizás más estructurados y complejos, con blancos algo más amplios y algunos tintos interesantes de Hondarrabi Beltza que están ganando presencia.

Por último, en Álava se sitúa la D.O. Arabako Txakolina, la más pequeña y menos conocida de las tres, aunque con un potencial creciente. Su ubicación más interior y su clima algo más seco favorecen una expresión más definida y madura de las uvas, dando lugar a vinos de mayor volumen en boca, sin perder la frescura característica del txakoli.

Navarra

Navarra, situada al norte de España y lindando con La Rioja y el País Vasco, es una región vitivinícola que combina la influencia atlántica con la mediterránea, lo que le otorga una gran diversidad climática y una rica variedad de estilos de vino. Con una historia que se remonta a la época romana, Navarra ha sabido preservar sus tradiciones mientras incorpora técnicas modernas, logrando vinos frescos, aromáticos y con excelente equilibrio. Esta combinación de factores ha posicionado a Navarra como una zona de referencia para los amantes del vino que buscan calidad y variedad en una misma región.

Clima y terroir en Navarra

El clima de Navarra es muy variado debido a su ubicación y altitud. En las zonas más cercanas al Pirineo predominan condiciones atlánticas, con temperaturas frescas y mayor humedad, ideales para la producción de vinos blancos frescos y tintos ligeros. Hacia el sur, el clima se vuelve más mediterráneo, con veranos cálidos y secos que favorecen la maduración de variedades tintas más potentes. Los suelos en Navarra son igualmente diversos, desde terrenos arcillosos y calcáreos hasta arenas y limos, que aportan riqueza y personalidad a los vinos elaborados en cada zona.

Navarra cuenta con una notable diversidad de variedades de uva, lo que le permite elaborar vinos muy variados en estilo y carácter. La Garnacha, histórica protagonista de la región, especialmente en la elaboración de rosados frescos y frutados, ha ido cediendo protagonismo ante la Tempranillo, que aporta estructura y elegancia a los tintos. A estas se suman variedades internacionales como Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah, que encontraron en Navarra un clima ideal para expresarse con complejidad y equilibrio. En cuanto a las blancas, destacan la Chardonnay, utilizada tanto para vinos jóvenes como fermentados en barrica; la Viura, que brinda frescura y notas florales; la Sauvignon Blanc, muy aromática y de buena acidez; y la Moscatel de grano menudo, con la que se elaboran tanto vinos secos como dulces de gran expresividad. Esta riqueza varietal refleja el espíritu innovador de Navarra y su capacidad para combinar tradición con nuevas tendencias.

Denominaciones de Origen

La Denominación de Origen Navarra, reconocida oficialmente en 1933, es una de las más antiguas de España y abarca una región de gran diversidad geográfica ubicada entre la Sierra de Urbasa y el valle del Ebro. Esta denominación se divide en cinco subzonas con características muy marcadas. Valdizarbe, situada al norte, es la más fresca y elevada, con marcada influencia atlántica, lo que favorece vinos con buena acidez y delicadeza. Tierra Estella, ubicada al oeste, posee un clima más continental que da origen a tintos estructurados y blancos aromáticos. Ribera Alta, en el centro de la denominación, es la subzona más extensa y equilibrada, conocida por sus rosados tradicionales y por tintos modernos y elegantes. Más al sur se encuentra Ribera Baja, donde el clima cálido y seco favorece la producción de vinos tintos potentes y maduros.
Finalmente, Baja Montaña, al noreste, se caracteriza por sus suelos pobres y su altitud, lo que aporta frescura y mineralidad a los vinos. Esta riqueza de paisajes y microclimas permite que Navarra elabore una amplia gama de vinos tintos, blancos y rosados, combinando tradición, innovación y una constante búsqueda de calidad.

Aragón

Se halla ubicada en el noreste de España, ha sido tierra de vino desde tiempos antiguos. Ya en la época romana se cultivaba vid en esta zona, y durante la Edad Media los monasterios jugaron un rol clave en su desarrollo. Fue también una región estratégica en la expansión de la Garnacha, una variedad que aquí encontró su cuna antes de expandirse a otras regiones como el sur de Francia.

A pesar de que durante muchos años sus vinos fueron conocidos por su rusticidad, en las últimas décadas Aragón ha vivido una verdadera revolución cualitativa. Gracias al rescate de viñedos viejos, sobre todo de Garnacha, y a la apuesta por prácticas más cuidadosas en el viñedo y en la bodega, hoy produce vinos que compiten con los mejores del país.

Clima y geografía

Aragón presenta una gran variedad de paisajes, desde los Pirineos al norte hasta las llanuras del valle del Ebro. El clima predominante es continental, con veranos muy calurosos e inviernos fríos, y una marcada amplitud térmica entre el día y la noche. Esto favorece una maduración lenta y equilibrada de las uvas.

Las precipitaciones son escasas en la mayoría de las zonas, lo que ayuda a evitar enfermedades y concentrar los sabores en las uvas. Los suelos varían entre pedregosos, arcillosos y calcáreos, ideales para variedades que se adaptan a la escasez hídrica.

Variedades de uva

En cuanto a las variedades de uva, Aragón se destaca sobre todo por su Garnacha tinta, considerada la verdadera reina de la región. Los viñedos viejos, muchos de ellos cultivados en secano y a gran altitud, dan origen a vinos intensos, frutales, cálidos y con taninos suaves, que expresan el alma del terruño aragonés. Le siguen, aunque en menor proporción, otras tintas como el Tempranillo, que aporta estructura, acidez y una dimensión más clásica a los cortes. También se han incorporado con éxito variedades internacionales como la Syrah y el Cabernet Sauvignon, especialmente en estilos de vinos más modernos y de inspiración global.

Entre las blancas, la Macabeo, también conocida como Viura, es la más presente. Aporta frescura, notas florales y una boca ligera que resulta ideal para climas cálidos. En zonas más frescas, como Somontano, se cultiva Chardonnay con muy buenos resultados, generando vinos elegantes, equilibrados y con buen potencial de guarda. La Garnacha blanca, menos común, también tiene un lugar destacado en algunos proyectos que buscan rescatar esta variedad expresiva, con textura y buena capacidad aromática.

Denominaciones de Origen

D.O. Campo de Borja es una zona que ha ganado reconocimiento por su apodo: “el Imperio de la Garnacha”. Allí, los viñedos viejos plantados a distintas altitudes permiten elaborar vinos intensos, frutados, con gran personalidad y una expresión noble de esta variedad tan arraigada.

