Tokaji Aszú: La magia del terroir húngaro

Foto: https://tastehungary.com/

Cuando hablamos de vinos que trascienden fronteras y épocas, el Tokaji Aszú ocupa un lugar privilegiado en la historia. Este legendario vino dulce, conocido como el «vino de los reyes y el rey de los vinos», ha cautivado paladares durante siglos, desde reyes y poetas hasta papas y amantes del buen vivir.

Cuenta la leyenda que, hacia el año 1530, en medio de una guerra entre turcos y húngaros, la cosecha de uvas en la región de Tokaj se retrasó hasta noviembre. Durante ese tiempo, los racimos se cubrieron de un misterioso hongo: la botrytis cinerea, conocida como «podredumbre noble».

La necesidad llevó a un viticultor a elaborar estas uvas junto con mosto fresco, sin imaginar que el resultado sería un vino extraordinariamente dulce y único. Así nació el precursor del Tokaji Aszú, un vino que no solo deleitó paladares, sino que también le otorgó a Tokaj la primera Denominación de Origen reconocida en la historia de la vitivinicultura.
Este vino ganó notoriedad en las cortes europeas, convirtiéndose en el preferido de los zares rusos, incluso antes de que descubrieran el Champagne francés.

El arte de crear Tokaji Aszú

¿Qué hace tan especial a este vino? Todo comienza con la uva Furmint, una variedad autóctona de Hungría. Esta uva, conocida por su elevada acidez y su capacidad para desarrollar una complejidad aromática única, es la base del Tokaji Aszú.

El proceso que lo define es la acción de la botrytis cinerea, también conocida como «podredumbre noble», que deshidrata las uvas en la vid, concentrando azúcares y sabores. Estas uvas, llamadas Aszú, son seleccionadas manualmente, lo que demuestra la dedicación y cuidado que requiere su elaboración. La palabra Aszú significa «seco» en húngaro, pero aquí alude a las uvas pasas deshidratadas que aportan riqueza y carácter al vino.

El terroir de Tokaj: Un legado único

La región de Tokaj, en el noreste de Hungría, es mucho más que un lugar geográfico; es un terroir con historia. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, esta región combina suelos volcánicos, colinas onduladas y un microclima único, ideal para el desarrollo de la botrytis cinerea.

Desde el siglo XVII, los vinos de Tokaj han sido sinónimo de prestigio. El Rey Luis XIV de Francia, por ejemplo, los bautizó como el «vino de los reyes y el rey de los vinos», consolidando su reputación como uno de los grandes tesoros vinícolas del mundo.

Los tipos de vino Tokaj: Diversidad y excelencia

La región de Tokaj no solo es famosa por el legendario Tokaji Aszú, sino también por la diversidad de estilos de vino que se producen gracias a su singular terroir y variedades autóctonas como la Furmint, Hárslevelű y Sárgamuskotály. A continuación, una breve descripción de los principales tipos de vino Tokaj:

1. Tokaji Aszú

El más conocido y prestigioso, elaborado a partir de uvas afectadas por la botrytis cinerea. Su dulzura se mide en puttonyos, que indican la cantidad de uvas Aszú añadidas al vino base. Varía entre 5 y 6 puttonyos, siendo este último el más dulce y complejo.

2. Tokaji Essencia

Un verdadero tesoro vinícola. Este vino se elabora únicamente con el jugo que fluye naturalmente de las uvas botritizadas, sin prensado. Su alta concentración de azúcar y acidez le otorgan una longevidad extraordinaria y un carácter sublime.

3. Tokaji Late Harvest

Un estilo más moderno y accesible que utiliza uvas parcialmente botritizadas. Es menos dulce que el Aszú, pero igualmente elegante, con notas frutales y florales destacadas.

4. Tokaji Szamorodni

Este vino se elabora con racimos que contienen una mezcla de uvas sanas y botritizadas. Puede ser dulce (édes) o seco (száraz), dependiendo del contenido de azúcar residual, y destaca por su carácter oxidativo y su complejidad.

5. Tokaji Furmint Seco

Un vino blanco seco que ha ganado popularidad en los últimos años. Elaborado con la variedad Furmint, muestra notas minerales, cítricas y una acidez vibrante que refleja el terroir volcánico de Tokaj.

Cómo disfrutar un Tokaji Aszú

El Tokaji Aszú es un vino para momentos especiales. Su dulzura equilibrada y su complejidad lo convierten en el acompañamiento perfecto para:

  • Foie gras
  • Quesos azules
  • Postres de frutas
  • O simplemente para disfrutarlo solo, como un lujo para el paladar.

El alma del vino está en su terroir

El Tokaji Aszú no es solo un vino; es una conexión con la historia, la naturaleza y el trabajo artesanal de los viticultores húngaros. Cada botella cuenta una historia de dedicación y pasión, cobijando el alma del terroir de Tokaj.

En este International Aszú Day, celebremos un legado único que nos recuerda que el vino es mucho más que una bebida: es cultura, historia y, sobre todo, un placer para los sentidos.

¡Brindemos por el Tokaji Aszú!

¡Muchas gracias por leernos!

Enoturismo: una experiencia que une cultura, vino y paisaje


Cada segundo domingo de noviembre se celebra el Día Mundial del Enoturismo, una fecha impulsada por la Red de Ciudades del Vino (RECEVIN) desde 2009. Su objetivo es poner en valor a las regiones vitivinícolas del mundo y destacar su potencial turístico, cultural y económico.

Los comienzos del enoturismo

El enoturismo, o turismo del vino, nació del deseo de los productores por abrir las puertas de sus bodegas y compartir su historia con el visitante. Aunque el vino siempre estuvo ligado a la hospitalidad, la idea de vivir una experiencia sensorial, cultural y educativa en torno a él comenzó a tomar forma en la segunda mitad del siglo XX, cuando las bodegas comprendieron que el vino podía comunicarse mejor a través de la vivencia directa.

Sus raíces pueden rastrearse a mediados del siglo XIX, cuando en regiones europeas como Bordeaux, Borgogne, Alsace, Toscana y Rioja, los productores empezaron a recibir viajeros interesados en conocer el proceso de elaboración y el paisaje del vino. Sin embargo, el término enoturismo o wine tourism se popularizó recién en las décadas de 1960 y 1970, con la expansión de las rutas del vino y el auge del turismo rural.

Los primeros programas organizados surgieron en Francia e Italia, donde los viticultores entendieron que esta actividad fortalecía su vínculo con el consumidor y aportaba valor al territorio. Así nacieron las primeras “routes des vins”, itinerarios señalizados que permitían recorrer bodegas, alojamientos, restaurantes y pueblos vitivinícolas, ofreciendo al visitante una experiencia integrada.

Durante los años 80 y 90, el fenómeno se consolidó con el desarrollo de regiones icónicas como Napa Valley en Estados Unidos o Rioja Alavesa en España, que profesionalizaron la atención al visitante y transformaron la visita a cada establecimiento en una actividad turística organizada y atractiva.

Ya en el siglo XXI, el enoturismo se convirtió en una estrategia de desarrollo territorial y cultural. Las bodegas comenzaron a diseñar experiencias personalizadas, sumar arquitectura de autor, propuestas gastronómicas y actividades artísticas, integrando al visitante en la historia del vino desde una mirada vivencial y emocional

El mundo y el enoturismo hoy

Hoy el enoturismo es una de las ramas más dinámicas del turismo gastronómico y cultural, que genera vínculos genuinos entre visitantes, productores y comunidades locales.

  • Francia, Italia y España son los grandes líderes históricos del enoturismo, donde el vino forma parte inseparable del paisaje, la gastronomía y la identidad cultural.
  • En Francia, regiones como Bordeaux, Bourgogne, Champagne y el Val de Loire fueron pioneras en abrir sus châteaux al público, ofreciendo visitas guiadas, degustaciones y hospedajes entre viñedos que inspiraron a todo el mundo.
  • En Italia, el vino se vive como parte de la vida cotidiana y del arte de recibir. Desde las colinas de la Toscana, con sus agriturismos y caminos del Chianti, hasta los viñedos volcánicos de Sicilia y las elegantes bodegas del Piamonte, cada región propone experiencias que combinan historia, gastronomía y hospitalidad. También destacan zonas como Veneto, cuna del Prosecco; Umbria, con sus pequeños productores; y Puglia, donde los vinos del sur se asocian al mar y a la tradición mediterránea.
  • España, por su parte, ha sabido convertir sus rutas del vino —como Rioja, Ribera del Duero, Priorat o Jerez— en verdaderos polos de turismo cultural, donde la arquitectura contemporánea dialoga con los viñedos centenarios y la tradición se renueva en cada cosecha.
  • El enoturismo portugués ha crecido con fuerza en las últimas décadas, impulsado por el prestigio del Valle del Duero, cuna del vino de Oporto, y por regiones emergentes como el Alentejo o la Región de los Vinhos Verdes, donde el visitante puede recorrer viñedos, navegar el río o disfrutar experiencias gastronómicas de inspiración atlántica.
    Alemania, con sus viñedos sobre el río Mosela y el Rin, ofrece una experiencia singular: vinos blancos de altura, pueblos medievales y rutas escénicas que atraen a miles de viajeros cada año. También Austria, con su valle del Wachau, y Hungría, con la legendaria zona de Tokaj, suman propuestas que fusionan historia, arte y paisajes únicos.
  • Países como Grecia, Croacia o Eslovenia están recuperando su tradición vitivinícola milenaria y abriendo nuevas rutas enoturísticas que ponen en valor el Mediterráneo, su luz y su cocina.
  • En el este de Europa, Moldavia se destaca como un destino emergente, con una historia del vino que se remonta a más de 4.000 años. Sus extensas bodegas subterráneas —como Cricova y Milestii Mici, consideradas entre las más grandes del mundo— se han convertido en verdaderos atractivos turísticos.

  • En Estados Unidos, particularmente en Napa y Sonoma, el enoturismo se transformó en un fenómeno que combina lujo, diseño y naturaleza.
  • Australia, regiones como Barossa Valley, Margaret River, Hunter Valley o Yarra Valley son referentes mundiales del enoturismo moderno. Allí, los visitantes disfrutan de centros de interpretación del vino, recorridos entre viñedos en globo aerostático, clases de cocina con productos locales, catas al atardecer y experiencias wellness que conectan vino, paisaje y bienestar.
  • Nueva Zelanda, con regiones como Marlborough, Hawke’s Bay y Central Otago, ha hecho del vino una forma de explorar su naturaleza única. Sus rutas costeras y de montaña invitan a recorrer viñedos en bicicleta, participar de festivales, talleres de blending y degustaciones en entornos de gran belleza escénica, siempre bajo un fuerte compromiso con la sostenibilidad.
  • Sudáfrica, por su parte, integra el vino en su identidad cultural. En los valles de Stellenbosch, Paarl y Franschhoek, las bodegas combinan arquitectura contemporánea, arte, gastronomía y safaris gastronómicos, en un entorno donde las montañas, el mar y los viñedos crean un paisaje inigualable. El enoturismo sudafricano se distingue por su calidez y por su apuesta a proyectos sustentables y de comercio justo.
    En todos estos destinos, el vino es parte de una experiencia integral que une naturaleza, cultura y bienestar, posicionando al hemisferio sur como uno de los polos más innovadores del enoturismo mundial.
  • Sudamérica vive un momento de esplendor enoturístico. Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Brasil y Perú consolidan el crecimiento del sector, uniendo tradición, paisaje y hospitalidad.
  • En Argentina, el enoturismo se ha convertido en una de las experiencias más completas del continente: desde los valles altos del Norte, los caminos del Malbec en Mendoza y San Juan, hasta las propuestas de Patagonia, Córdoba y Buenos Aires, el país ofrece una diversidad única de terroirs y actividades. Visitas guiadas, almuerzos entre viñedos, clases de cocina regional, cabalgatas, sunsets, poda participativa y experiencias de cosecha forman parte de una propuesta que une vino, naturaleza y cultura.
  • Chile continúa ampliando sus rutas del vino con regiones icónicas como el Valle del Colchagua, Casablanca, Maipo y Limarí, donde la innovación enológica se combina con arquitectura de vanguardia, gastronomía local y alojamientos boutique que integran sostenibilidad y diseño.
  • En Uruguay, El vino se siente cercano, humano y profundamente arraigado en la identidad local. En zonas como Canelones, Maldonado y Colonia, las bodegas familiares ofrecen experiencias personalizadas, maridajes frente al mar y recorridos que reflejan el carácter atlántico en el Albariño y elegante de su emblemático Tannat.
  • Bolivia sorprende con sus viñedos de altura en los valles de Tarija y valle del Cinti, donde el turismo del vino se mezcla con tradiciones andinas, gastronomía local y vinos que expresan la fuerza del sol y la altura.
  • Brasil avanza con fuerza en su propuesta enoturística, especialmente en la Serra Gaúcha, con la Ruta del Vale dos Vinhedos, donde se celebran vendimias, festivales y experiencias de bienestar que integran vino, arte y música. También destacan nuevas regiones en Santa Catarina y São Paulo, suman dinamismo al mapa vitivinícola brasileño, con propuestas modernas que seducen a viajeros jóvenes y urbanos.
  • Por último, Perú está revalorizando su herencia vitivinícola colonial a través de circuitos que combinan vino y pisco, especialmente en Ica y el Valle del Colca, donde la historia, el desierto y los oasis conforman una experiencia cultural y sensorial única.
  • En toda Sudamérica, el vino se convierte en un puente cultural, económico y social, capaz de unir paisajes, comunidades y viajeros. El enoturismo ya no es solo una actividad recreativa, sino una herramienta de desarrollo local y de preservación de la identidad.

Las experiencias que definen al enoturismo

El viajero enológico actual busca participar, crear y conectar. Por eso, las bodegas del mundo amplían sus propuestas con experiencias que van más allá de la degustación:

  • Clases de cocina regional, donde el visitante aprende a maridar platos con vinos locales.
  • Juegos de blending, para crear un vino propio y descubrir el trabajo detrás del arte del ensamblaje.
  • Ciclismo entre viñedos, ideal para disfrutar del paisaje y conocer el viñedo desde otra perspectiva.
  • Picnics al aire libre, con productos locales y vistas a los viñedos.
  • Pintura con vino, una experiencia artística que combina creatividad y sentidos.
  • Spas y tratamientos con uvas o vino, que aprovechan las propiedades antioxidantes del fruto.
  • Cosechas participativas y vendimias abiertas al público, donde el visitante se convierte por un día en parte del proceso vitivinícola.
  • Actividades de poda, que permiten comprender el ciclo anual de la vid y el trabajo del viñedo fuera de la época de cosecha.
  • Sunsets entre viñedos, que conjugan vino, música y gastronomía en escenarios naturales, celebrando el atardecer como un momento de encuentro y disfrute.
  • Catas a ciegas, conciertos, exposiciones y festivales del vino, que integran arte, música y cultura.

El enoturismo actual es una experiencia integral, que combina aprendizaje, disfrute y conexión con el territorio.

El enoturismo en Argentina

Argentina se ha consolidado como uno de los destinos enoturísticos más fascinantes de América del Sur.
Las bodegas conjugan arquitectura contemporánea, arte, gastronomía y paisajes de montaña que invitan a vivir el vino con todos los sentidos.

El enoturismo argentino trasciende las fronteras mendocinas: desde los valles de altura del Norte hasta los paisajes inmensos de la Patagonia, el país despliega una red de experiencias que revelan la diversidad de terroirs, estilos y culturas que dan identidad al vino argentino.

  • Región Norte: además de Salta y Cafayate, se destacan Jujuy (con el viñedo más alto), Catamarca, La Rioja, Tucumán, donde los viñedos de altura ofrecen experiencias únicas con fuerte identidad local y Santiago del Estero donde se registraron las primeras plantaciones de vid del país hacia mediados del siglo XVI, introducidas por misioneros y colonizadores que trajeron cepas desde Chile, marcando así el inicio de la tradición vitivinícola argentina..
  • Cuyo: Mendoza y San Juan mantienen su liderazgo, con rutas consolidadas, bodegas abiertas todo el año y propuestas enoturísticas de primer nivel. A ellas se suma San Luis, que viene desarrollando proyectos vitivinícolas y turísticos en torno a sus sierras y valles, con pequeñas bodegas, experiencias gastronómicas y circuitos que integran vino, naturaleza y bienestar.
  • Región Patagónica: La Pampa, Neuquén y Río Negro ofrecen paisajes fríos y vinos elegantes, acompañados por vivencias sustentables, gastronómicas y culturales. Más al sur, Chubut representa el límite austral de la vitivinicultura mundial, con viñedos plantados en suelos fríos y ventosos que dan origen a vinos de acidez vibrante y personalidad distintiva.
  • Centro y Litoral: En Córdoba, las Rutas del Vino se integran con la oferta gastronómica y cultural de sus valles turísticos, mientras que Entre Ríos revive su legado histórico, que supo verla como una de las primeras regiones vitivinícolas del país.
    Por su parte, Santa Fe incorpora experiencias enoturísticas ligadas a la producción artesanal y a la cocina regional, reflejando el espíritu emprendedor del litoral argentino.
  • Buenos Aires: Desde la Costa Atlántica hasta el interior de la provincia, el vino bonaerense viene ganando protagonismo gracias a proyectos jóvenes y bodegas familiares que apuestan por la identidad local.
    En regiones como Tandil, Balcarce y Saldungaray, el enoturismo se entrelaza con la producción artesanal, los paisajes serranos y la gastronomía regional.
    En Campana y Los Cardales, las experiencias combinan cercanía a la ciudad, arquitectura contemporánea y degustaciones en entornos rurales.

El vino argentino se convirtió en embajador del país, y el enoturismo en una herramienta clave para difundir cultura, generar empleo y promover el desarrollo local.

Hacer enoturismo en Argentina es adentrarse en una experiencia donde el vino, las personas y el paisaje cuentan una misma historia: la de una cultura que creció entre montañas, sierras, ríos y viñedos, impulsada por la pasión y el trabajo de generaciones.

Cada copa refleja la identidad de una región, el clima que la vio nacer y las manos que la elaboraron. Los visitantes no solo descubren vinos, sino también formas de vida, saberes ancestrales y una hospitalidad que convierte cada recorrido en una vivencia auténtica y emocional.

Argentina se consolida así como un destino enoturístico de clase mundial, donde la sostenibilidad, la gastronomía y la calidez de su gente se entrelazan para ofrecer experiencias maravillosas.

Croacia y sus regiones del vino

Foto: Istria – Wine tourism.com


Historia

La viticultura en Croacia tiene raíces profundas que se remontan a tiempos antiguos. Se cree que los griegos introdujeron la vid en la región costera en el siglo VI a.C., estableciendo colonias como Isa en la isla de Vis.
Durante la época romana, la producción de vino se expandió, y en la Edad Media, los monasterios desempeñaron un papel crucial en la preservación y transmisión de conocimientos vitivinícolas. A lo largo de los siglos, Croacia ha mantenido una tradición vitivinícola rica y diversa, adaptándose a sus variados terroirs y estilos.

