Las Indicaciones Geográficas (IG) que juegan un rol clave en el mundo del vino, siendo una garantía de calidad y autenticidad. Protegen el origen del producto, y también promueven el reconocimiento de la singularidad de los terruños.

Un ejemplo fascinante es el Valle de Canota, ubicado en el corazón de Mendoza y uno de los que posee más altura en el norte mendocino. Se distingue por su microclima único y la diversidad de sus suelos, que van desde arenas hasta suelos calcáreos. Se ubica limitando con la Reserva Natural de Villavicencio y a 30 minutos de la ciudad de Mendoza.

De este valle se elaboran vinos con carácter, estructura y frescura inigualables, especialmente para varietales como el Malbec y Cabernet Sauvignon.
Uno de los primeros productores y promotor de la IG es Santiago Achaval con su proyecto Matervini que junto a Roberto Cipresso hacen foco y una excelente labor en el respeto por la tradición vitivinícola y la innovación.

Las características bien marcadas del valle son los suelos franco arcillosos, dominados por lutitas (piedra sedimentaria de alto contenido de carbonatos de calcio), el meso clima que provoca una brotación temprana (hasta 10 días antes) con primaveras más templadas y con menos heladas; la presencia de micro-climas; especialmente la influencia de los cordones montañosos de Precordillera al Oeste y del Cerro Colorado al Este y un dato importante: la vegetación nativa.

Este sitio está cargado de historia porque sus murallones al borde del camino representan el punto donde se dividió la Campaña Libertadora comandada por el General San Martín camino al cruce cordillerano.

La IG Valle de Canota no solo respalda la calidad de los vinos, sino que además impulsa a la región como un destino enoturístico emergente, lleno de historia y paisajes impresionantes. Los viticultores de esta zona están comprometidos con prácticas sostenibles, creando una sinergia entre tradición y modernidad.