Calatayud, por su parte, ofrece vinos potentes, de gran cuerpo, que muchas veces provienen de laderas pedregosas a gran altitud. Las Garnachas de más de cuarenta años en esta zona dan lugar a vinos con una expresión salvaje, mineral y muy particular.

D.O. Cariñena es una de las regiones vitivinícolas más antiguas de España y curiosamente da nombre a una uva, la Cariñena – también conocida como Mazuelo-. Aunque hoy la Garnacha domina el paisaje, también se producen cortes con Tempranillo, Syrah y Cabernet Sauvignon. Sus vinos son equilibrados, con buena fruta, estructura y una identidad enraizada en la historia.

D.O. Somontano se sitúa al pie de los Pirineos, en una zona de clima más fresco y suelos diversos. Esta denominación se distingue por la presencia de variedades internacionales como Merlot, Cabernet Sauvignon, Gewürztraminer o Chardonnay, que conviven con Tempranillo y Garnacha. Los vinos que allí se elaboran son elegantes, versátiles y muy valorados tanto en blancos como en tintos.

Cataluña

Cataluña es una de las regiones vitivinícolas más dinámicas y variadas de España. Situada en el noreste del país, esta comunidad autónoma ofrece un mosaico de paisajes, climas y suelos que se traducen en una gran riqueza de estilos y tipos de vino. Desde las suaves costas mediterráneas hasta las zonas montañosas del interior, Catalunya combina historia, innovación y un fuerte compromiso con la calidad, convirtiéndose en un referente imprescindible dentro del mapa del vino español.

Clima y terroir en Catalunya

El clima en Catalunya es predominantemente mediterráneo, caracterizado por inviernos suaves y veranos calurosos y secos, lo que favorece la maduración óptima de las uvas y aporta frescura a los vinos. Sin embargo, la región también presenta variaciones importantes: en las zonas interiores y de mayor altitud, el clima se vuelve más continental, con una mayor amplitud térmica entre el día y la noche. Esta diferencia térmica es fundamental para conservar la acidez en las uvas y desarrollar aromas complejos. Los suelos de Catalunya son muy diversos, incluyendo tierras calcáreas, arcillosas, graníticas y pizarrosas, lo que permite el cultivo de una amplia gama de variedades y estilos, desde vinos frescos y aromáticos hasta tintos potentes y estructurados.

Variedades de uva

Cataluña se distingue por su gran diversidad de variedades de uva, que reflejan tanto su tradición como su espíritu innovador. Entre las tintas, destacan la Garnacha y la Cariñena, dos variedades autóctonas que aportan estructura, intensidad y riqueza frutal a los vinos.
La Tempranillo, conocida localmente como Ull de Llebre, aporta elegancia y equilibrio. A estas se suman variedades internacionales como la Cabernet Sauvignon y la Merlot, que muchas bodegas utilizan para crear assemblages modernos y complejos.
En cuanto a las uvas blancas, Cataluña es especialmente reconocida por las variedades autóctonas que dan vida al famoso vino espumoso Cava: la Macabeo, la Xarel·lo y la Parellada, que aportan frescura, aromas florales y una acidez vibrante.
Otras variedades blancas como la Chardonnay han ganado terreno para la elaboración de vinos blancos y espumosos de alta calidad, ampliando la paleta de estilos que ofrece esta región.

Denominaciones de Origen

Cataluña cuenta con varias Denominaciones de Origen que reflejan la diversidad y riqueza de su producción vitivinícola. Entre las más reconocidas se encuentran Priorat es una de las denominaciones de origen más prestigiosas de España y un verdadero emblema de la vitivinicultura catalana. Situada en una zona montañosa de la provincia de Tarragona, DOCa Priorat destaca por sus suelos únicos de licorella, una pizarra rica en minerales que otorga a los vinos una mineralidad y profundidad excepcionales.
Los vinos tintos de Priorat, elaborados principalmente con Garnacha y Cariñena, se caracterizan por su gran concentración, estructura robusta y complejidad aromática, combinando notas intensas de fruta negra madura, hierbas mediterráneas y minerales. La región, con pendientes pronunciadas y clima mediterráneo seco, ofrece condiciones ideales para la producción de vinos de alta gama que han conquistado mercados internacionales.

Por otro lado, D.O. Penedès es una región mucho más amplia y diversa, ubicada cerca de Barcelona. Es conocida por su versatilidad en la producción de vinos, desde tintos y blancos tranquilos hasta espumosos de gran calidad. Penedès posee un clima mediterráneo suave con influencias marítimas que favorecen la frescura y elegancia de sus vinos. Entre sus variedades destacan la Macabeo, Xarel·lo y Parellada, que conforman la base de su producto más emblemático: el Cava.

El Cava es el vino espumoso más reconocido de España y uno de los más apreciados en el mundo. Producido principalmente en la región de Penedès bajo la Denominación de Origen Cava, se elabora mediante el método tradicional, segunda fermentación en botella. similar al Champagne francés. El Cava puede ser blanco o rosado, y sus estilos varían desde extra brut hasta dulce, adaptándose a diferentes paladares y ocasiones. Su frescura, burbuja fina y aromas a manzana, cítricos y levaduras lo convierten en el acompañante perfecto para celebraciones y gastronomía variada.

La Denominación de Origen Alella se encuentra muy cerca de Barcelona, en una pequeña franja costera que se caracteriza por su clima mediterráneo moderado y suelos graníticos y arcillosos. Esta DO es especialmente reconocida por sus vinos blancos frescos y aromáticos, elaborados principalmente con la variedad autóctona Pansa Blanca (también conocida como Xarel·lo Vermell), que aporta complejidad y notas frutales. Además, Alella produce algunos tintos y rosados que reflejan la influencia del mar y el terruño mediterráneo, ofreciendo vinos elegantes y de carácter fresco.

La Conca de Barberà, ubicada en la parte interior de la provincia de Tarragona, cuenta con un clima más continental que el litoral, con inviernos fríos y veranos calurosos, lo que favorece una buena maduración y concentración de la uva. Esta DO destaca por sus vinos tintos elaborados con variedades como Garnacha, Ull de Llebre (Tempranillo) y Cariñena, que muestran un perfil equilibrado entre fruta madura y frescura. También es reconocida por sus vinos blancos, especialmente a base de Macabeo y Parellada, y sus espumosos que han ganado reconocimiento por su calidad y expresión del terroir local.

La Denominación de Origen Empordà se sitúa en la comarca del Alt Empordà, al norte de Cataluña, con una fuerte influencia del mar Mediterráneo y un clima cálido y seco. Los suelos, ricos en minerales y con características arcillosas y calcáreas, favorecen la producción de vinos tintos, blancos y rosados con mucha expresión frutal y buena estructura. Empordà destaca por sus vinos tintos elaborados con Garnacha y Cariñena, que muestran una notable frescura y elegancia, así como por sus vinos dulces naturales elaborados con Moscatel, que son un sello distintivo de la zona.