Clima y Geografía

Croacia presenta una diversidad geográfica y climática notable que influye directamente en la viticultura. El país se divide en dos grandes zonas climáticas: la continental y la costera. La región continental experimenta inviernos fríos y veranos cálidos, con una amplitud térmica significativa, lo que favorece la producción de vinos blancos con buena acidez y frescura. Por otro lado, la región costera disfruta de un clima mediterráneo, con inviernos suaves y veranos calurosos, ideal para el cultivo de variedades tintas robustas y blancos aromáticos.

El relieve croata es variado, con llanuras fértiles en el este y montañas en el oeste.
Las regiones del vino se distribuyen en terrazas, colinas y valles fluviales, lo que proporciona una exposición solar óptima y una diversidad de suelos que van desde calcáreos hasta arcillosos, contribuyendo a la complejidad y singularidad de los vinos croatas.

Regiones del Vino

Croacia, con una historia vitivinícola que combina tradición, paisaje y diversidad climática en cada copa. A lo largo de su territorio se distinguen tres grandes regiones productoras: Croacia Continental, Istria y Kvarner, y Dalmacia, cada una con su identidad, variedades autóctonas y estilos únicos de vino. Cada una de estas regiones se subdivide en subregiones o vinogorje, que son áreas geográficas delimitadas con características vitivinícolas particulares.

Para quienes buscan profundizar en la riqueza vinícola de Croacia, el sitio Croatian.wine ofrece una guía detallada sobre las variedades de uvas autóctonas del país. Desde la emblemática Malvazija Istarska en Istria hasta la poderosa Plavac Mali en Dalmacia, pasando por variedades menos conocidas como Grk, Babić y Maraština, este recurso proporciona información sobre el origen, las características sensoriales y las mejores combinaciones gastronómicas de cada variedad. Además, ofrece una visión integral de las regiones vinícolas croatas, facilitando a los amantes del vino una comprensión profunda de la diversidad y calidad del vino croata.

Croacia Continental

Esta región se caracteriza por su clima continental, con inviernos fríos y veranos cálidos. Es conocida por la producción de vinos blancos frescos y aromáticos, aunque también se elaboran tintos de buena calidad.

Moslavia: Situada al este de Zagreb, es famosa por sus vinos blancos ligeros y frescos, elaborados principalmente con Graševina, una de las uvas más emblemáticas de Croacia. Las colinas bien expuestas al sol y los suelos fértiles garantizan vinos de gran expresión aromática.

Plešivica: Cerca de la capital, Zagreb, Plešivica se destaca por sus espumosos de alta calidad, elaborados mediante el método tradicional. El clima fresco y los suelos calcáreos dan origen a vinos elegantes, de alta acidez y perfil mineral, comparados muchas veces con los de Champagne.

Prigorje–Bilogora: Esta subregión, que rodea la ciudad de Zagreb, produce principalmente vinos blancos de acidez marcada y aromas frutales, ideales para acompañar la cocina local, rica en carnes blancas y platos tradicionales.

Zagorje–Međimurje: En el norte, cerca de la frontera con Eslovenia y Hungría, esta zona elabora vinos frescos y ligeros con variedades autóctonas como Pušipel y Graševina. Sus paisajes ondulados y la fuerte influencia cultural de los países vecinos la convierten en una de las regiones más pintorescas y visitadas del país.

Istria y Kvarner

Esta región costera se caracteriza por su clima mediterráneo, con inviernos suaves y veranos calurosos. Es reconocida por la producción de vinos blancos aromáticos y tintos de cuerpo medio.

En el extremo occidental, esta región costera disfruta de un clima mediterráneo, con inviernos suaves y veranos cálidos. La influencia del mar Adriático y la herencia italiana se reflejan tanto en la gastronomía como en los estilos de vino, donde predominan la elegancia y la frescura.

Kvarner: Esta subregión incluye la isla de Krk y parte de la costa adriática. Los vinos aquí son frescos y ligeros, con un perfil salino y mineral que proviene directamente de la brisa marina. La variedad Žlahtina, cultivada principalmente en Krk, es símbolo de la viticultura insular croata.

Istria: La península de Istria es el corazón del vino blanco croata. Su uva insignia, la Malvazija Istarska, da origen a vinos aromáticos, con notas cítricas, florales y una textura sedosa. También se elaboran tintos expresivos con Teran, una variedad que aporta acidez vivaz y sabores a frutos rojos. Las bodegas locales combinan técnicas ancestrales con una marcada identidad regional.

Dalmacia

Ubicada en la costa sur del país, Dalmacia es la región más cálida y soleada, con una larga tradición que se remonta a la época de los griegos y romanos. Su geografía de montañas y terrazas frente al mar crea condiciones ideales para variedades autóctonas tintas como Plavac Mali, emparentada genéticamente con el Zinfandel de California.

  • Zadar: Con suelos rocosos y una intensa exposición solar, produce vinos tintos robustos, de taninos firmes y excelente estructura.
  • Šibenik: Con tintos de cuerpo medio y equilibrada acidez, esta zona ofrece vinos expresivos con notas de frutos negros y especias.
  • Split: En esta región, los vinos tintos alcanzan gran complejidad y capacidad de guarda, manteniendo siempre un sello mediterráneo.
  • Dubrovnik: La más austral y pintoresca de las subregiones, donde los viñedos en terrazas descienden hacia el mar. Sus vinos, elaborados con Plavac Mali, son intensos, aromáticos y reflejan de manera pura el espíritu dálmata.


Gastronomía

Foto: https://www.220stopinjposevno.com/


La cocina de Croacia es un reflejo de su rica historia y diversidad cultural, influenciada por las tradiciones eslavas del interior y las influencias mediterráneas de la costa. Cada región ofrece una variedad de platos que se han perfeccionado a lo largo de los siglos, utilizando ingredientes locales y técnicas culinarias tradicionales.

Croacia Continental

En el interior del país, la gastronomía se caracteriza por platos sustanciosos y sabrosos, ideales para el clima continental. Las carnes ahumadas, los guisos y los embutidos son comunes en esta región.

  • Zagorje y Međimurje: En estas regiones del norte, los platos a base de cerdo son predominantes. El meso’z tiblice, un jamón de cerdo ahumado, es un manjar local. También son populares los ćevapčići, pequeñas salchichas de carne picada, y el kulen, un embutido picante de cerdo. Estos platos se acompañan con vinos blancos frescos y ligeros, como el Graševina, que complementan perfectamente los sabores ahumados
    y especiados de la carne.
  • Lika y Gorski Kotar: En estas regiones montañosas, la carne de caza es protagonista.
    El goulash de ciervo o jabalí, cocinado con hierbas locales y servido con patatas o chucrut, es una especialidad. Los vinos tintos robustos, como el Plavac Mali, armonizan bien con la intensidad de estos guisos.

Istria y Kvarner

La península de Istria y la región de Kvarner, en la costa occidental, ofrecen una cocina que combina influencias mediterráneas con tradiciones locales.

  • Istria: La trufa es un ingrediente destacado en esta región. Se utiliza en platos como la pasta casera fuži con salsa de trufa y en el aceite de oliva aromatizado. Los calamares y el pulpo a la parrilla también son comunes. Los vinos blancos aromáticos, como la Malvazija, y los tintos de cuerpo medio, como el Teran, son ideales para acompañar estos platos.
  • Kvarner: En esta región costera, los mariscos frescos son esenciales. El brudet, un guiso de pescado con tomate y vino blanco, es un plato tradicional. Se sirve comúnmente con polenta o arroz. Los vinos blancos secos y ligeros complementan la frescura del marisco y la acidez del tomate.

Dalmacia

La región costera de Dalmacia es conocida por su cocina basada en pescados y mariscos, influenciada por las tradiciones mediterráneas.

Islas Dálmatas: En las islas, la cocina se centra en ingredientes frescos y locales, como aceitunas, hortalizas y pescados. El soparnik, una empanada rellena de acelgas, es una especialidad de la isla de Čiovo. Los vinos frescos y ligeros, como el Grk, maridan bien con estos sabores sencillos aunque sabrosos.

Dalmacia Central y del Sur: Los pescados a la parrilla, como el atún y la dorada (pescado blanco), son comunes, así como el crni rižot, un risotto negro con tinta de calamar. El brudet también es popular en esta región. Los vinos tintos robustos y los blancos con notas salinas, como el Pošip, son excelentes acompañantes para estos platos.

Recorrer las regiones del vino en Croacia es mucho más que una experiencia enológica: es un viaje en el tiempo. Entre viñedos que crecen sobre antiguos suelos romanos y bodegas que miran al Adriático, cada copa invita a descubrir una historia donde el legado y la pasión siguen vivos.
Croacia, tierra de contrastes y tradiciones, brinda al viajero la oportunidad de saborear su historia, un sorbo a la vez.

Jerez, cuna de vinos legendarios: desde el Fino hasta el Pedro Ximénez

Foto: Bodegas Fundador


¿Sabías que Jerez de la Frontera, en el sur de España, es el hogar de algunos de los vinos más legendarios del mundo? Junto a Sanlúcar de Barrameda y El Puerto de Santa María, el llamado Marco de Jerez, protegido por la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry es la más antigua de España.
Su nombre, «Sherry», proviene de la adaptación inglesa del nombre español «Jerez».
La singularidad de estos vinos nace de la combinación de tres factores: el suelo blanco de albariza, el clima atlántico y el sistema de crianza de soleras y criaderas logran complejidad y constancia.

El origen de una leyenda

La historia de Jerez se remonta a los fenicios, que en el siglo IX a.C. introdujeron la vid en la región, seguida por los romanos, quienes expandieron el comercio del vino y perfeccionaron las técnicas de producción. Durante la época árabe (siglos VIII a XIII) se aportaron importantes conocimientos agrícolas y de destilación, que influyeron en la elaboración del vino. A partir del siglo XVI, Jerez vivió un auge en las exportaciones, especialmente hacia Inglaterra y América, consolidando su prestigio internacional. Aunque en el siglo XIX la filoxera afectó gravemente los viñedos, la industria supo reinventarse y, hoy, Jerez vive un renacimiento en la alta gastronomía y el enoturismo, con un reconocimiento mundial que lo mantiene como un referente histórico y cultural de la vitivinicultura.

El secreto de estos vinos comienza en sus suelos. En el Marco de Jerez se encuentran los Pagos del Sherry, zonas vitivinícolas privilegiadas que concentran los mejores viñedos: Macharnudo, Carrascal y Balbaína.
La albariza, un suelo blanco y poroso que refleja la luz solar y retiene la humedad, junto con el clima atlántico y la influencia de los vientos de levante y poniente, crea las condiciones ideales para el cultivo de la uva Palomino Fino, base de la mayoría de los Jerez.
Cada pago tiene su personalidad: Macharnudo aporta estructura y mineralidad; Balbaína, frescura y elegancia; y Carrascal, intensidad y carácter. Juntos conforman el corazón del territorio que da vida a vinos únicos en el mundo.


Las uvas y el arte de su elaboración

Los vinos de Jerez se elaboran principalmente con tres variedades: Palomino Fino, la reina del Marco, responsable de los estilos secos; Pedro Ximénez (PX) y Moscatel, utilizadas para los vinos dulces naturales.
El proceso de elaboración es tan singular como su historia. Tras la fermentación, los vinos se clasifican según su estructura: los más ligeros se destinan a crianza biológica, bajo un velo de levaduras llamado flor, y los más robustos a crianza oxidativa, donde el vino envejece en contacto con el aire.
Todo se desarrolla en el sistema de criaderas y solera, un método de envejecimiento dinámico que combina vinos jóvenes con más añejos, garantizando constancia y complejidad aromática.


El sistema de criaderas y soleras

Uno de los aspectos más fascinantes del Jerez es su sistema de crianza, conocido como “criaderas y soleras”. Este método, único en el mundo, permite mantener un estilo constante y una calidad excepcional año tras año.
Las criaderas son las filas de barricas donde reposan los vinos más jóvenes, mientras que la solera es la última fila, la más cercana al suelo, que contiene el vino más viejo y complejo.
Cuando se embotella Jerez, se extrae solo una parte del vino de la solera, que se reemplaza con vino de la criadera inmediatamente superior. Este proceso se repite sucesivamente, de modo que los vinos más nuevos se van nutriendo de los más viejos.
El resultado es una mezcla armónica, con una continuidad de estilo y profundidad que solo el paso del tiempo puede conferir. Es una crianza viva, donde cada barrica guarda la memoria líquida de generaciones.
Descrubrí el fascinante sistema de crianza dinámica de los vinos de Jerez en este video que muestra cómo se aplica el método de criaderas y soleras paso a paso. https://youtu.be/kQoq9hUIrd4

Estilos de Jerez

Los vinos de Jerez se distinguen por su crianza biológica u oxidativa, y cada estilo tiene su carácter único. Los finos y manzanillas, secos, ligeros y salinos, se desarrollan bajo un velo de levaduras llamado flor y son ideales como aperitivo, acompañando tapas, jamón ibérico, aceitunas, mariscos o sushi.
Los amontillados, que comienzan bajo flor y luego pasan a crianza oxidativa, despliegan notas de frutos secos y combinan con alcachofas, consomés y quesos curados. Los olorosos, totalmente oxidativos, son robustos y con cuerpo, perfectos para carnes estofadas, guisos, caza o quesos azules. Los raros y elegantes palos cortados combinan la finura del amontillado con la potencia del oloroso, acompañando foie gras, rabo de toro o quesos intensos. En el universo dulce, los Pedro Ximénez (PX) y Moscatel, de uvas pasificadas y aromas de pasas e higos, se lucen con postres de chocolate, helados, quesos azules o como salsa sobre frutas y foie. Por último, los Cream y Medium son mezclas de vinos secos y dulces, muy populares en la exportación.

Por qué Jerez es tan famoso

Jerez ha sabido conquistar al mundo desde hace siglos. Su historia se remonta a los fenicios, que introdujeron la vid en la región, y los romanos, que consolidaron la viticultura y el comercio. Durante la Reconquista, los vinos de Jerez comenzaron a exportarse masivamente, especialmente a Inglaterra, donde Shakespeare los menciona como Sherry Sack. Fueron consumidos en las cortes europeas durante siglos y su prestigio perdura hasta hoy. Además, la Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry, creada en 1933, protege su legado y asegura la calidad y autenticidad del vino. Su versatilidad, que permite ir del aperitivo a los postres más dulces, y su capacidad de expresar historia y terroir lo convierten en un icono mundial.


Maridajes clásicos

El Jerez es un vino gastronómico por excelencia, capaz de acompañar desde un aperitivo hasta el postre con una elegancia única.
Un Fino o Manzanilla realza el sabor de jamón ibérico, mariscos, sushi o aceitunas, gracias a su frescura y su toque salino.
El Amontillado se luce junto a quesos curados, sopas, setas (hongos) o aves, aportando matices de frutos secos y una estructura envolvente.
El Oloroso, más corpulento y oxidativo, es ideal con carnes de caza, guisos tradicionales, pato o estofados de larga cocción.
Los Palo Cortado combinan muy bien con foie gras, rabo de toro y quesos intensos, donde su complejidad y equilibrio entre finura y potencia encuentran un contrapunto delicioso.
El Pedro Ximénez, con su dulzura aterciopelada, acompaña postres de chocolate amargo, helados cremosos, frutos secos o quesos azules, convirtiendo cada bocado en una experiencia sublime.

Foto: Pinterest


Enoturismo en el Marco de Jerez: una experiencia sensorial única

El enoturismo en el Marco de Jerez ofrece una experiencia que despierta todos los sentidos. Las bodegas, algunas con siglos de historia, abren sus puertas para visitas guiadas, catas y eventos especiales, permitiendo descubrir los secretos de la crianza bajo el sistema de soleras y criaderas. Además, la ruta del vino permite paseos por viñedos, degustaciones gastronómicas y actividades culturales que combinan tradición, innovación y hospitalidad. El Marco de Jerez se convierte así en un destino enoturístico de primer nivel, ideal para quienes aman el vino y la cultura.

La Ruta del Vino y Brandy del Marco de Jerez, que abarca municipios como Jerez, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de Barrameda y Chipiona, reune a más de un centenar de establecimientos que ofrecen experiencias únicas en torno a la cultura del sherry.
Desde catas en bodegas históricas hasta alojamientos entre viñedos, pasando por talleres de cata y maridaje, cada rincón del Marco invita a sumergirse en su rica tradición vinícola.

Eventos como el Festival de Jerez, la Fiesta de la Vendimia y el Día Mundial del Enoturismo enriquecen la oferta, permitiendo a los visitantes disfrutar de música, danza, gastronomía y, por supuesto, excelentes vinos. Además, la cercanía con el Parque Natural de Doñana ofrece la posibilidad de combinar la experiencia enológica con la belleza natural de la región.

Más que un vino, Jerez es historia, tradición y cultura. Su capacidad de adaptarse a distintos momentos y platos lo convierte en un tesoro para quienes amamos descubrir el mundo a través de una copa.
Cada botella es esencia de Andalucía, un puente entre siglos de técnica y pasión que nos invita a disfrutar, aprender y compartir.

Pétrus: la joya de Pomerol que conquistó al mundo

Typical vineyards near Chateau Petrus, Pomerol


Hablar de Pétrus es hablar de un mito. Este vino nacido en el pequeño distrito de Pomerol, en Bordeaux, se transformó en sinónimo de exclusividad y excelencia. Sus botellas alcanzan precios astronómicos y son deseadas por coleccionistas, críticos y amantes del vino en todo el mundo. ¿Qué tiene de especial este vino?


Los orígenes

El viñedo de Pétrus se encuentra en la meseta de Pomerol, un terroir único marcado por arcillas azules profundas, que ofrecen condiciones ideales para el cultivo de la Merlot, la uva emblema de la bodega.

Las primeras referencias a Pétrus aparecen en el siglo XVIII, cuando la familia Arnaud plantó vides en la zona. Su nombre proviene del apóstol San Pedro (Pétrus en latín), y desde entonces fue cultivando un halo de tradición y solemnidad.

La bodega Pétrus

La bodega Pétrus refleja la misma excelencia y meticulosidad que se encuentran en sus vinos. Aunque pequeña en tamaño, cada rincón está pensado para maximizar la calidad de la uva y la precisión de la vinificación.

