Heladas de primavera: el desafío silencioso que enfrenta la vid


Las heladas de primavera son uno de los fenómenos climáticos más temidos por los viticultores. Se producen cuando las temperaturas descienden bruscamente justo en el momento en que la vid despierta de su reposo invernal. En esta etapa, los brotes son tiernos, los racimos incipientes y las flores extremadamente sensibles al frío. Una sola noche de helada puede dañar seriamente la cosecha y comprometer la producción del año.

Dónde y cuándo ocurren

En Argentina, las heladas primaverales afectan sobre todo a las zonas vitivinícolas de clima continental y árido, donde las diferencias entre el día y la noche son marcadas.
Afectan zonas de Mendoza, San Juan, La Rioja, Patagonia norte (Neuquén y Río Negro) e incluso algunos sectores del norte argentino, como el Valle Calchaquí (Salta, Tucumán, Catamarca), cuando se presentan irrupciones de aire polar tardías.
En algunos años pueden repetirse varias veces, como sucedió recientemente este 2025, cuando ya se registraron dos heladas tempranas, según comentó el enólogo Alejandro Vigil.

Si bien las heladas de primavera son más conocidas en Cuyo y la Patagonia, también pueden presentarse en otras zonas vitivinícolas emergentes de la Argentina.

En Jujuy, especialmente en la Quebrada de Humahuaca, las noches frías son parte del carácter del terroir. A más de 2.000 metros de altura, las heladas primaverales pueden aparecer, pero los productores suelen manejarlas con estrategias de poda tardía y un profundo conocimiento del microclima.

En Córdoba, particularmente en los valles de Calamuchita, Traslasierra y Punilla, las heladas ocasionales pueden afectar los viñedos ubicados en zonas bajas. Sin embargo, el principal desafío allí son las lluvias o los cambios bruscos de temperatura, más que el frío extremo.

En Entre Ríos, el clima húmedo y templado hace que las heladas sean poco frecuentes. Los viñedos, ubicados en áreas con mayor cobertura vegetal y menor amplitud térmica, rara vez sufren daños importantes.

En Buenos Aires, en cambio, regiones como Sierra de la Ventana, Chapadmalal o Balcarce, con fuerte influencia marítima, pueden registrar heladas por radiación, especialmente en noches despejadas y calmas. Los proyectos vitivinícolas de la costa bonaerense están aprendiendo a convivir con este riesgo mediante técnicas de monitoreo y manejo del suelo.

Suelen presentarse entre septiembre y noviembre, dependiendo del microclima y la altitud del viñedo. El clima está cambiante con lo cual, significa un gran reto para el cultivo de la vid.

Tipos de heladas

Existen dos tipos principales de heladas:

  • Por radiación: se producen en noches calmas y despejadas, cuando el calor del suelo se disipa hacia la atmósfera.
  • Por advección: se originan por el ingreso de masas de aire frío, generalmente acompañadas de viento, y resultan más difíciles de combatir.

Estrategias para mitigar su impacto

Los productores han desarrollado diversas técnicas para reducir los daños, que se dividen en estrategias pasivas y activas.

Medidas pasivas:

  • Elegir terrenos elevados o con buena circulación de aire.
  • Mantener el suelo húmedo y evitar labores previas a una helada, ya que un suelo seco pierde más calor.
  • Retrasar la poda para demorar la brotación y reducir el riesgo de daño.

Medidas activas:

  • Riego por aspersión: el agua, al congelarse sobre la planta, libera calor y protege los tejidos.
  • Torres de viento o ventiladores: mezclan el aire frío del suelo con capas más cálidas.
  • Calefactores o antorchas: se colocan entre las hileras para elevar la temperatura ambiente, aunque su uso es costoso y poco sustentable.
  • Nebulización o humo: se utiliza para reducir la pérdida de calor por radiación, con eficacia limitada.

Una lucha constante

Las heladas de primavera son un recordatorio de la vulnerabilidad del viñedo frente al clima. Cada año, los productores deben adaptarse, anticiparse y aplicar estrategias cada vez más precisas para proteger sus viñas.

En un contexto donde los ciclos naturales se vuelven menos predecibles, la capacidad de resiliencia y el conocimiento técnico se tornan aliados esenciales.

Recordá que siempre detrás de cada botella de vino, hay una historia de esfuerzo frente a los caprichos de la naturaleza.


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