Cada una de estas denominaciones aporta su propia identidad y riqueza al panorama vitivinícola catalán, combinando tradición y modernidad para producir vinos auténticos y de alta calidad, protegidos por estrictas normativas que garantizan su origen y características.


Castilla-La Mancha

Castilla-La Mancha es la región vitivinícola más extensa de España y una de las más importantes a nivel mundial por volumen de producción. Situada en el centro-sur del país, esta tierra de llanuras y mesetas ha sido históricamente un granero de uvas que abastece tanto al mercado nacional como a la exportación. Su producción es muy diversa, abarcando desde vinos sencillos y accesibles hasta elaboraciones que buscan calidad y distinción. Gracias a su altitud elevada y su clima continental extremo, Castilla-La Mancha ofrece vinos con personalidad propia, donde la fruta concentrada y la estructura suelen ser protagonistas.

Clima y terroir en Castilla-La Mancha

El clima de Castilla-La Mancha es continental mediterráneo, caracterizado por inviernos fríos y veranos muy calurosos y secos, con una marcada amplitud térmica entre el día y la noche. Estas condiciones favorecen la maduración lenta y completa de las uvas, lo que se traduce en vinos con buena concentración de aromas y taninos firmes. Los suelos son variados, predominando terrenos arcillosos, calcáreos y arenosos que aportan diversidad y complejidad a los vinos. La altitud media de los viñedos, que suele superar los 600 metros sobre el nivel del mar, es un factor clave que modera las temperaturas extremas y ayuda a preservar la frescura y acidez en las uvas.

En Castilla-La Mancha se cultiva una amplia gama de variedades, tanto autóctonas como internacionales, lo que le otorga una gran versatilidad a la hora de elaborar distintos estilos de vino. La uva blanca más característica es la Airén, que durante décadas fue la más plantada de España. Aunque tradicionalmente se ha asociado a vinos neutros, hoy se está revalorizando con vinificaciones más cuidadas que destacan su frescura. También destacan otras blancas como la Macabeo (Viura), Verdejo, Chardonnay y Sauvignon Blanc. En tintas, la reina es la Tempranillo, conocida localmente como Cencibel, que ofrece vinos con buena fruta y estructura. La Garnacha Tintorera, apreciada por su intenso color, y la Monastrell también tienen presencia importante, junto a variedades internacionales como Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot y Petit Verdot, que se han adaptado muy bien al clima continental y enriquecen la oferta de vinos tintos de calidad.

Denominaciones de Origen

Castilla-La Mancha, considerada la mayor viña del mundo en extensión, cuenta con varias Denominaciones de Origen que reflejan su diversidad geográfica y enológica. La más extensa y conocida es DO La Mancha, que abarca una gran parte de la región y produce vinos blancos, rosados y tintos con un enfoque creciente en la calidad.
Otra destacada es DO Valdepeñas, con una larga tradición vitivinícola y reconocida por sus tintos de Tempranillo. También encontramos DO Manchuela, situada entre los ríos Júcar y Cabriel, que destaca por su trabajo con la variedad Bobal; DO Almansa, donde predominan los tintos potentes elaborados con Garnacha Tintorera y Monastrell.
DO Méntrida, con vinos elegantes y frescos, especialmente de Garnacha.
DO Mondéjar y DO Uclés, más pequeñas sin embargo cada vez más comprometidas con la calidad. Estas denominaciones promueven tanto la tradición como la innovación, y muchas de ellas han sabido combinar el uso de variedades autóctonas con el cultivo responsable de castas internacionales.

Madrid

A pocos kilómetros del bullicio urbano de la capital española, la Comunidad de Madrid guarda una de las joyas más discretas y sorprendentes del vino español. Aunque la ciudad es mundialmente reconocida por su vida cultural y gastronómica, pocos saben que su entorno alberga una tradición vitivinícola que se remonta a siglos atrás. Durante la Edad Media, la vid ya formaba parte de la economía rural madrileña, con numerosas parcelas dedicadas al cultivo que proveían a los mercados locales y reales. Sin embargo, a pesar de su historia, la producción madrileña pasó durante mucho tiempo desapercibida a nivel nacional, eclipsada por regiones con mayor fama o volumen de producción.

Fue recién en las últimas décadas cuando la Comunidad de Madrid experimentó un verdadero renacimiento vitivinícola. Un conjunto de pequeñas y medianas bodegas, muchas de ellas familiares, comenzaron a rescatar viñedos antiguos y a apostar por la calidad por encima de la cantidad. La riqueza de sus suelos, la altitud de sus viñedos y el clima extremo de la zona, que obliga a la vid a madurar lentamente y a expresar su carácter auténtico, se convirtieron en aliados fundamentales para crear vinos con identidad propia. Hoy, Madrid no solo es sinónimo de capital cosmopolita, sino también de vinos que sorprenden por su equilibrio, frescura y fuerza, reafirmando un legado que parecía olvidado y proyectándolo hacia el futuro.

Clima

El clima madrileño es continental, con veranos muy calurosos e inviernos fríos, además de una notable amplitud térmica entre el día y la noche. Estas condiciones, sumadas a la altitud de los viñedos, que en algunas zonas superan los 700 metros, favorecen una maduración lenta de la uva, permitiendo conservar una buena acidez natural y expresiones aromáticas marcadas. Las precipitaciones son moderadas, con mayor concentración en primavera y otoño, y los suelos, pobres y arenosos en muchas áreas, obligan a la vid a profundizar sus raíces, dando como resultado vinos con concentración y carácter.

Variedades de uva

Entre las variedades de uva, la más emblemática de la región es la Garnacha tinta, especialmente en viñedos viejos de secano, que ofrecen vinos jugosos, expresivos y con una fruta roja vibrante. También se cultiva con muy buenos resultados la Tempranillo, conocida localmente como Tinto Fino o Tinto de Madrid, que aporta estructura, taninos firmes y un perfil más clásico. En cuanto a los blancos, se destaca la Malvar, una variedad autóctona madrileña que sorprende por su frescura, notas florales y su capacidad de reflejar el terruño. A ella se suman la Albillo Real, de perfil más untuoso y elegante, y otras variedades como Airén o Moscatel, aunque en menor proporción.