  • Instalaciones modernas con enfoque artesanal: la bodega combina tecnología de punta con técnicas tradicionales, asegurando un control óptimo de la fermentación y la crianza.
  • Crianza en barricas de roble francés: cada barrica se selecciona cuidadosamente y se renueva según las necesidades de cada añada, garantizando consistencia y elegancia en el vino.
  • Atención a cada detalle: desde la recepción de la uva hasta el embotellado, todo el proceso es supervisado minuciosamente, reflejando el compromiso de Pétrus con la excelencia.
  • Filosofía centrada en el terroir: cada decisión busca respetar y potenciar las características únicas del viñedo, dejando que el suelo, el clima y la Merlot se expresen plenamente.
  • Innovación y tradición de la familia Moueix: bajo su dirección, la bodega combina estrategia comercial y excelencia enológica, posicionando a Pétrus en mercados exclusivos de todo el mundo.
  • Selección de uvas y vinificación: la bodega realiza cosechas manuales y una selección estricta de racimos, asegurando que solo las mejores uvas ingresen al proceso de vinificación.
  • Un espacio que respira historia: cada rincón refleja la herencia de Madame Loubat y el respeto por un legado centenario, donde cada decisión busca honrar la tradición y la leyenda de Pétrus.

La bodega, aunque discreta, se ha convertido en un símbolo de prestigio y precisión, donde cada acción está orientada a crear vinos que sean fiel reflejo de Pomerol y de la visión de Madame Loubat y la familia Moueix.

La construcción de la leyenda

En el siglo XIX, Pétrus comenzó a figurar en subastas y cartas de prestigiosos restaurantes de París, pero no alcanzaba aún la fama de otros vinos de Bordeaux. La gran transformación llegó en el siglo XX, con la familia Loubat.

En particular, Madame Loubat, heredera visionaria, entendió el potencial de la finca. Decidió apostar por una viticultura exigente y por la Merlot como protagonista.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Pétrus comenzó a aparecer en mesas aristocráticas y hasta en cenas de Estado. Incluso se cuenta que en la boda de la reina Isabel II de Inglaterra, en 1947, los invitados degustaron este vino, consolidando así su prestigio internacional.

El papel de la familia Moueix, que asumió la comercialización y luego la propiedad, también fue clave. Con gran habilidad supieron ubicar a Pétrus en mercados exclusivos, convirtiéndolo en un vino de culto.
A diferencia de otras regiones de Bordeaux, Pomerol no fue incluida en la clasificación oficial de 1855. Sin embargo, Pétrus ha construido su leyenda a partir de la excelencia constante, el prestigio internacional y una historia que habla por sí sola.

Ubicado en Pomerol, una pequeña denominación de la margen derecha de Burdeos, el viñedo de Pétrus tiene apenas 11,4 hectáreas. Allí, el suelo de arcilla azul, rico en minerales como hierro y con un tono gris azulado cuando está húmedo, junto con el clima, favorecen como pocos a la Merlot, la única variedad utilizada en su elaboración.

Este terroir, sumado a un trabajo artesanal minucioso, da origen a un vino que es sinónimo de elegancia, profundidad y longevidad. Un vino de culto 100 % Merlot, concentrado, complejo, de textura sedosa y con gran capacidad de guarda.


¿Qué lo hace único?

  • Producción extremadamente limitada: entre 25.000 y 30.000 botellas al año.
  • Suelos excepcionales de arcilla azul.
  • Cosecha manual rigurosa de las uvas y selección estricta (a veces se quitan hasta la mitad de los racimos mediante vendimia en verde).
  • Crianza en barricas nuevas entre 18 y 26 meses.
  • Reputación construida con visión, constancia y excelencia.
  • Alta demanda internacional y escasa oferta.
  • Presencia destacada en subastas y colecciones privadas.



Pétrus en la actualidad

Hoy, bajo la dirección de la familia Moueix, Pétrus sigue siendo uno de los vinos más codiciados del planeta.
Cada añada se convierte en noticia y sus precios en subastas superan los de muchos Premier Crus de Bordeaux. Para algunos, es el vino que mejor representa la esencia de Pomerol; para otros, es una joya inalcanzable y admirada.

El arte del maridaje con Pétrus

Si bien pocas personas pueden acceder a una botella, soñar con sus maridajes es un ejercicio delicioso:

  • Carnes rojas y caza: el Pétrus joven, con su potencia y frutosidad, armoniza con carnes asadas, cordero o pato.
  • Platos con trufa: las notas terrosas del vino se potencian con el perfume de la trufa negra, un maridaje clásico.
  • Cocina francesa tradicional: estofados, confit de canard o un boeuf bourguignon elevan la experiencia.

Un consejo de sommellerie: disfrutar un Pétrus requiere tiempo. Servirlo en copas amplias y permitir que respire ayuda a que despliegue toda su grandeza.

Pétrus no es solo un vino, es un símbolo. Un recordatorio de que en una pequeña parcela de Pomerol, Burdeos, se puede forjar una de las mayores leyendas de la vitivinicultura. Y aunque su precio lo mantenga fuera del alcance de la mayoría, la historia y la magia de Pétrus inspiran a todos los que amamos el vino.

Brindemos por el Día del Prosecco



Hoy, 13 de agosto, celebramos esas burbujas italianas que invitan a disfrutar la vida con frescura y alegría.

El Prosecco se elabora principalmente con la uva Glera, trabajada bajo el método Charmat-Martinotti, en el que la segunda fermentación ocurre en tanques de acero inoxidable. Este proceso conserva toda su vivacidad, realzando sus aromas frutales, como pera y manzana verde, y sus delicadas notas florales, que lo hacen tan fácil de disfrutar.

Un poco de historia

El Prosecco tiene raíces antiguas. Su nombre proviene de la localidad de Prosecco, cerca de Trieste, y ya era mencionado en escritos del siglo XVIII. Sin embargo, fue durante el siglo XX que comenzó a ganar popularidad más allá de Italia, gracias a su frescura, versatilidad y accesibilidad.

A diferencia del champagne, que se fermenta en botella, el Prosecco utiliza el método Charmat, es decir partiendo de un vino base se realiza la segunda fermentación en tanques de acero inoxidable, lo que preserva la fruta y el aroma natural de la uva. Su tradición está protegida por la Denominación de Origen Controlada (DOC y DOCG), con epicentro en las colinas de Conegliano-Valdobbiadene y otras zonas del noreste de Italia, especialmente Véneto y Friuli-Venezia Giulia. La combinación de suelos, brisas y clima fresco le otorga ese carácter vibrante y elegante que lo distingue.

Mi experiencia en Italia

Tuve la oportunidad de degustarlo por primera vez en Rímini, junto a mi compañera de ferias de turismo, Marta Sanchez. Después de largas jornadas de trabajo, nos escabullíamos por las calles de esta hermosa ciudad veraniega para vivir el aperitivo italiano: una copa de Prosecco fresco, risas y ese ambiente encantador que solo Italia sabe crear.

¿Por qué celebramos el Día del Prosecco?

Cada 13 de agosto, Italia y los amantes del vino en todo el mundo celebran el Día del Prosecco, en reconocimiento a su historia, su tradición y su capacidad de acompañar momentos de celebración. Es un recordatorio de que el vino no es solo una bebida, sino una experiencia cultural que une gente, historias y paisajes.

Un brindis por las burbujas, los viajes y esos momentos que se convierten en recuerdos imborrables.

España y sus regiones del vino

Foto: Vinos de Galicia – Rias Baixas

España es uno de los países con mayor tradición vitivinícola del mundo y el tercer país más grande de Europa.
Se extiende desde los Pirineos que forman la frontera con Francia al norte, hasta el estrecho de Gibraltar al sur, que se encuentra a solo 15 kilómetros de África.

La vid ya existía en la península Ibérica entre los años 4.000 y 3.000 a.C. Fueron los fenicios, al fundar Gadir (actual Cádiz) en el año 1.100 a.C., quienes impulsaron el cultivo y comercio del vino. Más adelante, griegos, cartagineses y romanos ampliaron la superficie cultivada y perfeccionaron las técnicas.

En la Edad Media, los monasterios jugaron un rol clave en la conservación del saber vitivinícola. Ya en el siglo XII, regiones como Jerez y Cataluña comenzaron a destacarse como productoras.

A partir del siglo XIV, la viticultura española adquirió peso propio y calidad exportable.
En 1492, con la unificación del reino bajo los Reyes Católicos y el descubrimiento de América, se abrieron nuevas rutas comerciales. Cádiz y Málaga florecieron como puertos exportadores. El vino de Jerez, conocido como «sack», se volvió muy apreciado en Inglaterra.

La guerra entre España e Inglaterra en el siglo XVI cortó el comercio, que solo se reanudó con vigor a mediados del siglo XVII. Jerez y Málaga vivieron entonces un renacimiento que se vio interrumpido por conflictos posteriores.
A medidados del 1800 los comerciantes velven a levantar las ruinas y, los vinos de Jerez y Málaga recuperaron esplendor.
Aquí compartimos un recorrido por algunas de las regiones más emblemáticas.

El clima y su influencia en la vitivinicultura

España es un país de gran diversidad climática debido a su ubicación geográfica y su variada orografía. Esta diversidad influye directamente en las características de sus vinos, ya que el clima determina el ciclo de la vid, la maduración de la uva y el estilo final de los vinos. En términos generales, España presenta tres grandes tipos de clima que afectan las diferentes regiones vitivinícolas.

El clima mediterráneo es predominante en la costa este y sureste, caracterizado por inviernos suaves y veranos cálidos y secos. Esta condición favorece la producción de vinos con buena concentración de fruta y cuerpo. En el norte, especialmente en regiones como La Rioja, predominan los climas atlánticos o oceánicos, con temperaturas más moderadas, lluvias más frecuentes y una mayor humedad, lo que aporta frescura y acidez a los vinos. Por último, el interior de España presenta un clima continental, con inviernos fríos y veranos muy calurosos, condiciones que producen uvas con altos niveles de azúcar y vinos potentes y estructurados.

Esta variedad climática es una de las grandes fortalezas de España como país vitivinícola, ya que permite cultivar una amplia gama de variedades de uva y elaborar estilos de vino muy diversos, desde blancos frescos y aromáticos hasta tintos robustos y complejos, adaptados a cada terroir específico.


Clasificación de los vinos españoles

Vino de Pago (VP): Vinos provenientes de una finca o viñedo específico con características únicas, reconocidos oficialmente por sus cualidades excepcionales. son una calidad superior de vinos españoles. Tienen su propia denominación de origen. Esto significa que son únicos y exclusivos.

Vino de Mesa: Es la categoría más básica. Son vinos sin indicación geográfica específica, generalmente sin controles estrictos de calidad ni límites de variedades. Suelen ser vinos jóvenes y sencillos, destinados al consumo cotidiano.

Vino de Calidad con Indicación Geográfica (VCIG): Vinos procedentes de zonas con condiciones vitivinícolas favorables, que aún no alcanzan la denominación DO. Es una categoría intermedia que garantiza una calidad básica y una procedencia concreta.

Denominación de Origen (DO): Vinos producidos en regiones delimitadas que cumplen estrictas normativas sobre variedades autorizadas, rendimientos, métodos de cultivo y elaboración. Estos vinos reflejan las características propias del terroir y la tradición local.

Denominación de Origen Calificada (DOCa): Es la máxima distinción otorgada a regiones con una larga trayectoria de calidad constante y reconocimiento internacional. Solo dos regiones poseen esta categoría: La Rioja y Priorat. Los controles son aún más rigurosos que en la DO.

Galicia


La historia vitivinícola de Galicia, en el noroeste de España, está profundamente entrelazada con su identidad cultural y geográfica. Esta región, de clima atlántico y suelos graníticos, ha desarrollado desde la época romana una viticultura adaptada a sus condiciones húmedas, escarpadas y verdes.
En la Edad Media, fueron los monasterios los principales impulsores del cultivo de la vid, estableciendo viñedos en terrazas o “socalcos” que todavía hoy dibujan el paisaje. Galicia ha sabido mantener vivas sus variedades autóctonas, gracias al trabajo de pequeños productores y cooperativas que desde el siglo XX impulsaron una renovación cualitativa.
Con la llegada de la modernización en los años 80 y el reconocimiento de sus primeras Denominaciones de Origen, Galicia se consolidó como una tierra de vinos frescos, minerales, con fuerte personalidad y enorme proyección internacional, especialmente en blancos como el Albariño. Hoy, combina con orgullo tradición, biodiversidad y técnicas contemporáneas, posicionándose como uno de los grandes tesoros vitivinícolas de España.

Clima

El clima de Galicia es predominantemente atlántico, caracterizado por temperaturas suaves, abundantes precipitaciones y una elevada humedad relativa durante gran parte del año. Estas condiciones generan desafíos importantes para el cultivo de la vid, como el control de enfermedades fúngicas, también favorecen la obtención de vinos frescos, con buena acidez natural y una expresión aromática intensa.
En las zonas costeras, como las Rías Baixas, la influencia directa del océano Atlántico se traduce en vinos blancos vibrantes y salinos, mientras que en áreas más interiores como Ribeira Sacra o Valdeorras, con altitudes mayores y cierta continentalidad, se logran tintos elegantes y blancos de estructura firme. La diversidad climática dentro de Galicia, unida a sus suelos variados y su patrimonio de cepas autóctonas, permite una gran riqueza de estilos que reflejan fielmente el carácter único de cada subzona.

Variedades de uvas

Galicia posee un valioso patrimonio de variedades autóctonas que definen su identidad vitivinícola.
Entre las blancas, la más emblemática es la Albariño, cultivada principalmente en Rías Baixas, conocida por su frescura, acidez vibrante y perfil aromático floral y frutal. Le siguen la Godello, que da vinos más estructurados y minerales, destacando en Valdeorras y Ribeira Sacra; la Treixadura, utilizada en O Ribeiro y en algunas mezclas con otras blancas; y la Loureira, de gran carácter aromático.
También se encuentran la Caíño Blanco y la Torrontés Gallega (no es la misma que la argentina), más minoritarias aunque con gran potencial.
En cuanto a las variedades tintas, sobresale la Mencía, especialmente en Ribeira Sacra y Valdeorras, que da vinos delicados, florales y con buena acidez.
Otras tintas destacadas son la Brancellao, la Sousón, la Caíño Tinto y la Espadeiro, todas con perfiles frescos, elegantes y de marcada tipicidad atlántica. Esta diversidad de uvas permite a Galicia elaborar vinos con fuerte personalidad, muy ligados a su territorio y con creciente reconocimiento internacional.

Denominaciones de Origen

Galicia cuenta con cinco Denominaciones de Origen que reflejan la riqueza y diversidad de su paisaje vitivinícola. La más reconocida a nivel internacional es Rías Baixas, cuna del Albariño, donde predominan los vinos blancos frescos, aromáticos y con marcada acidez atlántica.
Ribeiro, una de las DO más antiguas de España, se sitúa en la confluencia de los ríos Miño, Avia y Arnoia, se especializa en blancos elaborados principalmente con Treixadura, aunque también se producen tintos interesantes.
DO Valdeorras, en el oriente gallego, sobresale por sus blancos de Godello, complejos y con gran potencial de guarda, y sus tintos de Mencía.
DO Ribeira Sacra, con sus escarpadas terrazas junto a los ríos Miño y Sil, es famosa por la Mencía, dando vinos elegantes, frescos y minerales, así como por su viticultura heroica. Finalmente, Monterrei, la menos conocida, ubicada en el sureste de Galicia, ha ganado prestigio en los últimos años gracias a sus blancos de Godello y sus tintos expresivos de Mencía y otras variedades autóctonas. Cada una de estas DO refleja un equilibrio entre tradición, diversidad varietal y condiciones climáticas únicas que hacen de Galicia una región vitivinícola singular.

Vitivinicultura heroica


En el corazón de Galicia, entre los ríos Sil y Miño, se esconde un paisaje que parece haber sido esculpido por la paciencia y la fe. Allí, en Ribeira Sacra, la viticultura no es simplemente una actividad agrícola: es un acto de devoción, casi una plegaria colgada de los acantilados.

Este territorio, cuyo nombre significa «ribeira sagrada», está salpicado de antiguos monasterios medievales que dominan los cañones. Durante siglos, los monjes cultivaron estas tierras en terrazas imposibles, talladas a mano en pendientes que a veces superan el 70%. Hoy, sus herederos —los viticultores locales— continúan esa tarea titánica que el mundo reconoce como viticultura heroica.

En Ribeira Sacra, todo se hace a mano. No hay máquinas que puedan escalar las abruptas laderas de granito y pizarra. Las uvas se vendimian con cuidado extremo, muchas veces con arneses de seguridad, y los racimos se bajan en cestas sujetas a poleas o incluso en pequeñas barcazas por el río.

La dificultad del trabajo, sumada a las bajas producciones por hectárea, convierte a cada botella en un verdadero tesoro. No es raro escuchar que hacer vino allí es “más caro que producir champán”. Y sin embargo, lo siguen haciendo. Porque ese vino cuenta una historia que no puede contarse desde otro lugar.

En Ribeira Sacra, todo se hace a mano. No hay máquinas que puedan escalar las abruptas laderas de granito y pizarra. Las uvas se vendimian con cuidado extremo, muchas veces con arneses de seguridad, y los racimos se bajan en cestas sujetas a poleas o incluso en pequeñas barcazas por el río.

La dificultad del trabajo, sumada a las bajas producciones por hectárea, convierte a cada botella en un verdadero tesoro. No es raro escuchar que hacer vino allí es “más caro que producir champán”. Y sin embargo, lo siguen haciendo. Porque ese vino cuenta una historia que no puede contarse desde otro lugar.

Asturias

Se halla ubicada en la costa norte de España, entre el mar Cantábrico y la cordillera Cantábrica, es una tierra de paisajes verdes, lluvias frecuentes y una larga tradición agrícola. Aunque es más reconocida por su sidra natural, en los últimos años ha resurgido el interés por la viticultura, especialmente en zonas como Cangas del Narcea, al suroeste de la región.

Durante siglos, el cultivo de la vid formó parte del paisaje rural asturiano, especialmente en las áreas montañosas. Sin embargo, factores climáticos, económicos y sociales provocaron su decadencia. Hoy, gracias al esfuerzo de pequeños productores y el respaldo institucional, Asturias ha vuelto a poner en valor sus vinos heroicos, cultivados en terrazas de gran pendiente y en condiciones difíciles, similares a las de algunas zonas del Douro portugués o la Ribeira Sacra gallega.

Clima y terroir

Asturias cuenta con un clima oceánico o atlántico, que se caracteriza por su alta humedad y precipitaciones abundantes durante gran parte del año, especialmente en otoño e invierno, superando en algunas zonas los 1.200 mm anuales. Las temperaturas son suaves, sin extremos marcados: los veranos son frescos y los inviernos moderadamente fríos, lo que crea un ambiente fresco y húmedo ideal para ciertos cultivos pero desafiante para la vid.
La alta humedad y los días nublados obligan a un manejo muy cuidadoso en el viñedo para evitar enfermedades fúngicas.
La región presenta microclimas de montaña, como en Cangas del Narcea, donde el relieve genera condiciones más secas, soleadas y con mayor amplitud térmica entre el día y la noche, favoreciendo la viticultura heroica. Estas condiciones climáticas moldean vinos de baja graduación alcohólica, con buena acidez natural y una frescura destacada.

