Uvas Criollas: identidad, historia y el renacer de una herencia

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Pensar que durante años las uvas criollas fueron vistas como simples variedades de volumen, sin el prestigio de las cepas europeas. Sin embargo, en los últimos tiempos, algo cambió. Enólogos curiosos, productores apasionados y consumidores atentos comenzaron a redescubrirlas. Hoy vuelven a ocupar un lugar que nunca deberían haber perdido: el de las verdaderas pioneras del vino argentino.

¿Qué son las uvas criollas?


Se llama “uvas criollas” a aquellas variedades nacidas en suelo americano a partir de las primeras vides traídas por los colonizadores españoles en el siglo XVI. Estas plantas, adaptadas al clima y a la geografía del continente, dieron origen a nuevas cepas a través de cruces naturales. Son, en cierto modo, hijas del mestizaje: descendientes de uvas europeas que encontraron aquí su propio carácter y personalidad.

Por eso, aunque su origen remoto se remonte al Viejo Mundo, las criollas son parte del patrimonio vitivinícola más auténtico de Sudamérica. Representan siglos de trabajo, de adaptación y de cultura rural.


Un poco de historia

Las primeras vides llegaron al territorio argentino con los misioneros, que necesitaban vino para las celebraciones religiosas. Rápidamente se extendieron por las zonas más fértiles, desde Cuyo hasta el Noroeste. Durante más de tres siglos, las Criollas dominaron el paisaje vitivinícola argentino. Sus racimos eran abundantes, resistentes al clima y fáciles de cultivar.

Sin embargo, a mediados del siglo XX, la vitivinicultura argentina tomó otro rumbo. Se priorizó el rendimiento por sobre la identidad, y las uvas criollas quedaron relegadas frente al avance de cepas internacionales como Malbec, Cabernet Sauvignon o Chardonnay. Muchas de ellas fueron arrancadas o destinadas a vinos de mesa. Durante décadas, su nombre estuvo asociado a lo simple y masivo.

Hasta los albores del siglo XX, las uvas solían plantarse mezcladas, en viejos parrales donde convivían distintas variedades. Las criollas son consideradas autóctonas porque nacieron en nuestro suelo, a partir de la adaptación de cepas traídas por los colonizadores. Su origen genético remite a la Moscatel de Alejandría, introducida en América por los jesuitas. Con el tiempo, se expandieron por Argentina, Chile, Perú y Bolivia, dando lugar a una familia de uvas con identidad propia.

Durante años tuvieron mala fama: se las consideraba uvas de bajo valor enológico. Sin embargo, como bien dice el reconocido enólogo Ángel Mendoza, “no hay uvas malas, hay vinos malos”. Y esa frase resume a la perfección el cambio de mirada que hoy las vuelve a poner en valor.


El rescate de una identidad


Afortunadamente, las tendencias cambian. Hoy el mundo del vino valora cada vez más la autenticidad, la historia y la conexión con el origen. En ese contexto, las criollas resurgieron como símbolo de diversidad y orgullo local.

Investigadores del Instituto Nacional de Vitivinicultura y enólogos de distintas provincias comenzaron a estudiar su genética y a rescatar antiguos parrales. Con el tiempo, aparecieron etiquetas que sorprendieron por su frescura, ligereza y expresión frutal. Las criollas dejaron de ser un recuerdo para transformarse en una alternativa moderna y seductora.

Principales variedades Criollas

Entre las más conocidas se encuentran Criolla Chica, Criolla Grande, Pedro Giménez, Moscatel de Alejandría, Moscatel Rosado, Cereza y Mollar de América.
Cada una tiene su historia y su expresión particular:

  • Criolla Chica: uva tinta, de racimos pequeños y piel delgada, da vinos sutiles, frescos y de baja graduación alcohólica. Es la misma uva que la País de Chile, la Negra Mollar del Perú y la Misión de Estados Unidos. Hoy se la elabora con técnicas que realzan su delicadeza.
  • Criolla Grande: uva tinta, de gran extensión en los viñedos antiguos, produce vinos ligeros, con notas a frutas rojas y gran versatilidad gastronómica.
  • Criolla Blanca: uvas que se encuentran en los patios de las familias. Da vinos con perfil aromático exótico y salvaje.
  • Pedro Giménez: uva blanca, ampliamente cultivada en Mendoza, aporta vinos blancos suaves y florales, muy valorados por su simpleza honesta.
  • Cereza uva rosada, ofrece una experiencia única y distinta de los vinos tradicionales
  • Moscateles: dan vinos aromáticos, de acidez equilibrada y gran carácter regional.
  • Canela: algunos parrales datan de 1940 y 1960. Es una uva rosada intenso, de pulpa blanda, muy aromática, susceptible a la podredumbre, porque su racimo es muy apretado. Es bastante rendidora


Las criollas y el enoturismo

El renacimiento de estas variedades también abrió una nueva puerta para el turismo del vino. Hoy, quienes visitan bodegas en el Valle de Uco, San Juan o el Norte argentino pueden descubrir experiencias centradas en estas uvas: recorridos por antiguos parrales, degustaciones comparativas y charlas que muestran cómo el pasado y el presente se entrelazan en cada copa.

El visitante conecta con una herencia viva. Las criollas cuentan la historia de nuestros abuelos viticultores, de los inmigrantes que trajeron sus saberes, y de los jóvenes enólogos que hoy reinterpretan ese legado con técnicas modernas.


Un futuro con raíces

Las uvas criollas se ganaron nuevamente el respeto del mundo vitivinícola. Representan la posibilidad de mirar hacia adelante sin olvidar el pasado, de construir una identidad argentina basada en la diversidad y la autenticidad.

Cada vino elaborado con estas cepas es un recordatorio de que no todo lo valioso proviene de afuera: a veces, lo más genuino está en lo propio, en lo que crece desde hace siglos bajo nuestro sol.

El rescate de las uvas Criollas es una forma de volver a conectarnos con la historia, con la tierra y con la gente que la trabaja. Es también una invitación a conocer, probar y redescubrir el vino argentino desde una mirada más amplia, nuestra y emocional.

Si en tu próximo viaje visitás una bodega, preguntá por un vino elaborado con uvas criollas. Detrás de esa copa hay siglos de historia y una pasión que sigue viva.


¡Gracias por leernos y por acompañar cada historia con tu visita!


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4 comentarios sobre “Uvas Criollas: identidad, historia y el renacer de una herencia

  1. Extraordnario el trabajo de los profesionales del INTA, recorriendo las distintas zonas vitìcolas del paìs y rescatando las variedades de la època de la Colonia. Procesando las uvas del material, que a travès de la secuenciaciòn de su ADN, han identificado estàn abriendo el camino hacia la enologìa del siglo XXI.

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    1. Así es, admirable el esfuerzo que están haciendo para preservar nuestro patrimonio vitivinìcola. Rescatar estas variedades y estudiar su ADN no solo aporta a la historia del vino en Argentina, sino que también abre nuevas posibilidades para la enología moderna. ¡Gracias por tu comentario!

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