Denominaciones de Origen

La región cuenta con una sola denominación de origen, Vinos de Madrid, reconocida oficialmente desde 1990. Esta DO se divide en tres subzonas bien diferenciadas: Arganda, Navalcarnero y San Martín de Valdeiglesias, cada una con características particulares en cuanto a clima, suelo y estilos de vino. En Arganda, al sureste, predominan los suelos calizos y arcillosos; en Navalcarnero, los tintos ligeros de Garnacha fueron históricamente populares, y en San Martín, al suroeste, la altitud y la influencia de la Sierra de Gredos ofrecen vinos más frescos y complejos, que hoy captan la atención de críticos y consumidores por igual.

Madrid, con su mezcla de tradición y modernidad, se está consolidando como una región dinámica, donde conviven pequeños productores que recuperan métodos ancestrales con bodegas que apuestan por la innovación. Todo ello bajo un paisaje de viñedos centenarios y una energía enológica que no para de crecer.

Valencia

La Comunidad Valenciana es una tierra bañada por el sol y el mar, donde la vid ha sido parte del paisaje desde tiempos antiguos. Conocida por su agricultura próspera, sus naranjos y su identidad mediterránea, también guarda una rica tradición vitivinícola que, en los últimos años, ha comenzado a brillar con luz propia. A lo largo de su historia, la región fue una gran proveedora de vino a granel, pero hoy muchas bodegas trabajan con un enfoque más cuidado y territorial, revalorizando sus cepas autóctonas y sus paisajes vitícolas.

Clima

El clima en Valencia es predominantemente mediterráneo, con inviernos suaves, veranos largos y calurosos, y una buena dosis de sol durante todo el año. Sin embargo, debido a su geografía diversa —que va desde las llanuras costeras hasta las sierras interiores— también se encuentran zonas de clima más continental, especialmente en el interior de las provincias. Esta amplitud térmica, junto con la escasez de lluvias, favorece la sanidad del viñedo y una maduración adecuada de las uvas, que conservan buena acidez y concentración.

Variedades de uvas

En cuanto a las variedades de uva, la más representativa de la región es la Bobal, una cepa autóctona que durante años fue utilizada principalmente para vinos a granel, pero que hoy es protagonista de tintos y rosados de gran carácter, con notas de fruta negra, buena acidez y un toque terroso muy distintivo. También se cultivan Monastrell, de gran intensidad y estructura, y Garnacha Tintorera, que aporta color y fuerza a los ensamblajes. Entre las blancas, se destacan la Merseguera, variedad local de perfil fresco y delicado; la Malvasía y la Moscatel de Alejandría, esta última muy ligada a la costa y a la elaboración de vinos dulces naturales, con aromas florales y frutales inconfundibles.

Denominaciones de Origen

La región cuenta con varias denominaciones de origen que reflejan la diversidad del territorio. Valencia, la más extensa y reconocida, abarca diferentes subzonas y estilos, desde vinos ligeros y frutales hasta tintos con crianza y blancos aromáticos. Utiel-Requena, en el interior, es el reino de la Bobal, donde los viñedos en altitud y suelos pobres permiten obtener vinos profundos y expresivos. Alicante, más al sur, combina la influencia del mar con la fuerza del sol mediterráneo, y es famosa por sus vinos tintos potentes y, especialmente, por el histórico vino dulce conocido como Fondillón, elaborado con Monastrell.

Valencia es, hoy más que nunca, una región que sorprende. Su identidad vitivinícola está en plena evolución, con productores que miran al pasado para recuperar tradiciones, mientras innovan en estilos y técnicas. Entre aromas de azahar y brisas marinas, los vinos valencianos conquistan con autenticidad, frescura y una historia que vale la pena contar en cada copa.

Murcia

En el sureste de España, donde el sol brilla con fuerza la mayor parte del año y los suelos áridos esconden siglos de historia, Murcia se alza como una región vitivinícola con identidad propia. Su clima extremo, con escasas lluvias y veranos abrasadores, moldea una viticultura de resistencia, marcada por viñedos que han aprendido a sobrevivir en condiciones exigentes.

Durante décadas, la región fue conocida por sus vinos robustos, de gran cuerpo y alta graduación, elaborados principalmente con la Monastrell, variedad reina de la zona. Sin embargo, en los últimos años, Murcia vive una verdadera revolución enológica: una nueva generación de enólogos y bodegueros ha tomado la posta, impulsando un cambio hacia vinos más frescos, equilibrados y con un marcado sentido de lugar.Se suele llamar a Murcia “La Huerta de Europa” porque su principal actividad económica es la agricultura y la exportación de frutas (principalmente limones y naranjas) al resto de Europa.

Clima

El clima de Murcia es marcadamente mediterráneo‑continental árido, con escasas precipitaciones, muchas horas de sol al año y veranos muy calurosos. Estas condiciones extremas, que podrían parecer un obstáculo, resultan ideales para ciertas variedades, en especial aquellas capaces de adaptarse al estrés hídrico. Los inviernos son breves y suaves, y la amplitud térmica entre el día y la noche ayuda a preservar acidez en las uvas, aportando frescura natural a los vinos.

Variedades de uva

La protagonista indiscutida de esta región es la Monastrell, una variedad de piel gruesa y maduración tardía que ha encontrado en Murcia su lugar ideal. En estas tierras, la Monastrell ofrece tintos profundos, con notas de fruta negra, especias, hierbas mediterráneas y taninos bien marcados. Cuando proviene de viñedos viejos en secano, da vinos de gran estructura y potencial de guarda, pero también permite elaborar estilos más frescos y accesibles, según la vinificación. Además de la Monastrell, se cultivan otras variedades tintas como Garnacha, Syrah, Cabernet Sauvignon y Tempranillo, muchas veces utilizadas en cortes para sumar complejidad. En menor medida, también hay presencia de blancas como Airén, Macabeo y algunas internacionales como Chardonnay y Sauvignon Blanc.

Denominaciones de Origen

Murcia cuenta con tres denominaciones de origen que definen su mapa vitivinícola. Jumilla es la más conocida y extensa, con una tradición vinícola milenaria y suelos pobres que obligan a la vid a profundizar sus raíces. En esta zona, la Monastrell brilla en todo su esplendor, tanto en vinos jóvenes como en crianzas complejas.
Yecla, algo más pequeña, también apuesta por la Monastrell, pero con un enfoque más moderno y exportador, manteniendo muy buena relación entre calidad y precio. Finalmente, Bullas es la denominación más alta y montañosa de la región, con viñedos a mayor altitud y un clima algo más fresco. Allí se elaboran vinos de perfil más floral, con taninos más pulidos y un estilo que refleja muy bien el nuevo rumbo de la viticultura murciana.