Variedades de uvas

Asturias conserva un valioso patrimonio de variedades autóctonas que definen su identidad vitivinícola, especialmente en la zona de Cangas. Entre las uvas blancas destaca la Albarín Blanco, que no debe confundirse con la Albariño gallega, y que produce vinos frescos, aromáticos y con buena acidez. En tintas, la principal variedad es la Verdejo Negro o Carrasquín, que ofrece vinos con estructura moderada, taninos suaves y notas de fruta roja. Además, se cultivan otras cepas como la Mencía, que aporta elegancia y frescura, y variedades minoritarias como el Albarín Tinto y el Moscatel de Grano Menudo, que complementan la diversidad local. Estas variedades, junto con las condiciones particulares del clima y el terroir asturiano, permiten elaborar vinos con carácter singular y creciente reconocimiento.

Denominaciones de Origen

La Denominación de Origen Protegida (DOP) Cangas es el reflejo del esfuerzo por recuperar y poner en valor la viticultura tradicional de Asturias, especialmente en la comarca suroccidental de Cangas del Narcea. Esta pequeña pero emblemática DOP se caracteriza por su viticultura heroica, con viñedos situados en pendientes pronunciadas y en suelos graníticos, que requieren un trabajo manual intenso y cuidado. La DOP ampara vinos blancos, tintos y rosados elaborados con variedades autóctonas como el Albarín Blanco, la Verdejo Negro y la Mencía, que expresan la singularidad del terroir asturiano y su clima atlántico. Los vinos de Cangas destacan por su frescura, buena acidez y equilibrio, y están ganando reconocimiento tanto a nivel nacional como internacional gracias a la autenticidad y calidad que reflejan. Este proyecto es un ejemplo claro de cómo las regiones menos tradicionales pueden revitalizar su producción vitivinícola con un enfoque sostenible y respetuoso con el medio ambiente.

Castilla y León

Castilla y León es una de las regiones vitivinícolas más reconocidas de España, no solo por la extensión de sus viñedos, sino por la calidad excepcional de muchas de sus Denominaciones de Origen. Con una altitud predominante y un clima continental marcado por fuertes contrastes térmicos, sus vinos presentan una estructura y carácter únicos.
Aquí nacen algunos de los tintos más prestigiosos del país, como los de la Ribera del Duero, también blancos sorprendentes como los de Rueda. La diversidad de suelos y microclimas ha permitido el cultivo exitoso de variedades tanto autóctonas como adaptadas, consolidando la región como uno de los motores del vino español en los mercados nacionales e internacionales.

Un clima continental que forja el carácter del vino

El clima de Castilla y León es predominantemente continental, con inviernos largos y fríos y veranos calurosos y secos, lo que genera un amplio rango térmico entre el día y la noche, especialmente durante el período de maduración de la uva. Este contraste favorece la acumulación de azúcares sin perder acidez y realza la intensidad aromática de las uvas. Las precipitaciones son moderadas a bajas, concentradas en primavera y otoño, lo que reduce el riesgo de enfermedades en la vid. Muchas zonas están situadas a altitudes que superan los 700 metros sobre el nivel del mar, lo que aporta frescura y una maduración más lenta, resultando en vinos de gran elegancia, estructura y potencial de guarda.

Variedades de Uva en Castilla y León

Castilla y León se caracteriza por una gran diversidad de uvas, tanto autóctonas como foráneas, que se adaptan perfectamente a su clima continental y suelos variados.
La reina indiscutida de la región es la Tempranillo, también conocida localmente como Tinta del País o Tinto Fino, que da origen a vinos tintos estructurados, con cuerpo y gran capacidad de envejecimiento. Otras variedades tintas destacadas son la Mencía, muy presente en el Bierzo, que ofrece vinos más frescos y florales; la Garnacha Tinta, que aporta calidez y frutas maduras; la Juan García y la Bruñal, que se cultivan en Arribes y forman parte del rico patrimonio vitícola de la región. En cuanto a las blancas, la más emblemática es la Verdejo, originaria de Rueda, famosa por sus vinos frescos, aromáticos y de buena acidez. También se cultivan otras como la Albillo Mayor, que resurge en Ribera del Duero y otras zonas, ofreciendo vinos elegantes y gastronómicos; la Godello, muy valorada en el Bierzo por su complejidad y textura; y la Palomino Fino, usada históricamente en la zona de Valtiendas. Esta diversidad de cepas permite a Castilla y León ofrecer un abanico de estilos que va desde blancos vibrantes hasta tintos profundos, con una fuerte identidad territorial.

Denominaciones de Origen

Castilla y León, alberga una de las mayores concentraciones de denominaciones de origen del país, lo que refleja la extraordinaria diversidad de su paisaje, clima y variedades.

La más reconocida internacionalmente es la Denominación de Origen Ribera del Duero, en el corazón de Castilla y León, la Ribera del Duero abarca principalmente las provincias de Burgos, Valladolid, Segovia y Soria. Esta región goza de un clima continental extremo, con inviernos muy fríos y veranos calurosos, lo que genera una marcada diferencia térmica entre el día y la noche, fundamental para la correcta maduración de las uvas. La variedad predominante es la Tempranillo, conocida localmente como Tinto Fino o Tinta del País, que produce vinos potentes, estructurados y con gran capacidad de envejecimiento. Estos vinos se caracterizan por su intensidad aromática, con notas de fruta negra, especias y toques ahumados, resultado tanto de la variedad como de su tradicional crianza en barricas de roble, que aporta complejidad y suavidad. Ribera del Duero alcanzó el estatus de Denominación de Origen en 1982 y desde entonces ha sido sinónimo de calidad y prestigio internacional. La región combina técnicas modernas de vinificación con el respeto por la tradición, ofreciendo vinos que equilibran fuerza y elegancia. Además, se destaca por su enoturismo, con rutas que recorren pueblos históricos, castillos y bodegas que abren sus puertas para mostrar el proceso de elaboración y brindar experiencias únicas alrededor del vino.
La Denominación de Origen Rueda, el vino blanco español. Situada en el centro de Castilla y León, se especializa en la variedad Verdejo, que da lugar a vinos frescos, vibrantes y aromáticos, con excelente acidez y carácter varietal. También se elaboran blancos con Sauvignon Blanc y Viura, así como algunas versiones fermentadas en barrica o criadas sobre lías, que aportan complejidad y aptitud gastronómica. Los suelos pedregosos y el clima continental seco favorecen la sanidad de la uva y una maduración lenta que preserva la frescura natural. Rueda ha sabido posicionarse tanto en el mercado nacional como en el internacional, consolidando su reputación como referente en vinos blancos de calidad.

En la parte occidental de la región se encuentra DO Toro, en la provincia de Zamora y parte de Valladolid. Produce tintos robustos, intensos y longevos. La variedad principal es la Tinta de Toro, una adaptación local de la Tempranillo, caracterizada por su piel gruesa, maduración temprana y capacidad para producir vinos de gran concentración y carácter. El clima es extremo, con muy escasas lluvias y veranos intensos, lo que favorece una viticultura austera pero muy expresiva. En las últimas décadas, Toro ha despertado el interés de grandes bodegas y enólogos, que han sabido interpretar el potencial del terroir para crear vinos potentes pero también elegantes y bien equilibrados.
Ubicada en el noroeste de Castilla y León, en el límite con Galicia, la D.O. Bierzo se distingue por su paisaje montañoso, su clima más atlántico y sus suelos de pizarra y arcilla. La uva reina es la Mencía, que da origen a vinos tintos perfumados, frescos, con buena acidez y un perfil mineral que los hace muy atractivos. También se cultiva la Godello, para blancos con cuerpo, elegancia y profundidad. Bierzo vive un verdadero renacimiento, con pequeños productores que recuperan viñedos antiguos y técnicas tradicionales para crear vinos honestos y expresivos, muy valorados por críticos y consumidores internacionales.
Por su parte, la DO Cigales, Tradicionalmente conocida por sus rosados, la D.O. Cigales- ubicada al norte de Valladolid- ha comenzado a destacar también por sus tintos modernos. Las variedades principales son la Tempranillo y la Garnacha, con las que se elaboran vinos frutales, de perfil jugoso y muy versátiles. Los rosados de Cigales, elaborados con el método tradicional de sangrado, conservan una importante herencia histórica, pero en los últimos años se han reinterpretado con un enfoque de mayor calidad y refinamiento.
Castilla y León cuenta además con otras D.O. que aportan diversidad al panorama vitivinícola. Arribes, en el límite con Portugal, trabaja con variedades autóctonas como Juan García y Bruñal, dando lugar a vinos singulares y de fuerte identidad. Tierra del Vino de Zamora, Arlanza y Tierras de León también enriquecen el mapa con propuestas únicas que van desde tintos potentes hasta blancos ligeros y rosados expresivos. Otras zonas con producción más limitada pero creciente prestigio son Valtiendas y Valles de Benavente. Además, la mención Vino de la Tierra de Castilla y León permite mayor flexibilidad varietal y estilística, acogiendo proyectos innovadores y etiquetas modernas que no se ajustan a los marcos clásicos pero mantienen la calidad y el respeto por el origen.
La D.O. Sierra de Salamanca se destaca por su apuesta por la uva Rufete, una variedad autóctona que da lugar a vinos delicados, frescos y con una identidad muy marcada por el suelo granítico de la zona.
Por su parte, la D.O. Cebreros está recuperando viñedos antiguos de Garnacha plantados en terrazas de montaña, en suelos de pizarra y granito, dando origen a vinos vibrantes, con carácter mineral y un gran potencial de guarda. Esta región está revitalizando el espíritu vitícola de Gredos, con un enfoque que conjuga tradición y una mirada contemporánea.


Rioja


Una de las regiones más reconocidas, famosa por sus tintos elaborados con la uva Tempranillo.
La historia vitivinícola de La Rioja se remonta a la época romana, cuando ya se cultivaban viñedos en esta región debido a su clima favorable y sus suelos aptos para la vid. A lo largo de los siglos, la tradición del vino fue consolidándose y convirtiéndose en una parte esencial de la cultura local.
Fue durante el siglo XIX cuando La Rioja experimentó un cambio trascendental con la llegada de enólogos franceses que huían de la plaga de filoxera que devastaba sus viñedos. Estos expertos trajeron consigo nuevas técnicas de elaboración y crianza, entre ellas el uso del roble para el envejecimiento del vino, que aportó un carácter único y distintivo a los vinos riojanos. Este legado marcó un antes y un después, permitiendo que la región se destacara por la calidad y elegancia de sus vinos.
En 1991, La Rioja fue reconocida oficialmente como la primera Denominación de Origen Calificada (DOCa) de España, un sello que certifica su prestigio y excelencia. Hoy, La Rioja continúa siendo un referente mundial del vino, combinando tradición e innovación, y preservando una historia rica y apasionante que se refleja en cada botella.

Variedades de uva en Rioja

En Rioja, la uva tinta que reina es, sin dudas, la Tempranillo, reconocida por aportar vinos elegantes, estructurados y con gran capacidad de envejecimiento. Esta variedad es la base de la mayoría de los vinos tintos riojanos y se combina habitualmente con otras variedades autóctonas que aportan complejidad y carácter. La Garnacha tinta añade volumen y notas frutales, mientras que la Graciano contribuye con acidez y capacidad de guarda, equilibrando la estructura del vino.
Otras variedades como el Mazuelo, también conocido como Cariñena, aportan intensidad color y taninos, que enriquecen la textura. En cuanto a las uvas blancas, la Viura (o Macabeo) es la más cultivada, reconocida por su frescura y aromas florales, complementada por otras variedades como la Malvasía y la Garnacha blanca. En años recientes, se han incorporado nuevas uvas blancas autóctonas, como la Tempranillo blanco y la Maturana blanca, que amplían la diversidad y calidad de los vinos blancos de la región.


Denominaciones de Origen

Dentro de la región se encuentra la Denominación de Origen Calificada Rioja (DOCa Rioja), la primera en recibir este estatus en España, en 1991. Esta denominación se divide en tres zonas con características particulares:
Rioja Alta, con un clima más atlántico, produce vinos elegantes, estructurados y con gran capacidad de guarda.
Rioja Alavesa, situada al norte del Ebro en el País Vasco, da vinos con buena acidez, cuerpo medio y gran equilibrio.
Rioja Oriental (antiguamente Rioja Baja), con mayor influencia mediterránea, produce vinos más cálidos, de fruta madura y mayor graduación.

Además, en los últimos años, la DOCa Rioja ha incorporado nuevas indicaciones que apuntan a una mayor especificidad del origen, como los Vinos de Municipio y los Vinos de Viñedo Singular, que destacan la identidad de origen y la procedencia de parcelas únicas con prácticas más exigentes.

Rioja es sinónimo de tradición, aunque también de evolución. A la par de los clásicos crianzas, reservas y grandes reservas, hoy emergen vinos con menor intervención en bodega, más expresivos del terruño y con una nueva mirada hacia el viñedo.


País Vasco

La historia de la vitivinicultura en el País Vasco es antigua y está profundamente ligada a su paisaje costero, a la tradición agrícola y al espíritu de autosuficiencia de sus comunidades. Existen registros que datan del siglo IX, cuando ya se cultivaba vid en algunas zonas del litoral vasco.
Durante la Edad Media, la producción de vino era una actividad relevante en conventos y monasterios, y muchos pueblos vascos contaban con normas propias para regular la vendimia, la comercialización y el consumo local. El Txakoli, tal como lo conocemos hoy, tiene sus raíces en estos vinos artesanales que se elaboraban en caseríos rurales para el autoconsumo, elaborados con uvas locales resistentes al clima húmedo y al viento marino. Durante los siglos XIX y XX, la vitivinicultura vasca sufrió una fuerte crisis: la competencia de otros vinos, la migración rural y la aparición de enfermedades como la filoxera llevaron al abandono de muchos viñedos, quedando el Txakoli relegado a una producción muy limitada, casi doméstica. Sin embargo, a partir de la década de 1980, comenzó una recuperación consciente y comprometida de esta tradición. Se replantaron viñas, se protegieron variedades autóctonas como la Hondarrabi Zuri, y se modernizó la elaboración, siempre con respeto por el carácter atlántico y local del vino. El reconocimiento oficial llegó con la creación de las denominaciones de origen a partir de 1989, marcando un renacimiento que posicionó al Txakoli no solo como símbolo cultural vasco, sino como un vino de calidad y personalidad, apreciado en todo el mundo.

Clima

El clima del País Vasco se caracteriza por su marcada influencia atlántica. Predominan las temperaturas suaves durante todo el año y una alta humedad ambiental, especialmente en la franja costera, donde la lluvia es frecuente. Estas condiciones climáticas hacen que el cultivo de la vid presente ciertos desafíos, por otra parte otorgan a los vinos de esta región una personalidad única: frescos, livianos y de moderado contenido alcohólico. En zonas más resguardadas del interior, como Álava, el clima se torna algo más continental, con mayor amplitud térmica y menos precipitaciones, lo que permite una viticultura algo más estable y diversificada.

Variedades de uva

En cuanto a las variedades de uva, el País Vasco es conocido principalmente por sus cepas autóctonas. En los blancos, la protagonista indiscutida es la Hondarrabi Zuri, una uva que da origen a vinos frescos, con buena acidez, notas cítricas, florales y ligeramente salinas. También se cultivan en menor medida otras blancas como la Petit Courbu o la Gros Manseng, aunque siempre en el marco de ensambles muy puntuales. En el caso de los tintos, la uva más representativa es la Hondarrabi Beltza, variedad tinta de perfil ligero y frutado, con baja graduación alcohólica y taninos suaves, ideal para vinos jóvenes y frescos, pensados para ser bebidos en el año.

El sistema de calidad del vino en el País Vasco se estructura en torno a tres denominaciones de origen reconocidas, que reflejan tanto la diversidad geográfica como cultural de la región. D.O. Getariako Txakolina, ubicada en la provincia de Gipuzkoa, es probablemente la más conocida. Sus vinos, principalmente blancos, son elaborados con Hondarrabi Zuri y se distinguen por su frescura, burbuja natural (ligeramente espumosos) y un perfil seco y salino que armoniza perfectamente con la cocina costera vasca.

En Bizkaia se encuentra la D.O. Bizkaiko Txakolina, una denominación que comparte la base varietal con Getaria pero que ofrece matices diferentes gracias a la geografía más montañosa y protegida. Los vinos aquí son quizás más estructurados y complejos, con blancos algo más amplios y algunos tintos interesantes de Hondarrabi Beltza que están ganando presencia.

Por último, en Álava se sitúa la D.O. Arabako Txakolina, la más pequeña y menos conocida de las tres, aunque con un potencial creciente. Su ubicación más interior y su clima algo más seco favorecen una expresión más definida y madura de las uvas, dando lugar a vinos de mayor volumen en boca, sin perder la frescura característica del txakoli.

Navarra

Navarra, situada al norte de España y lindando con La Rioja y el País Vasco, es una región vitivinícola que combina la influencia atlántica con la mediterránea, lo que le otorga una gran diversidad climática y una rica variedad de estilos de vino. Con una historia que se remonta a la época romana, Navarra ha sabido preservar sus tradiciones mientras incorpora técnicas modernas, logrando vinos frescos, aromáticos y con excelente equilibrio. Esta combinación de factores ha posicionado a Navarra como una zona de referencia para los amantes del vino que buscan calidad y variedad en una misma región.

Clima y terroir en Navarra

El clima de Navarra es muy variado debido a su ubicación y altitud. En las zonas más cercanas al Pirineo predominan condiciones atlánticas, con temperaturas frescas y mayor humedad, ideales para la producción de vinos blancos frescos y tintos ligeros. Hacia el sur, el clima se vuelve más mediterráneo, con veranos cálidos y secos que favorecen la maduración de variedades tintas más potentes. Los suelos en Navarra son igualmente diversos, desde terrenos arcillosos y calcáreos hasta arenas y limos, que aportan riqueza y personalidad a los vinos elaborados en cada zona.

Navarra cuenta con una notable diversidad de variedades de uva, lo que le permite elaborar vinos muy variados en estilo y carácter. La Garnacha, histórica protagonista de la región, especialmente en la elaboración de rosados frescos y frutados, ha ido cediendo protagonismo ante la Tempranillo, que aporta estructura y elegancia a los tintos. A estas se suman variedades internacionales como Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah, que encontraron en Navarra un clima ideal para expresarse con complejidad y equilibrio. En cuanto a las blancas, destacan la Chardonnay, utilizada tanto para vinos jóvenes como fermentados en barrica; la Viura, que brinda frescura y notas florales; la Sauvignon Blanc, muy aromática y de buena acidez; y la Moscatel de grano menudo, con la que se elaboran tanto vinos secos como dulces de gran expresividad. Esta riqueza varietal refleja el espíritu innovador de Navarra y su capacidad para combinar tradición con nuevas tendencias.

Denominaciones de Origen

La Denominación de Origen Navarra, reconocida oficialmente en 1933, es una de las más antiguas de España y abarca una región de gran diversidad geográfica ubicada entre la Sierra de Urbasa y el valle del Ebro. Esta denominación se divide en cinco subzonas con características muy marcadas. Valdizarbe, situada al norte, es la más fresca y elevada, con marcada influencia atlántica, lo que favorece vinos con buena acidez y delicadeza. Tierra Estella, ubicada al oeste, posee un clima más continental que da origen a tintos estructurados y blancos aromáticos. Ribera Alta, en el centro de la denominación, es la subzona más extensa y equilibrada, conocida por sus rosados tradicionales y por tintos modernos y elegantes. Más al sur se encuentra Ribera Baja, donde el clima cálido y seco favorece la producción de vinos tintos potentes y maduros.
Finalmente, Baja Montaña, al noreste, se caracteriza por sus suelos pobres y su altitud, lo que aporta frescura y mineralidad a los vinos. Esta riqueza de paisajes y microclimas permite que Navarra elabore una amplia gama de vinos tintos, blancos y rosados, combinando tradición, innovación y una constante búsqueda de calidad.

Aragón

Se halla ubicada en el noreste de España, ha sido tierra de vino desde tiempos antiguos. Ya en la época romana se cultivaba vid en esta zona, y durante la Edad Media los monasterios jugaron un rol clave en su desarrollo. Fue también una región estratégica en la expansión de la Garnacha, una variedad que aquí encontró su cuna antes de expandirse a otras regiones como el sur de Francia.

A pesar de que durante muchos años sus vinos fueron conocidos por su rusticidad, en las últimas décadas Aragón ha vivido una verdadera revolución cualitativa. Gracias al rescate de viñedos viejos, sobre todo de Garnacha, y a la apuesta por prácticas más cuidadosas en el viñedo y en la bodega, hoy produce vinos que compiten con los mejores del país.

Clima y geografía

Aragón presenta una gran variedad de paisajes, desde los Pirineos al norte hasta las llanuras del valle del Ebro. El clima predominante es continental, con veranos muy calurosos e inviernos fríos, y una marcada amplitud térmica entre el día y la noche. Esto favorece una maduración lenta y equilibrada de las uvas.

Las precipitaciones son escasas en la mayoría de las zonas, lo que ayuda a evitar enfermedades y concentrar los sabores en las uvas. Los suelos varían entre pedregosos, arcillosos y calcáreos, ideales para variedades que se adaptan a la escasez hídrica.

Variedades de uva

En cuanto a las variedades de uva, Aragón se destaca sobre todo por su Garnacha tinta, considerada la verdadera reina de la región. Los viñedos viejos, muchos de ellos cultivados en secano y a gran altitud, dan origen a vinos intensos, frutales, cálidos y con taninos suaves, que expresan el alma del terruño aragonés. Le siguen, aunque en menor proporción, otras tintas como el Tempranillo, que aporta estructura, acidez y una dimensión más clásica a los cortes. También se han incorporado con éxito variedades internacionales como la Syrah y el Cabernet Sauvignon, especialmente en estilos de vinos más modernos y de inspiración global.

Entre las blancas, la Macabeo, también conocida como Viura, es la más presente. Aporta frescura, notas florales y una boca ligera que resulta ideal para climas cálidos. En zonas más frescas, como Somontano, se cultiva Chardonnay con muy buenos resultados, generando vinos elegantes, equilibrados y con buen potencial de guarda. La Garnacha blanca, menos común, también tiene un lugar destacado en algunos proyectos que buscan rescatar esta variedad expresiva, con textura y buena capacidad aromática.

Denominaciones de Origen

D.O. Campo de Borja es una zona que ha ganado reconocimiento por su apodo: “el Imperio de la Garnacha”. Allí, los viñedos viejos plantados a distintas altitudes permiten elaborar vinos intensos, frutados, con gran personalidad y una expresión noble de esta variedad tan arraigada.

Calatayud, por su parte, ofrece vinos potentes, de gran cuerpo, que muchas veces provienen de laderas pedregosas a gran altitud. Las Garnachas de más de cuarenta años en esta zona dan lugar a vinos con una expresión salvaje, mineral y muy particular.

D.O. Cariñena es una de las regiones vitivinícolas más antiguas de España y curiosamente da nombre a una uva, la Cariñena – también conocida como Mazuelo-. Aunque hoy la Garnacha domina el paisaje, también se producen cortes con Tempranillo, Syrah y Cabernet Sauvignon. Sus vinos son equilibrados, con buena fruta, estructura y una identidad enraizada en la historia.

D.O. Somontano se sitúa al pie de los Pirineos, en una zona de clima más fresco y suelos diversos. Esta denominación se distingue por la presencia de variedades internacionales como Merlot, Cabernet Sauvignon, Gewürztraminer o Chardonnay, que conviven con Tempranillo y Garnacha. Los vinos que allí se elaboran son elegantes, versátiles y muy valorados tanto en blancos como en tintos.

Cataluña

Cataluña es una de las regiones vitivinícolas más dinámicas y variadas de España. Situada en el noreste del país, esta comunidad autónoma ofrece un mosaico de paisajes, climas y suelos que se traducen en una gran riqueza de estilos y tipos de vino. Desde las suaves costas mediterráneas hasta las zonas montañosas del interior, Catalunya combina historia, innovación y un fuerte compromiso con la calidad, convirtiéndose en un referente imprescindible dentro del mapa del vino español.

Clima y terroir en Catalunya

El clima en Catalunya es predominantemente mediterráneo, caracterizado por inviernos suaves y veranos calurosos y secos, lo que favorece la maduración óptima de las uvas y aporta frescura a los vinos. Sin embargo, la región también presenta variaciones importantes: en las zonas interiores y de mayor altitud, el clima se vuelve más continental, con una mayor amplitud térmica entre el día y la noche. Esta diferencia térmica es fundamental para conservar la acidez en las uvas y desarrollar aromas complejos. Los suelos de Catalunya son muy diversos, incluyendo tierras calcáreas, arcillosas, graníticas y pizarrosas, lo que permite el cultivo de una amplia gama de variedades y estilos, desde vinos frescos y aromáticos hasta tintos potentes y estructurados.

Variedades de uva

Cataluña se distingue por su gran diversidad de variedades de uva, que reflejan tanto su tradición como su espíritu innovador. Entre las tintas, destacan la Garnacha y la Cariñena, dos variedades autóctonas que aportan estructura, intensidad y riqueza frutal a los vinos.
La Tempranillo, conocida localmente como Ull de Llebre, aporta elegancia y equilibrio. A estas se suman variedades internacionales como la Cabernet Sauvignon y la Merlot, que muchas bodegas utilizan para crear assemblages modernos y complejos.
En cuanto a las uvas blancas, Cataluña es especialmente reconocida por las variedades autóctonas que dan vida al famoso vino espumoso Cava: la Macabeo, la Xarel·lo y la Parellada, que aportan frescura, aromas florales y una acidez vibrante.
Otras variedades blancas como la Chardonnay han ganado terreno para la elaboración de vinos blancos y espumosos de alta calidad, ampliando la paleta de estilos que ofrece esta región.

Denominaciones de Origen

Cataluña cuenta con varias Denominaciones de Origen que reflejan la diversidad y riqueza de su producción vitivinícola. Entre las más reconocidas se encuentran Priorat es una de las denominaciones de origen más prestigiosas de España y un verdadero emblema de la vitivinicultura catalana. Situada en una zona montañosa de la provincia de Tarragona, DOCa Priorat destaca por sus suelos únicos de licorella, una pizarra rica en minerales que otorga a los vinos una mineralidad y profundidad excepcionales.
Los vinos tintos de Priorat, elaborados principalmente con Garnacha y Cariñena, se caracterizan por su gran concentración, estructura robusta y complejidad aromática, combinando notas intensas de fruta negra madura, hierbas mediterráneas y minerales. La región, con pendientes pronunciadas y clima mediterráneo seco, ofrece condiciones ideales para la producción de vinos de alta gama que han conquistado mercados internacionales.

Por otro lado, D.O. Penedès es una región mucho más amplia y diversa, ubicada cerca de Barcelona. Es conocida por su versatilidad en la producción de vinos, desde tintos y blancos tranquilos hasta espumosos de gran calidad. Penedès posee un clima mediterráneo suave con influencias marítimas que favorecen la frescura y elegancia de sus vinos. Entre sus variedades destacan la Macabeo, Xarel·lo y Parellada, que conforman la base de su producto más emblemático: el Cava.

El Cava es el vino espumoso más reconocido de España y uno de los más apreciados en el mundo. Producido principalmente en la región de Penedès bajo la Denominación de Origen Cava, se elabora mediante el método tradicional, segunda fermentación en botella. similar al Champagne francés. El Cava puede ser blanco o rosado, y sus estilos varían desde extra brut hasta dulce, adaptándose a diferentes paladares y ocasiones. Su frescura, burbuja fina y aromas a manzana, cítricos y levaduras lo convierten en el acompañante perfecto para celebraciones y gastronomía variada.

La Denominación de Origen Alella se encuentra muy cerca de Barcelona, en una pequeña franja costera que se caracteriza por su clima mediterráneo moderado y suelos graníticos y arcillosos. Esta DO es especialmente reconocida por sus vinos blancos frescos y aromáticos, elaborados principalmente con la variedad autóctona Pansa Blanca (también conocida como Xarel·lo Vermell), que aporta complejidad y notas frutales. Además, Alella produce algunos tintos y rosados que reflejan la influencia del mar y el terruño mediterráneo, ofreciendo vinos elegantes y de carácter fresco.

La Conca de Barberà, ubicada en la parte interior de la provincia de Tarragona, cuenta con un clima más continental que el litoral, con inviernos fríos y veranos calurosos, lo que favorece una buena maduración y concentración de la uva. Esta DO destaca por sus vinos tintos elaborados con variedades como Garnacha, Ull de Llebre (Tempranillo) y Cariñena, que muestran un perfil equilibrado entre fruta madura y frescura. También es reconocida por sus vinos blancos, especialmente a base de Macabeo y Parellada, y sus espumosos que han ganado reconocimiento por su calidad y expresión del terroir local.

La Denominación de Origen Empordà se sitúa en la comarca del Alt Empordà, al norte de Cataluña, con una fuerte influencia del mar Mediterráneo y un clima cálido y seco. Los suelos, ricos en minerales y con características arcillosas y calcáreas, favorecen la producción de vinos tintos, blancos y rosados con mucha expresión frutal y buena estructura. Empordà destaca por sus vinos tintos elaborados con Garnacha y Cariñena, que muestran una notable frescura y elegancia, así como por sus vinos dulces naturales elaborados con Moscatel, que son un sello distintivo de la zona.

Cada una de estas denominaciones aporta su propia identidad y riqueza al panorama vitivinícola catalán, combinando tradición y modernidad para producir vinos auténticos y de alta calidad, protegidos por estrictas normativas que garantizan su origen y características.


Castilla-La Mancha

Castilla-La Mancha es la región vitivinícola más extensa de España y una de las más importantes a nivel mundial por volumen de producción. Situada en el centro-sur del país, esta tierra de llanuras y mesetas ha sido históricamente un granero de uvas que abastece tanto al mercado nacional como a la exportación. Su producción es muy diversa, abarcando desde vinos sencillos y accesibles hasta elaboraciones que buscan calidad y distinción. Gracias a su altitud elevada y su clima continental extremo, Castilla-La Mancha ofrece vinos con personalidad propia, donde la fruta concentrada y la estructura suelen ser protagonistas.

Clima y terroir en Castilla-La Mancha

El clima de Castilla-La Mancha es continental mediterráneo, caracterizado por inviernos fríos y veranos muy calurosos y secos, con una marcada amplitud térmica entre el día y la noche. Estas condiciones favorecen la maduración lenta y completa de las uvas, lo que se traduce en vinos con buena concentración de aromas y taninos firmes. Los suelos son variados, predominando terrenos arcillosos, calcáreos y arenosos que aportan diversidad y complejidad a los vinos. La altitud media de los viñedos, que suele superar los 600 metros sobre el nivel del mar, es un factor clave que modera las temperaturas extremas y ayuda a preservar la frescura y acidez en las uvas.

En Castilla-La Mancha se cultiva una amplia gama de variedades, tanto autóctonas como internacionales, lo que le otorga una gran versatilidad a la hora de elaborar distintos estilos de vino. La uva blanca más característica es la Airén, que durante décadas fue la más plantada de España. Aunque tradicionalmente se ha asociado a vinos neutros, hoy se está revalorizando con vinificaciones más cuidadas que destacan su frescura. También destacan otras blancas como la Macabeo (Viura), Verdejo, Chardonnay y Sauvignon Blanc. En tintas, la reina es la Tempranillo, conocida localmente como Cencibel, que ofrece vinos con buena fruta y estructura. La Garnacha Tintorera, apreciada por su intenso color, y la Monastrell también tienen presencia importante, junto a variedades internacionales como Cabernet Sauvignon, Syrah, Merlot y Petit Verdot, que se han adaptado muy bien al clima continental y enriquecen la oferta de vinos tintos de calidad.

Denominaciones de Origen

Castilla-La Mancha, considerada la mayor viña del mundo en extensión, cuenta con varias Denominaciones de Origen que reflejan su diversidad geográfica y enológica. La más extensa y conocida es DO La Mancha, que abarca una gran parte de la región y produce vinos blancos, rosados y tintos con un enfoque creciente en la calidad.
Otra destacada es DO Valdepeñas, con una larga tradición vitivinícola y reconocida por sus tintos de Tempranillo. También encontramos DO Manchuela, situada entre los ríos Júcar y Cabriel, que destaca por su trabajo con la variedad Bobal; DO Almansa, donde predominan los tintos potentes elaborados con Garnacha Tintorera y Monastrell.
DO Méntrida, con vinos elegantes y frescos, especialmente de Garnacha.
DO Mondéjar y DO Uclés, más pequeñas sin embargo cada vez más comprometidas con la calidad. Estas denominaciones promueven tanto la tradición como la innovación, y muchas de ellas han sabido combinar el uso de variedades autóctonas con el cultivo responsable de castas internacionales.

Madrid

A pocos kilómetros del bullicio urbano de la capital española, la Comunidad de Madrid guarda una de las joyas más discretas y sorprendentes del vino español. Aunque la ciudad es mundialmente reconocida por su vida cultural y gastronómica, pocos saben que su entorno alberga una tradición vitivinícola que se remonta a siglos atrás. Durante la Edad Media, la vid ya formaba parte de la economía rural madrileña, con numerosas parcelas dedicadas al cultivo que proveían a los mercados locales y reales. Sin embargo, a pesar de su historia, la producción madrileña pasó durante mucho tiempo desapercibida a nivel nacional, eclipsada por regiones con mayor fama o volumen de producción.

Fue recién en las últimas décadas cuando la Comunidad de Madrid experimentó un verdadero renacimiento vitivinícola. Un conjunto de pequeñas y medianas bodegas, muchas de ellas familiares, comenzaron a rescatar viñedos antiguos y a apostar por la calidad por encima de la cantidad. La riqueza de sus suelos, la altitud de sus viñedos y el clima extremo de la zona, que obliga a la vid a madurar lentamente y a expresar su carácter auténtico, se convirtieron en aliados fundamentales para crear vinos con identidad propia. Hoy, Madrid no solo es sinónimo de capital cosmopolita, sino también de vinos que sorprenden por su equilibrio, frescura y fuerza, reafirmando un legado que parecía olvidado y proyectándolo hacia el futuro.

Clima

El clima madrileño es continental, con veranos muy calurosos e inviernos fríos, además de una notable amplitud térmica entre el día y la noche. Estas condiciones, sumadas a la altitud de los viñedos, que en algunas zonas superan los 700 metros, favorecen una maduración lenta de la uva, permitiendo conservar una buena acidez natural y expresiones aromáticas marcadas. Las precipitaciones son moderadas, con mayor concentración en primavera y otoño, y los suelos, pobres y arenosos en muchas áreas, obligan a la vid a profundizar sus raíces, dando como resultado vinos con concentración y carácter.

Variedades de uva

Entre las variedades de uva, la más emblemática de la región es la Garnacha tinta, especialmente en viñedos viejos de secano, que ofrecen vinos jugosos, expresivos y con una fruta roja vibrante. También se cultiva con muy buenos resultados la Tempranillo, conocida localmente como Tinto Fino o Tinto de Madrid, que aporta estructura, taninos firmes y un perfil más clásico. En cuanto a los blancos, se destaca la Malvar, una variedad autóctona madrileña que sorprende por su frescura, notas florales y su capacidad de reflejar el terruño. A ella se suman la Albillo Real, de perfil más untuoso y elegante, y otras variedades como Airén o Moscatel, aunque en menor proporción.

Denominaciones de Origen

La región cuenta con una sola denominación de origen, Vinos de Madrid, reconocida oficialmente desde 1990. Esta DO se divide en tres subzonas bien diferenciadas: Arganda, Navalcarnero y San Martín de Valdeiglesias, cada una con características particulares en cuanto a clima, suelo y estilos de vino. En Arganda, al sureste, predominan los suelos calizos y arcillosos; en Navalcarnero, los tintos ligeros de Garnacha fueron históricamente populares, y en San Martín, al suroeste, la altitud y la influencia de la Sierra de Gredos ofrecen vinos más frescos y complejos, que hoy captan la atención de críticos y consumidores por igual.

Madrid, con su mezcla de tradición y modernidad, se está consolidando como una región dinámica, donde conviven pequeños productores que recuperan métodos ancestrales con bodegas que apuestan por la innovación. Todo ello bajo un paisaje de viñedos centenarios y una energía enológica que no para de crecer.

Valencia

La Comunidad Valenciana es una tierra bañada por el sol y el mar, donde la vid ha sido parte del paisaje desde tiempos antiguos. Conocida por su agricultura próspera, sus naranjos y su identidad mediterránea, también guarda una rica tradición vitivinícola que, en los últimos años, ha comenzado a brillar con luz propia. A lo largo de su historia, la región fue una gran proveedora de vino a granel, pero hoy muchas bodegas trabajan con un enfoque más cuidado y territorial, revalorizando sus cepas autóctonas y sus paisajes vitícolas.

Clima

El clima en Valencia es predominantemente mediterráneo, con inviernos suaves, veranos largos y calurosos, y una buena dosis de sol durante todo el año. Sin embargo, debido a su geografía diversa —que va desde las llanuras costeras hasta las sierras interiores— también se encuentran zonas de clima más continental, especialmente en el interior de las provincias. Esta amplitud térmica, junto con la escasez de lluvias, favorece la sanidad del viñedo y una maduración adecuada de las uvas, que conservan buena acidez y concentración.