Jerez

En el sur de Andalucía, cerca de la costa atlántica, donde el sol marca el ritmo de los días y el aire lleva consigo aromas de sal y tierra cálida, se encuentra Jerez, una tierra donde el vino no solo se bebe, sino que se vive como una expresión cultural profunda. En sus calles blancas y en sus suelos de albero, esa tierra fina y dorada tan característica del sur español, la tradición vitivinícola ha dejado una huella imborrable.

La historia del vino en Jerez se remonta a tiempos remotos. Ya los fenicios, alrededor del año 1100 a.C., introdujeron la vid en estas tierras, y siglos más tarde, durante el dominio romano, la producción y el comercio del vino cobraron impulso. Pero fue durante la Edad Media, bajo dominio árabe, cuando el vino siguió existiendo a pesar de las prohibiciones religiosas, en parte por su uso medicinal y comercial. Tras la Reconquista cristiana, el vino de Jerez adquirió aún más protagonismo, siendo exportado por mar hacia Inglaterra y otras regiones europeas. En el siglo XVI, ya gozaba de enorme prestigio internacional, al punto de figurar entre los favoritos de William Shakespeare, quien lo menciona en varias de sus obras.

Con los siglos, los comerciantes británicos asentados en la zona impulsaron el desarrollo del sistema de crianza oxidativa y la creación del método de criaderas y solera, que transformó para siempre el estilo de estos vinos. Así nació lo que hoy conocemos como Sherry, un vino único, moldeado por la historia, el comercio y la sabiduría local. Esta herencia multicultural —romana, árabe, cristiana, inglesa— ha hecho de Jerez un cruce de caminos donde la tradición vitivinícola se ha perfeccionado hasta convertirse en arte.

Clima

El clima en la zona de Jerez es marcadamente mediterráneo con influencia atlántica. Los veranos son calurosos y secos, mientras que los inviernos resultan suaves, con escasas precipitaciones concentradas en pocos meses. La cercanía al mar, los vientos de levante y poniente, y la presencia de suelos muy particulares, como las famosas albarizas blancas, calcáreas y esponjosas, crean un microclima único que favorece el cultivo de uvas con una acidez viva y un gran potencial de envejecimiento.

Variedades de uvas

la protagonista absoluta es la Palomino Fino, que representa más del 90% del viñedo de la región. Es una uva de bajo perfil aromático, pero ideal para expresar el carácter del suelo y, sobre todo, para transformarse en los distintos estilos de Jerez a través del sistema de crianza biológica u oxidativa. También se cultiva la Pedro Ximénez, utilizada para elaborar vinos dulces naturales de textura densa y notas a higos, dátiles y caramelo; y la Moscatel, que aporta una expresión más floral y golosa, en especial cuando proviene de las zonas más costeras.

Denominaciones de Origen

La Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry es una de las más antiguas y prestigiosas de España, y está regulada junto con la DO Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda, ya que ambas comparten variedades y métodos de elaboración, aunque cada una con su propio carácter. Lo que distingue a esta región no es solo su clima ni su uva, sino el modo en que se elaboran sus vinos

Sistema de criaderas y soleras

El sistema de criaderas y solera es una técnica ancestral que define la esencia del envejecimiento en los vinos de Jerez. Este método consiste en disponer las barricas en niveles llamados “criaderas”, donde el vino más joven se va trasladando progresivamente hacia la base, la “solera”, que contiene los vinos más añejos y maduros. Cada año se extrae una parte del vino de la solera para su embotellado, y ese volumen se repone con vino de la criadera superior, que a su vez se completa con el vino de la siguiente, y así sucesivamente hasta llegar al vino recién elaborado. Gracias a esta técnica, el vino final es una mezcla equilibrada de varias añadas, que aporta complejidad, armonía y continuidad en el estilo.

Los estilos de vino de Jerez son variados y reflejan distintos procesos de crianza dentro de este sistema. El Fino y la Manzanilla (exclusiva de Sanlúcar de Barrameda) son vinos pálidos, secos y frescos, que envejecen bajo una capa de levaduras llamada “flor”, que protege el vino del contacto con el oxígeno y le aporta aromas delicados a almendra, hierbas y salinidad marina. La diferencia principal es que la Manzanilla, por la influencia directa del aire atlántico y la humedad, tiene un carácter más fresco y salino.

Cuando la capa de flor desaparece o se interrumpe, el vino comienza una crianza oxidativa y da lugar al Amontillado, que combina características de envejecimiento biológico y oxidativo. Este vino presenta un color ámbar, aromas a frutos secos, madera, especias y un sabor más profundo y persistente.

El Oloroso, en cambio, envejece exclusivamente en contacto con el oxígeno, sin flor, lo que le da un color oscuro, aromas intensos a nueces, cuero, tabaco y un cuerpo más robusto y estructurado. Son vinos potentes, con gran capacidad de guarda.

Por último, el Pedro Ximénez es un vino dulce elaborado a partir de uvas pasificadas al sol. Su crianza oxidativa le otorga un color muy oscuro y sabores intensos a frutas secas, miel y caramelo, siendo perfecto para acompañar postres o para disfrutarse solo como vino de meditación.

El sistema de criaderas y solera y la diversidad de estilos hacen que el vino de Jerez sea único en el mundo, un reflejo de la tradición, la paciencia y el talento de quienes lo elaboran, y un tesoro que invita a descubrir una paleta infinita de sabores y sensaciones.

Jerez no es solo una región vitivinícola; es una forma de entender el vino como herencia, como arte y como emoción. En sus bodegas centenarias, en sus tabancos y en sus paisajes abiertos al viento, el vino cuenta historias de navegantes, comerciantes, familias y tierras que supieron transformar el paso del tiempo en elegancia líquida. Un lugar que emociona, educa y seduce con cada sorbo.

Extemadura

Extremadura, en el corazón del suroeste español, es una región marcada por su historia milenaria, sus paisajes abiertos y su arraigo rural. Con frontera directa con Portugal, esta tierra ha sido, desde tiempos antiguos, un cruce de caminos entre culturas, una zona de paso y permanencia. Cuna de conquistadores y tierra de monasterios, su gente ha cultivado la vid desde la época romana, cuando ya se elaboraban vinos que abastecían al Imperio. Sin embargo, durante siglos, su producción permaneció en un segundo plano, a menudo destinada al consumo local o a granel.

En las últimas décadas, sin embargo, Extremadura ha comenzado a revalorizar su potencial vitivinícola. Nuevas generaciones de productores, enólogos y agricultores han decidido mirar con otros ojos sus viñedos, recuperar variedades autóctonas, y dar un giro cualitativo a la producción. Sin perder su identidad rural y su conexión con la tierra, la región ha empezado a posicionarse como un territorio donde se elaboran vinos honestos, expresivos y llenos de carácter, a menudo con muy buena relación calidad-precio.