Variedades de uvas

En cuanto a las variedades de uva, la más representativa de la región es la Bobal, una cepa autóctona que durante años fue utilizada principalmente para vinos a granel, pero que hoy es protagonista de tintos y rosados de gran carácter, con notas de fruta negra, buena acidez y un toque terroso muy distintivo. También se cultivan Monastrell, de gran intensidad y estructura, y Garnacha Tintorera, que aporta color y fuerza a los ensamblajes. Entre las blancas, se destacan la Merseguera, variedad local de perfil fresco y delicado; la Malvasía y la Moscatel de Alejandría, esta última muy ligada a la costa y a la elaboración de vinos dulces naturales, con aromas florales y frutales inconfundibles.

Denominaciones de Origen

La región cuenta con varias denominaciones de origen que reflejan la diversidad del territorio. Valencia, la más extensa y reconocida, abarca diferentes subzonas y estilos, desde vinos ligeros y frutales hasta tintos con crianza y blancos aromáticos. Utiel-Requena, en el interior, es el reino de la Bobal, donde los viñedos en altitud y suelos pobres permiten obtener vinos profundos y expresivos. Alicante, más al sur, combina la influencia del mar con la fuerza del sol mediterráneo, y es famosa por sus vinos tintos potentes y, especialmente, por el histórico vino dulce conocido como Fondillón, elaborado con Monastrell.

Valencia es, hoy más que nunca, una región que sorprende. Su identidad vitivinícola está en plena evolución, con productores que miran al pasado para recuperar tradiciones, mientras innovan en estilos y técnicas. Entre aromas de azahar y brisas marinas, los vinos valencianos conquistan con autenticidad, frescura y una historia que vale la pena contar en cada copa.

Murcia

En el sureste de España, donde el sol brilla con fuerza la mayor parte del año y los suelos áridos esconden siglos de historia, Murcia se alza como una región vitivinícola con identidad propia. Su clima extremo, con escasas lluvias y veranos abrasadores, moldea una viticultura de resistencia, marcada por viñedos que han aprendido a sobrevivir en condiciones exigentes.

Durante décadas, la región fue conocida por sus vinos robustos, de gran cuerpo y alta graduación, elaborados principalmente con la Monastrell, variedad reina de la zona. Sin embargo, en los últimos años, Murcia vive una verdadera revolución enológica: una nueva generación de enólogos y bodegueros ha tomado la posta, impulsando un cambio hacia vinos más frescos, equilibrados y con un marcado sentido de lugar.Se suele llamar a Murcia “La Huerta de Europa” porque su principal actividad económica es la agricultura y la exportación de frutas (principalmente limones y naranjas) al resto de Europa.

Clima

El clima de Murcia es marcadamente mediterráneo‑continental árido, con escasas precipitaciones, muchas horas de sol al año y veranos muy calurosos. Estas condiciones extremas, que podrían parecer un obstáculo, resultan ideales para ciertas variedades, en especial aquellas capaces de adaptarse al estrés hídrico. Los inviernos son breves y suaves, y la amplitud térmica entre el día y la noche ayuda a preservar acidez en las uvas, aportando frescura natural a los vinos.

Variedades de uva

La protagonista indiscutida de esta región es la Monastrell, una variedad de piel gruesa y maduración tardía que ha encontrado en Murcia su lugar ideal. En estas tierras, la Monastrell ofrece tintos profundos, con notas de fruta negra, especias, hierbas mediterráneas y taninos bien marcados. Cuando proviene de viñedos viejos en secano, da vinos de gran estructura y potencial de guarda, pero también permite elaborar estilos más frescos y accesibles, según la vinificación. Además de la Monastrell, se cultivan otras variedades tintas como Garnacha, Syrah, Cabernet Sauvignon y Tempranillo, muchas veces utilizadas en cortes para sumar complejidad. En menor medida, también hay presencia de blancas como Airén, Macabeo y algunas internacionales como Chardonnay y Sauvignon Blanc.

Denominaciones de Origen

Murcia cuenta con tres denominaciones de origen que definen su mapa vitivinícola. Jumilla es la más conocida y extensa, con una tradición vinícola milenaria y suelos pobres que obligan a la vid a profundizar sus raíces. En esta zona, la Monastrell brilla en todo su esplendor, tanto en vinos jóvenes como en crianzas complejas.
Yecla, algo más pequeña, también apuesta por la Monastrell, pero con un enfoque más moderno y exportador, manteniendo muy buena relación entre calidad y precio. Finalmente, Bullas es la denominación más alta y montañosa de la región, con viñedos a mayor altitud y un clima algo más fresco. Allí se elaboran vinos de perfil más floral, con taninos más pulidos y un estilo que refleja muy bien el nuevo rumbo de la viticultura murciana.

Jerez

En el sur de Andalucía, cerca de la costa atlántica, donde el sol marca el ritmo de los días y el aire lleva consigo aromas de sal y tierra cálida, se encuentra Jerez, una tierra donde el vino no solo se bebe, sino que se vive como una expresión cultural profunda. En sus calles blancas y en sus suelos de albero, esa tierra fina y dorada tan característica del sur español, la tradición vitivinícola ha dejado una huella imborrable.

La historia del vino en Jerez se remonta a tiempos remotos. Ya los fenicios, alrededor del año 1100 a.C., introdujeron la vid en estas tierras, y siglos más tarde, durante el dominio romano, la producción y el comercio del vino cobraron impulso. Pero fue durante la Edad Media, bajo dominio árabe, cuando el vino siguió existiendo a pesar de las prohibiciones religiosas, en parte por su uso medicinal y comercial. Tras la Reconquista cristiana, el vino de Jerez adquirió aún más protagonismo, siendo exportado por mar hacia Inglaterra y otras regiones europeas. En el siglo XVI, ya gozaba de enorme prestigio internacional, al punto de figurar entre los favoritos de William Shakespeare, quien lo menciona en varias de sus obras.

Con los siglos, los comerciantes británicos asentados en la zona impulsaron el desarrollo del sistema de crianza oxidativa y la creación del método de criaderas y solera, que transformó para siempre el estilo de estos vinos. Así nació lo que hoy conocemos como Sherry, un vino único, moldeado por la historia, el comercio y la sabiduría local. Esta herencia multicultural —romana, árabe, cristiana, inglesa— ha hecho de Jerez un cruce de caminos donde la tradición vitivinícola se ha perfeccionado hasta convertirse en arte.

Clima

El clima en la zona de Jerez es marcadamente mediterráneo con influencia atlántica. Los veranos son calurosos y secos, mientras que los inviernos resultan suaves, con escasas precipitaciones concentradas en pocos meses. La cercanía al mar, los vientos de levante y poniente, y la presencia de suelos muy particulares, como las famosas albarizas blancas, calcáreas y esponjosas, crean un microclima único que favorece el cultivo de uvas con una acidez viva y un gran potencial de envejecimiento.

Variedades de uvas

la protagonista absoluta es la Palomino Fino, que representa más del 90% del viñedo de la región. Es una uva de bajo perfil aromático, pero ideal para expresar el carácter del suelo y, sobre todo, para transformarse en los distintos estilos de Jerez a través del sistema de crianza biológica u oxidativa. También se cultiva la Pedro Ximénez, utilizada para elaborar vinos dulces naturales de textura densa y notas a higos, dátiles y caramelo; y la Moscatel, que aporta una expresión más floral y golosa, en especial cuando proviene de las zonas más costeras.

Denominaciones de Origen

La Denominación de Origen Jerez-Xérès-Sherry es una de las más antiguas y prestigiosas de España, y está regulada junto con la DO Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda, ya que ambas comparten variedades y métodos de elaboración, aunque cada una con su propio carácter. Lo que distingue a esta región no es solo su clima ni su uva, sino el modo en que se elaboran sus vinos

Sistema de criaderas y soleras

El sistema de criaderas y solera es una técnica ancestral que define la esencia del envejecimiento en los vinos de Jerez. Este método consiste en disponer las barricas en niveles llamados “criaderas”, donde el vino más joven se va trasladando progresivamente hacia la base, la “solera”, que contiene los vinos más añejos y maduros. Cada año se extrae una parte del vino de la solera para su embotellado, y ese volumen se repone con vino de la criadera superior, que a su vez se completa con el vino de la siguiente, y así sucesivamente hasta llegar al vino recién elaborado. Gracias a esta técnica, el vino final es una mezcla equilibrada de varias añadas, que aporta complejidad, armonía y continuidad en el estilo.

Los estilos de vino de Jerez son variados y reflejan distintos procesos de crianza dentro de este sistema. El Fino y la Manzanilla (exclusiva de Sanlúcar de Barrameda) son vinos pálidos, secos y frescos, que envejecen bajo una capa de levaduras llamada “flor”, que protege el vino del contacto con el oxígeno y le aporta aromas delicados a almendra, hierbas y salinidad marina. La diferencia principal es que la Manzanilla, por la influencia directa del aire atlántico y la humedad, tiene un carácter más fresco y salino.

Cuando la capa de flor desaparece o se interrumpe, el vino comienza una crianza oxidativa y da lugar al Amontillado, que combina características de envejecimiento biológico y oxidativo. Este vino presenta un color ámbar, aromas a frutos secos, madera, especias y un sabor más profundo y persistente.

El Oloroso, en cambio, envejece exclusivamente en contacto con el oxígeno, sin flor, lo que le da un color oscuro, aromas intensos a nueces, cuero, tabaco y un cuerpo más robusto y estructurado. Son vinos potentes, con gran capacidad de guarda.

Por último, el Pedro Ximénez es un vino dulce elaborado a partir de uvas pasificadas al sol. Su crianza oxidativa le otorga un color muy oscuro y sabores intensos a frutas secas, miel y caramelo, siendo perfecto para acompañar postres o para disfrutarse solo como vino de meditación.

El sistema de criaderas y solera y la diversidad de estilos hacen que el vino de Jerez sea único en el mundo, un reflejo de la tradición, la paciencia y el talento de quienes lo elaboran, y un tesoro que invita a descubrir una paleta infinita de sabores y sensaciones.

Jerez no es solo una región vitivinícola; es una forma de entender el vino como herencia, como arte y como emoción. En sus bodegas centenarias, en sus tabancos y en sus paisajes abiertos al viento, el vino cuenta historias de navegantes, comerciantes, familias y tierras que supieron transformar el paso del tiempo en elegancia líquida. Un lugar que emociona, educa y seduce con cada sorbo.

Extemadura

Extremadura, en el corazón del suroeste español, es una región marcada por su historia milenaria, sus paisajes abiertos y su arraigo rural. Con frontera directa con Portugal, esta tierra ha sido, desde tiempos antiguos, un cruce de caminos entre culturas, una zona de paso y permanencia. Cuna de conquistadores y tierra de monasterios, su gente ha cultivado la vid desde la época romana, cuando ya se elaboraban vinos que abastecían al Imperio. Sin embargo, durante siglos, su producción permaneció en un segundo plano, a menudo destinada al consumo local o a granel.

En las últimas décadas, sin embargo, Extremadura ha comenzado a revalorizar su potencial vitivinícola. Nuevas generaciones de productores, enólogos y agricultores han decidido mirar con otros ojos sus viñedos, recuperar variedades autóctonas, y dar un giro cualitativo a la producción. Sin perder su identidad rural y su conexión con la tierra, la región ha empezado a posicionarse como un territorio donde se elaboran vinos honestos, expresivos y llenos de carácter, a menudo con muy buena relación calidad-precio.

Clima

El clima de Extremadura es uno de sus factores determinantes: seco, soleado, con veranos largos y calurosos, e inviernos moderados. Este entorno exige resistencia tanto a la vid como al viticultor, pero también ofrece una gran ventaja: uvas sanas, bien maduras y con buena concentración de azúcares. En algunas zonas, sobre todo en las de mayor altitud o con orientación favorable, la amplitud térmica permite conservar acidez y frescura, lo que se traduce en vinos más equilibrados y vibrantes.

Variedadesde uvas

la región cuenta con una notable diversidad. La Tempranillo (o Cencibel) es la más plantada, pero no está sola. La Garnacha Tintorera aporta color y cuerpo, mientras que variedades internacionales como Syrah y Cabernet Sauvignon permiten ensamblajes más modernos. La Morisca, variedad autóctona y muy ligada a zonas como Tierra de Barros, es una uva que expresa rusticidad y personalidad, ideal para quienes buscan vinos distintos, con huella del lugar.

En blancas, además de las internacionales, hay dos protagonistas indiscutidas: la Cayetana Blanca, históricamente infravalorada por estar asociada al vino a granel, pero que, con manejo adecuado, puede ofrecer vinos frescos y delicados; y la Eva de los Santos (también conocida como Beba), una uva de piel fina que da origen a blancos ligeros, de marcada expresión frutal, ideales para climas cálidos. Esta última está profundamente asociada al municipio de Los Santos de Maimona y su entorno.

Denominaciones de Origen

La Denominación de Origen Ribera del Guadiana, creada en 1999, reúne seis subzonas (Tierra de Barros, Cañamero, Montánchez, Ribera Alta, Ribera Baja y Matanegra), cada una con su propia geografía, historia y estilos. Esta DO ha sido clave para estructurar y dar visibilidad al vino extremeño, pero también han surgido proyectos por fuera de la denominación, especialmente bodegas que apuestan por vinos de autor, naturales o de mínima intervención. Es en estas propuestas donde la región muestra una faceta más innovadora y creativa.

Extremadura aún conserva ese aire de tesoro escondido. Su cultura del vino está profundamente ligada a la tierra, al trabajo artesanal, a la paciencia de quienes entienden los ciclos del campo. No es una región de fuegos artificiales, sino de profundidad. Sus vinos hablan de honestidad, de raíces y de futuro. Hablan de un territorio que, sin hacer ruido, comienza a ocupar un lugar importante en el nuevo mapa del vino español.

Málaga

En la luminosa costa sur de España, donde el mar Mediterráneo acaricia la tierra y el sol brilla sin medida, Málaga guarda un secreto antiguo y dorado: sus vinos dulces. Esta ciudad andaluza, conocida por su arte, su mar y su aire cálido, tiene también una tradición vitivinícola que se remonta a tiempos fenicios, y que alcanzó esplendor mundial durante los siglos XVIII y XIX, cuando sus vinos eran considerados auténticas joyas del sur europeo.

Clima

El clima de la región de Málaga es marcadamente mediterráneo cálido y seco, con inviernos suaves y veranos largos, muy soleados y calurosos. La influencia del mar suaviza las temperaturas en las zonas costeras, mientras que en el interior montañoso, como en la Axarquía, los Montes de Málaga o la Serranía de Ronda, las condiciones cambian: hay más amplitud térmica, altitudes elevadas y pendientes pronunciadas. En esas áreas, la viticultura se vuelve más extrema, casi heroica, pero ofrece resultados fascinantes en cuanto a expresión, frescura y mineralidad.

Variedades de uvas

La variedad más emblemática para los vinos dulces es la Moscatel de Alejandría conocida también como Moscatel de Málaga, cultivada principalmente en la Axarquía y zonas cercanas a la costa. Esta uva ofrece intensos aromas florales, notas cítricas, miel, piel de naranja y uvas pasas. La Pedro Ximénez, por su parte, se cultiva en zonas más cálidas del interior y se utiliza tanto para vinos naturalmente dulces como para aquellos de crianza oxidativa, con perfiles densos y oscuros, marcados por los higos secos, el caramelo y el dátil.

En los últimos años, con el desarrollo de la D.O. Sierras de Málaga, han tomado protagonismo nuevas expresiones vinícolas, con vinos secos, blancos y tintos elaborados en altura. En estos paisajes escarpados y frescos se cultivan variedades como Chardonnay, Sauvignon Blanc y también tintas como Syrah, Tempranillo y Cabernet Sauvignon, que aportan cuerpo, estructura y elegancia. Incluso ha comenzado a revalorizarse la variedad Romé, una uva tinta autóctona malagueña, muy escasa, que da vinos ligeros, expresivos y llenos de identidad.


Islas Canarias

las Islas Canarias conforman un archipiélago donde el vino se cultiva al borde del abismo. Con paisajes que parecen de otro planeta: volcanes, barrancos, terrazas imposibles y suelos de ceniza negra, esta región ha sabido preservar una viticultura heroica, arraigada en la tradición, pero cada vez más reconocida a nivel internacional por su originalidad y calidad. En las Canarias, el vino cuenta historias de conquista, aislamiento y resistencia, escritas con vides que, en muchos casos, nunca conocieron la filoxera.

El origen del vino en las islas se remonta al siglo XV, tras la colonización española. Las condiciones volcánicas del suelo, sumadas al aislamiento geográfico, crearon un entorno ideal para el cultivo de variedades europeas que, en el continente, se perderían a causa de la plaga. Durante los siglos XVI y XVII, los vinos canarios, especialmente los dulces conocidos como “Canary sack”, eran muy apreciados en Inglaterra y otros mercados del norte de Europa. Incluso Shakespeare los menciona en sus obras. Pero con el tiempo, las rutas comerciales cambiaron, y la producción decayó, quedando en manos de viticultores locales que mantuvieron viva una tradición ancestral.

Clima

El clima varía notablemente entre islas e incluso dentro de cada una, debido a la altitud, la orientación y los vientos alisios. En general, el clima es suave, con influencia oceánica, alta insolación y diferencias térmicas entre el día y la noche, lo que favorece una maduración lenta y compleja. La orografía es extrema: los viñedos crecen en terrazas, laderas o directamente sobre campos de lava, en condiciones que exigen trabajo manual y una conexión íntima con la tierra.

Variedades de uvas

Una de las mayores riquezas de Canarias es su banco genético de variedades autóctonas, muchas de ellas prefiloxéricas. Entre las tintas, se destacan la Listán Negro, que da origen a vinos frescos, con notas a frutas rojas, toques ahumados y una acidez vibrante; la Negramoll, más delicada y elegante, con taninos suaves; y la Tintilla, que aporta profundidad y estructura. Entre las blancas, la gran protagonista es la Listán Blanco (también conocida como Palomino Fino en la Península), base de muchos vinos secos, expresivos y minerales. También brillan la Malvasía Aromática, la Gual, la Marmajuelo, la Verdello, la Vijariego Blanco y muchas más, que dan origen a vinos complejos, salinos y con una personalidad inconfundible.

Denominaciones de Origen

D.O.P. Islas Canarias. Es una denominación de origen protegida que abarca todo el archipiélago. Se creó más recientemente (2011) para permitir a las bodegas trabajar con uvas de varias islas bajo un mismo sello de calidad. Muchos vinos modernos o de autor, especialmente de pequeños productores, salen al mercado bajo esta D.O.P. como forma de destacar la identidad insular conjunta, sin restringirse a una isla específica.