Clima

El clima de Extremadura es uno de sus factores determinantes: seco, soleado, con veranos largos y calurosos, e inviernos moderados. Este entorno exige resistencia tanto a la vid como al viticultor, pero también ofrece una gran ventaja: uvas sanas, bien maduras y con buena concentración de azúcares. En algunas zonas, sobre todo en las de mayor altitud o con orientación favorable, la amplitud térmica permite conservar acidez y frescura, lo que se traduce en vinos más equilibrados y vibrantes.

Variedadesde uvas

la región cuenta con una notable diversidad. La Tempranillo (o Cencibel) es la más plantada, pero no está sola. La Garnacha Tintorera aporta color y cuerpo, mientras que variedades internacionales como Syrah y Cabernet Sauvignon permiten ensamblajes más modernos. La Morisca, variedad autóctona y muy ligada a zonas como Tierra de Barros, es una uva que expresa rusticidad y personalidad, ideal para quienes buscan vinos distintos, con huella del lugar.

En blancas, además de las internacionales, hay dos protagonistas indiscutidas: la Cayetana Blanca, históricamente infravalorada por estar asociada al vino a granel, pero que, con manejo adecuado, puede ofrecer vinos frescos y delicados; y la Eva de los Santos (también conocida como Beba), una uva de piel fina que da origen a blancos ligeros, de marcada expresión frutal, ideales para climas cálidos. Esta última está profundamente asociada al municipio de Los Santos de Maimona y su entorno.

Denominaciones de Origen

La Denominación de Origen Ribera del Guadiana, creada en 1999, reúne seis subzonas (Tierra de Barros, Cañamero, Montánchez, Ribera Alta, Ribera Baja y Matanegra), cada una con su propia geografía, historia y estilos. Esta DO ha sido clave para estructurar y dar visibilidad al vino extremeño, pero también han surgido proyectos por fuera de la denominación, especialmente bodegas que apuestan por vinos de autor, naturales o de mínima intervención. Es en estas propuestas donde la región muestra una faceta más innovadora y creativa.

Extremadura aún conserva ese aire de tesoro escondido. Su cultura del vino está profundamente ligada a la tierra, al trabajo artesanal, a la paciencia de quienes entienden los ciclos del campo. No es una región de fuegos artificiales, sino de profundidad. Sus vinos hablan de honestidad, de raíces y de futuro. Hablan de un territorio que, sin hacer ruido, comienza a ocupar un lugar importante en el nuevo mapa del vino español.

Málaga

En la luminosa costa sur de España, donde el mar Mediterráneo acaricia la tierra y el sol brilla sin medida, Málaga guarda un secreto antiguo y dorado: sus vinos dulces. Esta ciudad andaluza, conocida por su arte, su mar y su aire cálido, tiene también una tradición vitivinícola que se remonta a tiempos fenicios, y que alcanzó esplendor mundial durante los siglos XVIII y XIX, cuando sus vinos eran considerados auténticas joyas del sur europeo.

Clima

El clima de la región de Málaga es marcadamente mediterráneo cálido y seco, con inviernos suaves y veranos largos, muy soleados y calurosos. La influencia del mar suaviza las temperaturas en las zonas costeras, mientras que en el interior montañoso, como en la Axarquía, los Montes de Málaga o la Serranía de Ronda, las condiciones cambian: hay más amplitud térmica, altitudes elevadas y pendientes pronunciadas. En esas áreas, la viticultura se vuelve más extrema, casi heroica, pero ofrece resultados fascinantes en cuanto a expresión, frescura y mineralidad.

Variedades de uvas

La variedad más emblemática para los vinos dulces es la Moscatel de Alejandría conocida también como Moscatel de Málaga, cultivada principalmente en la Axarquía y zonas cercanas a la costa. Esta uva ofrece intensos aromas florales, notas cítricas, miel, piel de naranja y uvas pasas. La Pedro Ximénez, por su parte, se cultiva en zonas más cálidas del interior y se utiliza tanto para vinos naturalmente dulces como para aquellos de crianza oxidativa, con perfiles densos y oscuros, marcados por los higos secos, el caramelo y el dátil.

En los últimos años, con el desarrollo de la D.O. Sierras de Málaga, han tomado protagonismo nuevas expresiones vinícolas, con vinos secos, blancos y tintos elaborados en altura. En estos paisajes escarpados y frescos se cultivan variedades como Chardonnay, Sauvignon Blanc y también tintas como Syrah, Tempranillo y Cabernet Sauvignon, que aportan cuerpo, estructura y elegancia. Incluso ha comenzado a revalorizarse la variedad Romé, una uva tinta autóctona malagueña, muy escasa, que da vinos ligeros, expresivos y llenos de identidad.


Islas Canarias

las Islas Canarias conforman un archipiélago donde el vino se cultiva al borde del abismo. Con paisajes que parecen de otro planeta: volcanes, barrancos, terrazas imposibles y suelos de ceniza negra, esta región ha sabido preservar una viticultura heroica, arraigada en la tradición, pero cada vez más reconocida a nivel internacional por su originalidad y calidad. En las Canarias, el vino cuenta historias de conquista, aislamiento y resistencia, escritas con vides que, en muchos casos, nunca conocieron la filoxera.

El origen del vino en las islas se remonta al siglo XV, tras la colonización española. Las condiciones volcánicas del suelo, sumadas al aislamiento geográfico, crearon un entorno ideal para el cultivo de variedades europeas que, en el continente, se perderían a causa de la plaga. Durante los siglos XVI y XVII, los vinos canarios, especialmente los dulces conocidos como “Canary sack”, eran muy apreciados en Inglaterra y otros mercados del norte de Europa. Incluso Shakespeare los menciona en sus obras. Pero con el tiempo, las rutas comerciales cambiaron, y la producción decayó, quedando en manos de viticultores locales que mantuvieron viva una tradición ancestral.

Clima

El clima varía notablemente entre islas e incluso dentro de cada una, debido a la altitud, la orientación y los vientos alisios. En general, el clima es suave, con influencia oceánica, alta insolación y diferencias térmicas entre el día y la noche, lo que favorece una maduración lenta y compleja. La orografía es extrema: los viñedos crecen en terrazas, laderas o directamente sobre campos de lava, en condiciones que exigen trabajo manual y una conexión íntima con la tierra.

Variedades de uvas

Una de las mayores riquezas de Canarias es su banco genético de variedades autóctonas, muchas de ellas prefiloxéricas. Entre las tintas, se destacan la Listán Negro, que da origen a vinos frescos, con notas a frutas rojas, toques ahumados y una acidez vibrante; la Negramoll, más delicada y elegante, con taninos suaves; y la Tintilla, que aporta profundidad y estructura. Entre las blancas, la gran protagonista es la Listán Blanco (también conocida como Palomino Fino en la Península), base de muchos vinos secos, expresivos y minerales. También brillan la Malvasía Aromática, la Gual, la Marmajuelo, la Verdello, la Vijariego Blanco y muchas más, que dan origen a vinos complejos, salinos y con una personalidad inconfundible.

Denominaciones de Origen

D.O.P. Islas Canarias. Es una denominación de origen protegida que abarca todo el archipiélago. Se creó más recientemente (2011) para permitir a las bodegas trabajar con uvas de varias islas bajo un mismo sello de calidad. Muchos vinos modernos o de autor, especialmente de pequeños productores, salen al mercado bajo esta D.O.P. como forma de destacar la identidad insular conjunta, sin restringirse a una isla específica.

Cada isla tiene su propia expresión y sus denominaciones de origen. Tenerife, la más reconocida, cuenta con cinco D.O.

En D.O. Abona (Tenerife), los viñedos trepan desde las medianías hasta más de 1.500 metros sobre el nivel del mar, convirtiéndose en algunos de los más altos de Europa. Esta altitud extrema, combinada con el suelo volcánico y la influencia de los vientos alisios, da origen a vinos blancos frescos, ligeros y aromáticos, elaborados principalmente con Listán Blanco.
D.O.Valle de Güimar (Tenerife), se extiende por la vertiente sureste de Tenerife, desde la costa hasta zonas de gran altitud, donde los viñedos se ubican en terrazas escalonadas que desafían la pendiente del terreno volcánico. Se caracteriza por su marcada influencia atlántica, con vientos alisios que refrescan las viñas y una notable amplitud térmica que favorece la acidez natural de las uvas. Los suelos, formados por cenizas y lavas antiguas, aportan una mineralidad distintiva a los vinos. Predomina el cultivo del Listán Blanco, del que se obtienen blancos frescos, secos y muy aromáticos, ideales para mariscos y pescados locales. También se elaboran rosados ligeros y tintos jóvenes, cada vez más presentes en la oferta de la zona. El Valle de Güímar mantiene una viticultura de pequeña escala, con bodegas familiares que combinan tradición y técnicas actuales, apostando por la identidad territorial y la sostenibilidad.
D.O. Valle de La Orotava (Tenerife) es una denominación de origen situada en la ladera norte de Tenerife, donde los viñedos se despliegan entre bosques de laurisilva, pueblos históricos y las pendientes del Teide. Lo que distingue a esta región es el ancestral sistema de conducción conocido como cordón trenzado, en el que los sarmientos se entrelazan horizontalmente en largos cordones que serpentean sobre el terreno. Esta técnica, única en el mundo, es símbolo de identidad cultural y adaptación al paisaje volcánico. El clima atlántico, fresco y húmedo, junto con los suelos de ceniza y roca, da lugar a vinos blancos tensos y aromáticos, y a tintos ligeros, expresivos y con una sutil mineralidad. En los últimos años, pequeños productores han revitalizado la zona, apostando por prácticas sostenibles y rescate de variedades autóctonas como el Listán Negro y el Vijariego.

D.O. Tacoronte-Acentejo (Tenerife) fue la primera denominación de origen creada en las Islas Canarias, en 1992, y sigue siendo una de las más activas y reconocidas. Situada en la vertiente noreste de Tenerife, combina laderas escarpadas, altitudes variables y un clima atlántico húmedo, con lluvias más frecuentes y temperaturas moderadas. La variedad estrella es el Listán Negro, con la que se elaboran tintos de medio cuerpo, frutales y con notas especiadas, muchas veces criados en roble o con maceración carbónica. La zona también ofrece interesantes blancos y rosados, y ha sido pionera en impulsar la calidad embotellada, el enoturismo y la modernización de la imagen del vino canario. Sus vinos transmiten frescura, equilibrio y un carácter volcánico inconfundible.

D.O. Ycoden-Daute-Isora (Tenerife), situada en el noroeste de la isla, abarca una amplia franja de terreno que va desde la costa hasta zonas de altitud considerable, en un paisaje abrupto moldeado por la lava. La diversidad de microclimas, el contraste térmico entre día y noche, y los suelos volcánicos confieren a sus vinos una identidad muy marcada. Aquí se elaboran blancos expresivos, tintos con estructura y personalidad, y también dulces y espumosos de edición limitada. Predominan variedades como la Listán Blanco, la Malvasía Aromática y el Baboso Negro, trabajadas en su mayoría por pequeñas bodegas familiares que cuidan la viña con mínima intervención. La D.O. Ycoden-Daute-Isora es un ejemplo de cómo tradición, paisaje y autenticidad se integran para dar lugar a vinos con alma.

D.O. Lanzarote, declarada Reserva de la Biosfera, ofrece una de las postales vitivinícolas más impactantes del mundo. Allí, las cepas se plantan en hoyos excavados en ceniza volcánica negra y protegidas del viento por pequeños muros de piedra, en un sistema llamado enarenado. La Malvasía Volcánica es la gran protagonista, dando origen a blancos vibrantes, salinos, con intensidad y frescura, que reflejan el carácter extremo del paisaje.

D.O. La Palma conserva un patrimonio varietal de gran valor, con cepas de Listán Prieto, Negramoll, Listán Blanco y Albillo Criollo. Los viñedos crecen entre los 200 y 1.500 metros de altitud, en terrazas que se asoman al océano o trepan por zonas escarpadas. Sus vinos, muchos de mínima intervención, expresan la mineralidad del suelo y una identidad local muy marcada. Además, la isla es conocida por algunos vinos dulces únicos, como los elaborados con uvas sobremaduras o los vinos de Tea, envejecidos en madera de pino.

La D.O. El Hierro ,la más occidental y remota del archipiélago, ofrece una viticultura heroica y de pequeña escala. Abarca vinos elaborados principalmente con Baboso Blanco y Listán Negro, que dan lugar a blancos frescos y tintos ligeros, con una impronta volcánica y pura que refleja el aislamiento de la isla y su respeto por lo natural.

D.O. La Gomera ha comenzado a recuperar con fuerza su tradición vitivinícola, con viñedos plantados en laderas empinadas y terrazas que desafían la gravedad. La uva Forastera Gomera, casi exclusiva de la isla, da vida a vinos blancos delicados, con notas de hierbas, cítricos y frutas blancas. La D.O. La Gomera, aún joven, se sustenta en viñas centenarias y en el saber ancestral de pequeños productores que apuestan por la autenticidad.