Cada isla tiene su propia expresión y sus denominaciones de origen. Tenerife, la más reconocida, cuenta con cinco D.O.

En D.O. Abona (Tenerife), los viñedos trepan desde las medianías hasta más de 1.500 metros sobre el nivel del mar, convirtiéndose en algunos de los más altos de Europa. Esta altitud extrema, combinada con el suelo volcánico y la influencia de los vientos alisios, da origen a vinos blancos frescos, ligeros y aromáticos, elaborados principalmente con Listán Blanco.
D.O.Valle de Güimar (Tenerife), se extiende por la vertiente sureste de Tenerife, desde la costa hasta zonas de gran altitud, donde los viñedos se ubican en terrazas escalonadas que desafían la pendiente del terreno volcánico. Se caracteriza por su marcada influencia atlántica, con vientos alisios que refrescan las viñas y una notable amplitud térmica que favorece la acidez natural de las uvas. Los suelos, formados por cenizas y lavas antiguas, aportan una mineralidad distintiva a los vinos. Predomina el cultivo del Listán Blanco, del que se obtienen blancos frescos, secos y muy aromáticos, ideales para mariscos y pescados locales. También se elaboran rosados ligeros y tintos jóvenes, cada vez más presentes en la oferta de la zona. El Valle de Güímar mantiene una viticultura de pequeña escala, con bodegas familiares que combinan tradición y técnicas actuales, apostando por la identidad territorial y la sostenibilidad.
D.O. Valle de La Orotava (Tenerife) es una denominación de origen situada en la ladera norte de Tenerife, donde los viñedos se despliegan entre bosques de laurisilva, pueblos históricos y las pendientes del Teide. Lo que distingue a esta región es el ancestral sistema de conducción conocido como cordón trenzado, en el que los sarmientos se entrelazan horizontalmente en largos cordones que serpentean sobre el terreno. Esta técnica, única en el mundo, es símbolo de identidad cultural y adaptación al paisaje volcánico. El clima atlántico, fresco y húmedo, junto con los suelos de ceniza y roca, da lugar a vinos blancos tensos y aromáticos, y a tintos ligeros, expresivos y con una sutil mineralidad. En los últimos años, pequeños productores han revitalizado la zona, apostando por prácticas sostenibles y rescate de variedades autóctonas como el Listán Negro y el Vijariego.

D.O. Tacoronte-Acentejo (Tenerife) fue la primera denominación de origen creada en las Islas Canarias, en 1992, y sigue siendo una de las más activas y reconocidas. Situada en la vertiente noreste de Tenerife, combina laderas escarpadas, altitudes variables y un clima atlántico húmedo, con lluvias más frecuentes y temperaturas moderadas. La variedad estrella es el Listán Negro, con la que se elaboran tintos de medio cuerpo, frutales y con notas especiadas, muchas veces criados en roble o con maceración carbónica. La zona también ofrece interesantes blancos y rosados, y ha sido pionera en impulsar la calidad embotellada, el enoturismo y la modernización de la imagen del vino canario. Sus vinos transmiten frescura, equilibrio y un carácter volcánico inconfundible.

D.O. Ycoden-Daute-Isora (Tenerife), situada en el noroeste de la isla, abarca una amplia franja de terreno que va desde la costa hasta zonas de altitud considerable, en un paisaje abrupto moldeado por la lava. La diversidad de microclimas, el contraste térmico entre día y noche, y los suelos volcánicos confieren a sus vinos una identidad muy marcada. Aquí se elaboran blancos expresivos, tintos con estructura y personalidad, y también dulces y espumosos de edición limitada. Predominan variedades como la Listán Blanco, la Malvasía Aromática y el Baboso Negro, trabajadas en su mayoría por pequeñas bodegas familiares que cuidan la viña con mínima intervención. La D.O. Ycoden-Daute-Isora es un ejemplo de cómo tradición, paisaje y autenticidad se integran para dar lugar a vinos con alma.

D.O. Lanzarote, declarada Reserva de la Biosfera, ofrece una de las postales vitivinícolas más impactantes del mundo. Allí, las cepas se plantan en hoyos excavados en ceniza volcánica negra y protegidas del viento por pequeños muros de piedra, en un sistema llamado enarenado. La Malvasía Volcánica es la gran protagonista, dando origen a blancos vibrantes, salinos, con intensidad y frescura, que reflejan el carácter extremo del paisaje.

D.O. La Palma conserva un patrimonio varietal de gran valor, con cepas de Listán Prieto, Negramoll, Listán Blanco y Albillo Criollo. Los viñedos crecen entre los 200 y 1.500 metros de altitud, en terrazas que se asoman al océano o trepan por zonas escarpadas. Sus vinos, muchos de mínima intervención, expresan la mineralidad del suelo y una identidad local muy marcada. Además, la isla es conocida por algunos vinos dulces únicos, como los elaborados con uvas sobremaduras o los vinos de Tea, envejecidos en madera de pino.

La D.O. El Hierro ,la más occidental y remota del archipiélago, ofrece una viticultura heroica y de pequeña escala. Abarca vinos elaborados principalmente con Baboso Blanco y Listán Negro, que dan lugar a blancos frescos y tintos ligeros, con una impronta volcánica y pura que refleja el aislamiento de la isla y su respeto por lo natural.

D.O. La Gomera ha comenzado a recuperar con fuerza su tradición vitivinícola, con viñedos plantados en laderas empinadas y terrazas que desafían la gravedad. La uva Forastera Gomera, casi exclusiva de la isla, da vida a vinos blancos delicados, con notas de hierbas, cítricos y frutas blancas. La D.O. La Gomera, aún joven, se sustenta en viñas centenarias y en el saber ancestral de pequeños productores que apuestan por la autenticidad.

La D.O. Gran Canaria ampara vinos elaborados con más de 30 variedades locales, muchas de ellas prefiloxéricas. Desde blancos sutiles hasta tintos estructurados, e incluso vinos dulces y espumosos, esta isla ofrece una paleta rica y dinámica. La zona de Monte Lentiscal, cerca de Las Palmas, es una de las más tradicionales y alberga bodegas que combinan innovación con el rescate del patrimonio varietal canario.

La viticultura en las Islas Canarias es un ejemplo asombroso de cómo el ser humano ha sabido interpretar un entorno tan extremo como fascinante. El terroir volcánico, con sus suelos oscuros de ceniza, roca porosa y arenas minerales, aporta una personalidad inconfundible a los vinos: acidez vibrante, salinidad, pureza frutal y una tensión que los distingue del resto del panorama español. A ello se suma la altitud, los vientos alisios, la ausencia de filoxera y un reservorio genético de variedades únicas, muchas de ellas prácticamente desaparecidas en el continente. Más que una moda, los vinos canarios son un testimonio vivo de resiliencia, identidad y respeto por el origen.
Aquí se percibe no solo la energía de la tierra, sino también el legado de generaciones que supieron trabajarla con sabiduría y tenacidad.
Los vinos canarios son difíciles de encasillar. Algunos sorprenden por su frescura atlántica, otros por su textura salina, su mineralidad o su carácter ahumado. Pero todos comparten un hilo conductor: la autenticidad. Son vinos que nacen en un territorio extremo, que requieren esfuerzo, intuición y paciencia, y que llevan consigo la memoria de un paisaje y de un pueblo.

Están más cerca de África que del resto de España, sin embago cuando se trata de vino, están cada vez más cerca del corazón de los amantes del vino en todo el mundo. Beber un vino de Canarias es, en definitiva, beber historia, paisaje y cultura en estado puro, al borde del mar y bajo la sombra de los volcanes.

Gastronomía española

Foto: https://www.giallozafferano.es/

La gastronomía española es un mosaico vibrante de sabores, paisajes y costumbres. Desde el norte verde y lluvioso hasta el sur cálido y luminoso, cada rincón del país ha sabido convertir su historia y su geografía en platos que hablan por sí solos.
En España se come con alegría, con generosidad y con un profundo respeto por el producto local. La cocina no es solo alimento: es ritual, es identidad, es celebración.

En Galicia, la cocina tiene alma de mar. Los pulpos a la gallega, tiernos, servidos sobre una base de papa, espolvoreados con pimentón, sal gruesa y un buen aceite de oliva, son mucho más que una receta: son identidad, tradición y sabor directo del Atlántico.

Junto a ellos, las empanadas gallegas, rellenas de zamburiñas (moluscos bivalvos), berberechos o atún, y los mariscos frescos que llegan cada día de las rías, navajas, mejillones, almejas, nos hablan de una cocina simple, honesta y profundamente conectada con el entorno.

Cada plato gallego cuenta una historia de costa, de puerto, de familia. Una forma de honrar los productos del mar con respeto y emoción.

Al mencionar la cocina española, pensamos de inmediato en íconos que han trascendido fronteras. La paella, nacida en la huerta valenciana, es quizás el plato más conocido: arroz cocido a fuego lento, con mariscos, conejo o pollo, impregnado de azafrán y de reuniones familiares los domingos al mediodía.
En el delta del Ebro, en el Empordà o en la Albufera, cada zona tiene su propia versión.

El jamón ibérico, curado con tiempo y silencio en las sierras del sur y el oeste, es otro emblema de la gastronomía española. Cada lonja es puro umami: profundo, sutil, con matices de bellota y brisa de montaña. Es casi una ceremonia servirlo bien cortado, con una copa de Jerez o de tinto elegante, para despertar todos los sentidos.

El gazpacho andaluz, fresco y vivo, se disfruta en verano como una caricia vegetal, y su primo más denso, el salmorejo, habla de la cocina de aprovechamiento convertida en arte. En el norte, el cocido madrileño, por ejemplo, se sirve en tres pasos y combina garbanzos, verduras, carnes y embutidos en un despliegue de sabores intensos y bien equilibrados.

Por su parte, el cocido lebaniego, originario de la comarca de Liébana en Cantabria, también se presenta en tres pasos: una sopa hecha con el caldo de cocción, los inconfundibles garbanzos de Potes acompañados de relleno y patatas, y una selección de carnes y embutidos que reconfortan el alma.

La tortilla de papas o patatas, humilde y gloriosa, une al país en todas sus formas: jugosa, seca, con o sin cebolla, siempre presente.
Los pintxos del País Vasco y las tapas andaluzas celebran el acto de compartir, de comer de a bocados, con una copa en la mano y conversación en el aire.

Esa unión inseparable entre cocina y vino alcanza su máxima expresión en las mesas de los grandes restaurantes del país. En Girona, El Celler de Can Roca ofrece una experiencia donde la emoción, el territorio y el vino se funden en un relato sensorial. Allí, Josep Roca convierte cada copa en un viaje, maridando con sensibilidad platos que son pura poesía gastronómica.
En Barcelona, Cocina Hermanos Torres es el escenario donde Sergio y Javier Torres exaltan el producto local mediante técnicas de vanguardia, construyendo armonías que celebran la tierra, la estación y la memoria.
En el corazón del País Vasco, Mugaritz, de Andoni Luis Aduriz, propone una experiencia que va más allá del gusto: un ritual filosófico y provocador en el que el vino tiene también un papel inesperado, a veces desconcertante, siempre fascinante.
Y en Lasarte-Oria, cerca de San Sebastián, Martín Berasategui– uno de los chefs más premiados del mundo- compone platos elegantes y profundamente ligados a su tierra, acompañados por vinos que realzan cada nota con precisión y emoción.

Y si hablamos de dulces, no pueden faltar los churros con chocolate, las natillas, la tarta de Santiago con su cruz en polvo de azúcar o los turrones en Navidad, dulces que guardan memorias de infancia y de fiesta.

España es una tierra que sabe cocinar su diversidad. En cada plato hay un paisaje, una abuela, un mercado, una estación del año.

Y en cada copa que lo acompaña, ya sea un vino de Rioja, un cava catalán o un blanco gallego, hay una invitación a disfrutar con los cinco sentidos.

Gracias por leer hasta acá. Te invitamos a seguir acompañándonos en este recorrido por los sabores, aromas y tradiciones que hacen del vino un motivo para celebrar la vida.

Día del Cava: Celebramos la elegancia de las burbujas catalanas


Cada segundo sábado de julio celebramos el Día del Cava, un espumoso emblemático de España que ha conquistado paladares en todo el mundo. Hoy te invitamos a brindar con historia, tradición y burbujas.


Origen e historia del Cava

El Cava es la denominación de origen que agrupa a los vinos espumosos elaborados en España mediante el método tradicional. Su origen está ligado a diversas regiones españolas, aunque fue en Sant Sadurní d’Anoia (Barcelona) donde en 1872 se produjeron las primeras botellas de cava siguiendo este método de fermentación secundaria en botella, también conocido como método champenoise.

Con el paso del tiempo, otras bodegas de la zona sumaron su producción, consolidando a Sant Sadurní d’Anoia como la “Capital del Cava”. Las variedades de uva principales que se utilizan son Macabeo, Parellada y Xarel·lo, que aportan frescura, estructura y elegancia al producto final.

A lo largo del siglo XX, el cava se fue posicionando como el espumoso por excelencia de España, destacándose por su frescura, buena acidez y burbuja fina.

Denominación de Origen Cava

En 1986, el cava obtuvo su Denominación de Origen (DO Cava), que protege su método de elaboración y origen geográfico. A diferencia de otras DO, esta no se limita a una sola región, aunque el 95% del cava se produce en Cataluña.

El Consejo Regulador del Cava vela por la calidad del producto y establece normas como el tiempo de crianza mínimo:

  • 9 meses para el Cava tradicional
  • 15 meses para el Cava Reserva
  • 30 meses para el Gran Reserva o Cava de Paraje Calificado


Variedades y método tradicional

El cava se elabora principalmente con las variedades autóctonas mencionadas: Macabeo, Xarel·lo y Parellada, aunque también pueden incluirse otras como Chardonnay y Pinot Noir. La elaboración se realiza mediante el método tradicional, que implica una segunda fermentación en botella, responsable de su burbuja fina y persistente.

Maridajes ideales

El cava es increíblemente versátil a la hora de acompañar comidas. Algunas sugerencias:

  • Brut Nature o Extra Brut: ideales con mariscos, sushi, ceviche o tapas.
  • Cava Rosado: va perfecto con carnes blancas, embutidos ibéricos o cocina fusión.
  • Cava Reserva: acompaña muy bien platos de pescados al horno, pastas con crema y quesos curados.
  • Gran Reserva o Cava de Paraje Calificado: pensados para platos más complejos como cordero, carnes de caza, risottos intensos o quesos maduros.

Y claro, también es perfecto para brindar solo, entre amigos y momentos especiales, servido a su temperatura ideal de entre 6 y 8 °C, para disfrutar al máximo su frescura y expresión.

En este Día del Cava, celebramos su historia, su identidad y su papel como embajador de la cultura vitivinícola española.
¡Que nunca falte una copa de burbujas para brindar por la vida!

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Alemania y sus regiones del vino

Foto: https://www.germany.travel/


Alemania es un país con una rica tradición vitivinícola que combina historia, innovación y terroirs excepcionales. Aunque su producción es relativamente pequeña comparada con países como Francia o Italia, Alemania es conocida por sus vinos blancos de alta calidad, especialmente los elaborados con la uva Riesling.
A continuación, exploramos las principales regiones vitivinícolas, su historia, los estilos de vino característicos y las variedades de uva más destacadas.

Fueron los romanos quienes desarrollaron el cultivo de la vitis vinifera.
Hasta la Edad Media la produccio estab concentrada al oeste del Rin, en los que es es Pfalz y Rheinhessen. Después se amplió al valle del Nahe.
En el siglo XIX, la clasificación de los vinos por calidad y dulzura se estableció, dando origen al sistema que se mantiene hasta hoy.


Cómo es el clima


Las regiones vitivinícolas de Alemania se encuentran al sudoeste de país. El clima es continenta y frío. En otoño las tempraturs bajan mucho en poco tiempo. A veces, en ciertos lugares es difícil obtener una buena maduración.
Los diferentes estilos de los vinos alemanes se da por los tipos de suelos y las variedades utilizadas. Los viñedos más prestigiosos se hallan sobre colinas con pendientes pronunciadas, mirando hacia el sur. La exposición sur es beneficiosa por la mayor insolación, la altitud, la topografía, vientos y heladas poco frecuentes sn factores determiantes para la calidad de la viticultura.

Clasificación de los vinos alemanes

Los vinos en Alemania se clasifican principalmente según el grado de madurez de la uva, medido en el momento de la cosecha.
Este grado de madurez estará determinado por la cantidad de azúcar que contengan las uvas y se mide en grados Öechsle.

Deutscher Wein es la categoría más básica y hace referencia a los vinos de mesa elaborados con uvas cultivadas en Alemania. Suelen ser vinos sencillos, sin una indicación geográfica específica y destinados al consumo diario.

Landwein, también conocido como vino de la tierra, es un escalón superior al vino de mesa. Estos vinos deben proceder de una región específica y cumplir ciertos requisitos de calidad, aunque siguen siendo relativamente simples en comparación con los Qualitätswein.

Qualitätswein es una categoría de vinos de calidad, reconocidos oficialmente por cumplir con estándares más altos de producción y origen. Se elaboran en regiones vinícolas específicas y deben pasar controles de calidad. Pueden ser secos, semi-secos o dulces. Son vinos con mayor estructura, complejidad y características distintivas del terroir donde fueron producidos.

Qualitätswein mit prädikat o Prädikat representa la máxima categoría de calidad en la clasificación alemana y está regulada por estrictos controles. Estos vinos no pueden ser enriquecidos con azúcar (chaptalización) y se clasifican en función del nivel de madurez de la uva en el momento de la cosecha:

Kabinett: Vinos ligeros y frescos, con una dulzura moderada o completamente secos.

Spätlese: Vinos de cosecha tardía, aunque en general son secos con mayor madurez y concentración de aromas. El alcohol debe ser de 8,6 % a 11,4 %, dependiendo de la variedad de uva y de la región.

Auslese: Elaborados con uvas seleccionadas, son secos, semi-secos o dulces. Algnos racimos pueden estar atacados parcialmente por botritis (edelfäule). Vinos aromáticos y de sabor intenso. Los dulces suelen ser ligeros y los secos tienen mayor gradkucacion alcohólica.

Beerenauslese (BA): Vinos dulces y concentrados, elaborados con uvas afectadas por la podredumbre noble. El alcohol en potencia debe ser de 15,3 % a 18 %. El vino resultante es muy dulce con mucho cuerpo, complejo y elegante.

Trockenbeerenauslese (TBA): vinos muy dulces elaborados con uvas seleccionadas totalmente deshidratadas por el hongo Botrytis cinerea. Los mejores son de uvas Riesling, una variedad que permite conservar la acidez en situaciones de madurez extrema. Comparados con los también admirados vinos de Sauternes, los TBA tiene una graduación inferior y raramente se crían en roble. Son vinos de postre realmente exquisitos, de precio elevado

Halbtrocken: son vinos semi-secos y tienen entre 5 a 18 gramos por litro de azúcar residual. Sin embargo, este término se considera anticuado y se usa cada vez menos. 