La D.O. Gran Canaria ampara vinos elaborados con más de 30 variedades locales, muchas de ellas prefiloxéricas. Desde blancos sutiles hasta tintos estructurados, e incluso vinos dulces y espumosos, esta isla ofrece una paleta rica y dinámica. La zona de Monte Lentiscal, cerca de Las Palmas, es una de las más tradicionales y alberga bodegas que combinan innovación con el rescate del patrimonio varietal canario.

La viticultura en las Islas Canarias es un ejemplo asombroso de cómo el ser humano ha sabido interpretar un entorno tan extremo como fascinante. El terroir volcánico, con sus suelos oscuros de ceniza, roca porosa y arenas minerales, aporta una personalidad inconfundible a los vinos: acidez vibrante, salinidad, pureza frutal y una tensión que los distingue del resto del panorama español. A ello se suma la altitud, los vientos alisios, la ausencia de filoxera y un reservorio genético de variedades únicas, muchas de ellas prácticamente desaparecidas en el continente. Más que una moda, los vinos canarios son un testimonio vivo de resiliencia, identidad y respeto por el origen.
Aquí se percibe no solo la energía de la tierra, sino también el legado de generaciones que supieron trabajarla con sabiduría y tenacidad.
Los vinos canarios son difíciles de encasillar. Algunos sorprenden por su frescura atlántica, otros por su textura salina, su mineralidad o su carácter ahumado. Pero todos comparten un hilo conductor: la autenticidad. Son vinos que nacen en un territorio extremo, que requieren esfuerzo, intuición y paciencia, y que llevan consigo la memoria de un paisaje y de un pueblo.

Están más cerca de África que del resto de España, sin embago cuando se trata de vino, están cada vez más cerca del corazón de los amantes del vino en todo el mundo. Beber un vino de Canarias es, en definitiva, beber historia, paisaje y cultura en estado puro, al borde del mar y bajo la sombra de los volcanes.

Gastronomía española

Foto: https://www.giallozafferano.es/

La gastronomía española es un mosaico vibrante de sabores, paisajes y costumbres. Desde el norte verde y lluvioso hasta el sur cálido y luminoso, cada rincón del país ha sabido convertir su historia y su geografía en platos que hablan por sí solos.
En España se come con alegría, con generosidad y con un profundo respeto por el producto local. La cocina no es solo alimento: es ritual, es identidad, es celebración.

En Galicia, la cocina tiene alma de mar. Los pulpos a la gallega, tiernos, servidos sobre una base de papa, espolvoreados con pimentón, sal gruesa y un buen aceite de oliva, son mucho más que una receta: son identidad, tradición y sabor directo del Atlántico.

Junto a ellos, las empanadas gallegas, rellenas de zamburiñas (moluscos bivalvos), berberechos o atún, y los mariscos frescos que llegan cada día de las rías, navajas, mejillones, almejas, nos hablan de una cocina simple, honesta y profundamente conectada con el entorno.

Cada plato gallego cuenta una historia de costa, de puerto, de familia. Una forma de honrar los productos del mar con respeto y emoción.

Al mencionar la cocina española, pensamos de inmediato en íconos que han trascendido fronteras. La paella, nacida en la huerta valenciana, es quizás el plato más conocido: arroz cocido a fuego lento, con mariscos, conejo o pollo, impregnado de azafrán y de reuniones familiares los domingos al mediodía.
En el delta del Ebro, en el Empordà o en la Albufera, cada zona tiene su propia versión.

El jamón ibérico, curado con tiempo y silencio en las sierras del sur y el oeste, es otro emblema de la gastronomía española. Cada lonja es puro umami: profundo, sutil, con matices de bellota y brisa de montaña. Es casi una ceremonia servirlo bien cortado, con una copa de Jerez o de tinto elegante, para despertar todos los sentidos.

El gazpacho andaluz, fresco y vivo, se disfruta en verano como una caricia vegetal, y su primo más denso, el salmorejo, habla de la cocina de aprovechamiento convertida en arte. En el norte, el cocido madrileño, por ejemplo, se sirve en tres pasos y combina garbanzos, verduras, carnes y embutidos en un despliegue de sabores intensos y bien equilibrados.

Por su parte, el cocido lebaniego, originario de la comarca de Liébana en Cantabria, también se presenta en tres pasos: una sopa hecha con el caldo de cocción, los inconfundibles garbanzos de Potes acompañados de relleno y patatas, y una selección de carnes y embutidos que reconfortan el alma.

La tortilla de papas o patatas, humilde y gloriosa, une al país en todas sus formas: jugosa, seca, con o sin cebolla, siempre presente.
Los pintxos del País Vasco y las tapas andaluzas celebran el acto de compartir, de comer de a bocados, con una copa en la mano y conversación en el aire.

Esa unión inseparable entre cocina y vino alcanza su máxima expresión en las mesas de los grandes restaurantes del país. En Girona, El Celler de Can Roca ofrece una experiencia donde la emoción, el territorio y el vino se funden en un relato sensorial. Allí, Josep Roca convierte cada copa en un viaje, maridando con sensibilidad platos que son pura poesía gastronómica.
En Barcelona, Cocina Hermanos Torres es el escenario donde Sergio y Javier Torres exaltan el producto local mediante técnicas de vanguardia, construyendo armonías que celebran la tierra, la estación y la memoria.
En el corazón del País Vasco, Mugaritz, de Andoni Luis Aduriz, propone una experiencia que va más allá del gusto: un ritual filosófico y provocador en el que el vino tiene también un papel inesperado, a veces desconcertante, siempre fascinante.
Y en Lasarte-Oria, cerca de San Sebastián, Martín Berasategui– uno de los chefs más premiados del mundo- compone platos elegantes y profundamente ligados a su tierra, acompañados por vinos que realzan cada nota con precisión y emoción.

Y si hablamos de dulces, no pueden faltar los churros con chocolate, las natillas, la tarta de Santiago con su cruz en polvo de azúcar o los turrones en Navidad, dulces que guardan memorias de infancia y de fiesta.

España es una tierra que sabe cocinar su diversidad. En cada plato hay un paisaje, una abuela, un mercado, una estación del año.

Y en cada copa que lo acompaña, ya sea un vino de Rioja, un cava catalán o un blanco gallego, hay una invitación a disfrutar con los cinco sentidos.

Gracias por leer hasta acá. Te invitamos a seguir acompañándonos en este recorrido por los sabores, aromas y tradiciones que hacen del vino un motivo para celebrar la vida.


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