Eiswein: Vino de hielo. Las uvas son cosechadas y prensadas congeladas. A veces, puede estar cubiertas de nieve y tener botritis. El mostro resultante es bastante concentrado. Tienen gran concentración de fruta y dulzor. La cosecha suele sen en algunas ocasiones en dicimebre, la mayoría es en enero.

Todos los vinos Tafelwein, QbA, Kabinett, Spätlese y Auslese pueden ser:
Trocken es decir seco, máximo de 9 grs. de azúcar residual por litro.
Halbtrocken = semi-seco máximo de 18 grs. de azúcar residual por litro.
Dulce o Semi dulce si la etiqueta no detalla alguno de los dos términos anteriores el vino suele ser dulce, poco o muy dule. En general cuanto más bajo es el contenido alcohólico mayor el azúcar residual.

Los vinos Beerenauslese, Trockenbeerenauslese o Eiswein son siempre dulces o dulces botritizados. El Auslese puede ser un vino botritizado.

Principales regiones vitivinícolas

Ahr esta región se halla bien al norte de Alemania. Recorre 30 km a lo largo del río Ahr y abarca 540 hectáreas. Vinos de Ahr: esta región es conocida por sus vinos tintos: se considera el «paraíso del vino tinto» de Alemania. El 87,5% de la superficie se dedica a la producción de vino tinto y sólo el 12,5% se destina a la producción de vino blanco. La variedad de uva predominante es la Spätburgunder (Pinot Noir), que representa más de la mitad de la superficie de la región.
Los mejores vinos de Ahr provienen de viñedos de pendiente pronunciada expuestos al sur que son capaces de capturar altos niveles de luz solar, fundamentales en estos climas tan fríos del norte. Aquí la cosecha no es nada fácil en estas pendiente con grietas accidentadas.

Baden, ubicada en el suroeste de Alemania, al este del río Rin, es la región vinícola más soleada y cálida del país. Se distingue por la producción de espumosos de alta calidad (Sekt) y por sus vinos tintos de Spätburgunder, así como por vinos blancos frescos elaborados con Grauburgunder (Pinot Gris) y Müller-Thurgau.

Franken: Franconia en español, es la más oriental de las regiones que se asientan sobre el Rin o sus afluentes. Produce vinos blancos secos y terrosos, muy diferentes de la norma alemana, combinan bien con la gastronomía, aunque tienden a ser caros.
Con inviernos intensos, las heladas representan un verdadero desafío cada año y el tamaño de la cosecha varía considerablemente.
Los vinos de Franken se distinguen por la botella plana y verde en forma de frasco, o Bocksbeutel, en la que se venden.
Silvaner es la variedad de uva más usada. Al igual que la Riesling, que con el aumento de las temperaturas de la última década logran su plena maduración.
El Rieslaner, el cruce local de Silvaner con Riesling, también puede producir deliciosos vinos de cosecha tardía. Würzburger Stein es la capital de la región.
Además, la región cuenta con bodegas subterráneas históricas, excavadas en la roca. Originalmente muchas se construyeron para almacenar cerveza, gracias a la temperatura fresca y constante, pero con el tiempo también se adoptaron para fermentar y conservar los vinos locales, especialmente Silvaner y Rieslaner. Hoy, estos túneles combinan historia, arquitectura y enología, y son un atractivo imperdible para quienes visitan la zona.

Hessische Bergstrasse: se encuentra en el estado alemán de Hesse, situada entre los ríos Neckar, Rin y Meno, así como amplias vistas del Odenwald y el valle del Rin.
Cada año, el 1 de mayo, el Weinlagenwanderung (una caminata por viñedos, una forma de enoturismo que permite a los participantes recorrer senderos entre las vides) tiene lugar aquí con muchas estaciones de degustación. Las variedades de uva más importantes: Riesling, Müller-Thurgau, Pinot Gris y Pinot Noir

Mittelrhein: llamada la Garganta del Rin, es una zona vitivinícola muy pequeña de 450 hectáreas, situada entre Bonn y Bingen, extendiéndose unos 100 km por el sur a lo largo de la orilla del río Rin. Es una región preciosa de viñedos en terrazas y algunos de los paisajes más deslumbrantes del mundo del vino, con castillos medievales y ruinas que se aferran a los picos rocosos, sitios impregnados de antiguas leyendas.
Ubicada en el Valle del Medio Alto Rin fue declarada en el 2002 Patrimonio de la Humanidad. Casi tres cuartas partes de los viñedos están plantados con la uva Riesling, ademas de Müller Thurgau y Spätburgunder. El suelo de pizarra arcillosa produce vinos vibrantes con una pronunciada acidez. 

Mosel (Mosela) ubicada en el oeste de Alemania, a lo largo del río Mosela. Es famosa por sus empinadas colinas cubiertas de viñedos y sus suelos de pizarra que aportan mineralidad a los vinos. Aquí se producen Rieslings elegantes y de baja graduación alcohólica, con aromas a frutas cítricas y notas minerales. Predominan los vinos secos («Trocken») y dulces («Auslese», «Spätlese»).

Nahe se ubica en el estado alemán de Rheinland-Pfalz. Se extiende a lo largo del río Nahe, entre las ciudades de Martinstein y Bingen.
Los suelos ricos en minerales de la región dan lugar a una amplia gama de vinos. Las uvas Riesling, que se cultivan principalmente en los viñedos empinados dan lugar a vinos especiados, elegantes y llenos de vida. Los lugares con pendientes más suaves son ideales para las uvas Silvaner, Kerner, Müller-Thurgau y Scheurebe. En ellos se obtienen vinos con mucho cuerpo, suaves y fragantes. El Nahe Grauburgunder y el Weissburgunder son secos y muy recomendables con preparaciones típicas alemanas.

Rheingau situada a lo largo del río Rin, cerca de Frankfurt. Su clima templado y viñedos orientados al sur favorecen la maduración de la uva. La región es conocida por sus Rieslings secos y complejos, con buen potencial de guarda. También se produce una cantidad limitada de vinos tintos con Spätburgunder (Pinot Noir).

Pfalz (Palatinado) se halla en el suroeste de Alemania, cerca de la frontera con Francia. Es la segunda región productora más grande del país y cuenta con un clima cálido y variado. Aquí se elaboran Rieslings aromáticos y con mayor cuerpo, así como excelentes vinos tintos de Pinot Noir (Spätburgunder) y Dornfelder, una variedad típicamente alemana.

Rheinhessen, en el sudoeste del país y a orillas del Rin, es la región vitivinícola más grande de Alemania. Se caracteriza por la producción de Rieslings versátiles, que van desde secos hasta dulces, además de excelentes vinos de Silvaner, una variedad tradicional.

Saale-Unstrut se encuentra principalmente en el estado alemán de Sachsen-Anhalt, con una pequeña parte que se extiende hasta el estado de Thüringen. La región se extiende a lo largo de los ríos Saale y Unstrut y es la zona más septentrional de Alemania.
Vinos de Saale-Unstrut: La situación septentrional de la región de Saale-Unstrut contribuye a producir vinos especialmente aromáticos, elegantes y especiados. Los vinos secos con una fina frutosidad son los más típicos.

Sachsen en el estado de Sachsen-Anhalt. Se extiende a lo largo del río Elba, al noroeste y sureste de Dresden. También es la región vinícola más oriental de Alemania.
Las condiciones de la región de Sachsen no son tan ideales como las de otras regiones de Alemania. Por ello, la cantidad y la calidad de los vinos varían año tras año. Debido a los bajos volúmenes de vino de esta región, los vinos de Sachsen se consideran una rareza y suelen ser algo más caros.

Württemberg, situada en el estado alemán de Baden-Württemberg. La mayoría de viñedos se encuentran a lo largo del río Neckar.
Württemberg es conocido por sus vinos tintos. La mayoría de los vinos producidos aquí se consumen localmente. Sólo se exporta un pequeño porcentaje de los vinos de mayor calidad, que son más caros que la media.
Las variedades de uva más importantes: Trollinger, Riesling, Schwarzriesling, Lemberger, Spätburgunder; como especialidades el rojo terciopelo y el Frühburgunder.

Vinos blancos

  • Riesling: Es la uva emblema de Alemania. da vinos de calidad. Es resistenta a las heladas y tiene acidez elevada, lo que hace que los vinos añejen bien. La cosecha se realiza a partir de mediados de octubre. Da vinos con notas florales y frutadas. Cuando es atacada por la botritis cinerea da vinos muy dulces y tabmién balanceados con acidez elevada. Produce vinos frescos y aromáticos, con equilibrio entre acidez y dulzura.
  • Silvaner: Da vinos neutros que se caracterizan por su elevada acidez. Es muy utilizada para blends. Su mejor expresión se encuentra en Franken. Da vinos apreciada por su frescura y notas herbáceas.
  • Grauburgunder (Pinot Gris): Vinos secos con buena acidez especialmente en Baden y Pfalz.

Vinos tintos

  • Spätburgunder (Pinot Noir): Elegante, con notas de frutos rojos y especias.
  • Dornfelder: Variedad alemana que produce tintos más intensos y frutales.Generalmente tiene más cuerpo y taninos que un Pinot Noir alemán, lo que lo hace más apto para maridar con platos contundentes.

Vinos espumosos (Sekt)

Alemania es el mayor productor de vinos espumosos en el mundo. Los Sekt de calidad premium, elaborados con el método tradicional, son cada vez más populares.

Vinos dulces

Alemania es conocida por sus vinos de postre como el Eiswein (vino de hielo), elaborado con uvas congeladas que concentran azúcares naturales.

Gastronomía en Alemania

Foto: iStock

Alemania no solo es famosa por sus vinos blancos excepcionales, como el Riesling, sino también por su rica gastronomía, donde destacan platos tradicionales como el Sauerkraut (chucrut), las Bratwurst (salchichas a la parrilla) y el Eisbein (codillo de cerdo).

Sauerkraut: Es chucrut, una preparación de col fermentada muy popular en Alemania, que suele servirse como acompañamiento de carnes y embutidos.

Bratwurst: Son salchichas de cerdo o ternera, que se cocinan a la parrilla o en sartén y se acompañan con mostaza, pan y, a veces, chucrut.

Para los amantes del maridaje, un Riesling seco acompaña de maravilla el Sauerkraut y pescados ahumados, gracias a su acidez refrescante y notas cítricas.
En cambio, un Syrah alemán resalta la jugosidad del Eisbein, equilibrando la untuosidad del plato.
Para las tradicionales Bratwurst, una opción ideal es un Silvaner, que complementa las especias sin opacar los sabores de la carne.

Alemania también es reconocida por su exquisita pastelería, con delicias como el Schwarzwälder Kirschtorte (torta Selva Negra), una combinación de budín de chocolate, crema, cerezas y licor de cereza (Kirschwasser), que marida a la perfección con un vino dulce como un Riesling Spätlese o incluso un Pinot Noir.
Otra joya es el Apfelstrudel, un hojaldre relleno de manzana especiada, que se disfruta con un Gewürztraminer de vendimia tardía, cuyas notas florales y especiadas resaltan el dulzor de la fruta. Además, el clásico Stollen, un pan navideño con frutas secas y mazapán, encuentra un aliado ideal en un Eiswein, cuyo dulzor y acidez equilibran los sabores intensos del postre.

Alemania, con su diversidad de regiones vitivinícolas, ofrece un abanico de estilos que van desde los blancos vibrantes y aromáticos hasta los tintos elegantes y estructurados. Con una viticultura marcada por la influencia del clima, los suelos y siglos de tradición, el país ha sabido reinventarse, combinando técnicas ancestrales con innovación para seguir conquistando paladares en todo el mundo.

Ya sea un Riesling mineral de Mosel, un Silvaner expresivo de Franconia o un Pinot Noir refinado de Baden, cada copa refleja la identidad única de su terroir. Así, Alemania continúa siendo una referencia ineludible para los amantes del vino, invitándonos a descubrir su riqueza en cada sorbo.

Un recorrido por Francia y sus terroirs en Wine Masters

Esta vez emprendemos un viaje a los espectaculares viñedos de Francia para descubrir Wine Masters, una serie fascinante creada por Klaas de Jong. A través de los testimonios de las familias más influyentes del mundo del vino, este documental nos sumerge en la pasión, el esfuerzo y el amor por el terruño que dan vida a cada botella.

Rhône

El Ródano es una de las regiones más antiguas de Francia. Predominan las cepas Syrah y la Viognier.
Una apasionante historia de la familia Guigal contada de forma abierta, donde con mucha empeño y amor elaboran los vinos. Tres generaciones trabajando una tierra  casi centenaria.
En 1942 Etienne Guigal funda la bodega en Ampuis, un antiguo pueblo en la cuna de la Apelación de Origen Côte Rôtie.
La apelación de origen es la certificación francesa que garantiza ciertas condiciones de los vinos y gran variedad de productos agrícolas.
Guigal es el primer nombre que surge cuando se habla del Rhône.
A Phillippe Guigal, su actual enólgo, cuando tenía seis años le preguntaron qué quería ser cuando fuera grande y él respondió: como mi abuelo y mi padre. Gente que trabaja de lleno la tierra, que está en sintonía con ella.
Están tan cerca de la tierra, son granjeros a veces aún más que wine makers.
Según Robert Parker: «Nunca vi un prductor tan fanático sobre la calidad como Marcel Guigal.»

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Phillipe and Marcel catando- Foto: E. Guigal


Loire


El Loire, o Loira en español, es la tierra en donde predomina el Sauvignon Blanc.
En este hermoso sitio, conocida como el Jardín de Francia, a través del documental se observa la pasión de la familia Burgeois por el terroir, las uvas y los vinos.
Los Burgeois realizan vinos desde hace diez generaciones.
Henri comenta que se levanta a la mañana con muchas ganas, que adora trabajar en el viñedo, ama su profesión, si bien dice: «no es una profesión.»
En la región de Pouilly Fumé se destaca el Sancerre, denominación de origen de un vino muy especial que los Burgeois lo conocen muy bien, está hecho de la uva Sauvignon Blanc, al ser de un terroir único, se expresa de manera diferente, un terroir que vale oro.
La finca está ubicada en el famoso pueblo de Chavignol, a dos horas de Paris. Chavignol es reconocido no sólo por sus excelentes vinos, sino también por su delicioso queso de cabra Crottin de Chavignol.
El terruño de Sancerre es verdaderamente único, presenta suelos denominados, «terre blanche», que están compuestos de lodo y cal. Las condiciones climatológicas son excelentes y allí se elaboran vinos blancos secos con notas minerales.
Tim Atkin explica: «Yo pienso que es una buena definición de lo que significa un gran vino, vinos que son hechos con amor.»

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Arnaud, Lionel y Jean-Christophe – Foto: Henri Bourgeois

Bordeaux


Es una de las regiones de Francia que da los vinos más buscados y donde se encuentran los vinos más caros.
El documental trata de la historia de la la octava generación, desde 1909,  de una familia que elabora el Château  Angélus, la familia Burgeois.
El Château Angélus está emplazado en un anfiteatro natural y con vista a tres iglesias de Saint Emilion. Es considerado uno de los Premiers Grand Cru Classé “A”.
El establecimiento toma el nombre de los viñedos en donde los viticultores escuchaban las campanas del Angelus (oración que rezan los católicos), que provenían de las tres iglesias cercanas.
Hubert de Boüard de Laforest es quien lidera este maravilloso proyecto con su primo Jean-Bernard Grenié uniendo tradición con tecnología.
Stéphanie cuenta que tenía seis años y que le expresó a su padre que quería ser parte del negocio familiar.
Elaboran vinos con Merlot, Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon.
Según Jeannie Cho Lee, crítica de vinos: «Hubert de Boüard de Laforest es un superstar. No es una sorpresa que él sea altamente buscado como consutor de vinos.»

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Familia Angélus – Foto: Château Angélus

Bourgogne


La Bourgogne posee muchas etiquetas. De un modo sencillo podemos decir que los vinos que encontrás son de Chardonnay o Pinot Noir.
El Dominio Drohuin es bien vasto y se encarga de unos de los mejores y destacados viñedos de la Borgoña que tienen un siglo de vida. Tienen viñedos en Chablis, Côte de Nuits, Côte de Beaune y la Cote Chalonnaise.
Véronique entiende la Bourgogne es un amorío entre el Pinot Noir, Bourgogne y el suelo.
Los Drohuin además, poseen viñedos también en Willamette Valley, en Oregón Estados Unidos, donde una de las hijas Véronique conduce el Domaine Drohuin.
Los vinos de la Bourgogne se dividen en cuatro categorías, de acuerdo a su calidad: Región, Village, Premier Cru y Grand Cru.
En la Bourgogne, hay dos grandes terroirs o terruños:
En el norte está la Côte de Nuite que es donde reina el Pinot Noir, de donde salen vinos elegantes, delicados y complejos.
La Côte de Beaune: al surtiene uno de los mejores terroirs del mundo para la uva Chardonnay. y próximo en la localidd de Corton-Charlemagne se cultiva Pinot Noir.
En este genial documental,  Tim Atkin observa que frecuentemente la gente le explica que no le gusta el Chardonnay y que cuando le pregunta si les agrada el Chablis (la denominación de origen), comentan que lo adoran, aunque sin reparar que están tomando Chardonnay.

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Parcelas – Foto: Joseph Drouhin

Alsace


En 1626 fue cuando la familia Trimbach empieza a elaborar vinos en Alsacia.
En 1898 gracias a Frédéric Emile Trimbach los vinos reciben una gran distinción que los hace famosos.
Hoy en día esta gran bodega la conduce Hubert, sus sobrinos Jean y Pierre, y la hija de Pierre, Anne.
En este documental la familia comparte su cautivadora historia y a la vez la trayectoria de la cepa Riesling, uva que para Pierre Trimbach posee una complejidad y elegancia maravillosa.
Anne dice que su padre, sabe mucho y que sin embargo no lo demuestra, con orgullo expresa: «soy su gran fan.»
Tim Atkin asegura que los Trimbach hacen uno de los grandes vinos de Alsacia.

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Viñedos de Trimbach – Foto: Maison Trimbach

Esperamos te haya encantado recorrer estas bellísimas zonas de Francia, que viven por el vino y para el vino. Terroirs que expresan lo mejor y lo muestran al mundo.

Nosotros queremos agradecer muchísimo a Klaas de Jong por brindarnos la oportunidad de conocer bien de cerca a estas cinco familias productoras de excelentes vinos y comentarte qué es lo hacen.
Celebramos la calidad y la fotografía de este genial documental de Wine Masters que honra a cada una de estas cinco familias.

Deseamos que hayas disfrutado de este camino por los viñedos del Rhône, Loire, Bourgogne, Bordeaux y Alsace.

¡Salud y buena vida!