Imagen: The Big Wine Theory
Hay vinos que acompañan momentos. Y hay otros que los transforman en recuerdos. Los vinos espumantes pertenecen a este último grupo: están ligados a celebraciones, encuentros, brindis compartidos y también a instantes íntimos donde una copa alcanza para decir mucho.
Detrás de cada burbuja hay decisiones, tiempos de espera y un trabajo minucioso que comienza en el viñedo y continúa en la bodega. Comprender cómo se elabora un espumante no solo despierta curiosidad, sino que profundiza el disfrute y la conexión con el vino.
En esta nota te invitamos a descubrir, paso a paso, cómo nacen los vinos espumantes, qué métodos existen y por qué cada estilo expresa una manera distinta de entender el vino y el placer de beberlo.
¿Qué es un vino espumante?
Antes de avanzar, vale una aclaración importante que muchas veces genera confusión.
Popularmente, durante muchos años se utilizó la palabra Champagne para referirse a cualquier vino con burbujas. Sin embargo, Champagne es una denominación de origen controlada, reservada exclusivamente para los vinos espumantes elaborados en la región de Champagne, en Francia, bajo normas muy precisas.
Por este motivo, fuera de esa región, el término correcto es vino espumante. Cada país y cada región luego le da su identidad propia —Cava, Prosecco, Sekt, espumante argentino— pero todos comparten un mismo principio: la presencia de gas carbónico natural generado durante la fermentación.
Un vino espumante es aquel que contiene dióxido de carbono disuelto de forma natural, generado durante la fermentación. Ese gas es el responsable de la espuma y de las burbujas que se liberan al servirlo. A diferencia de los vinos tranquilos, los espumantes se caracterizan por su presión interna y por una elaboración pensada especialmente para preservar frescura, acidez y elegancia.
El vino base: el punto de partida
Antes de que aparezcan las burbujas, todo espumante comienza siendo un vino tranquilo. Esta etapa, muchas veces poco visible para el consumidor, es fundamental: de la calidad y el equilibrio del vino base dependerá, en gran medida, el resultado final del espumante.
La elaboración del vino base comienza en el viñedo, con una cosecha generalmente más temprana que la de los vinos tranquilos. El objetivo es preservar una acidez natural elevada, indispensable para aportar frescura, tensión y capacidad de evolución, y mantener un bajo grado alcohólico, que luego se incrementará con la segunda fermentación.
En bodega, las uvas se someten a un prensado suave y cuidadoso, buscando obtener mostos limpios y delicados, con bajo contenido de compuestos fenólicos. Esta sutileza es clave para lograr espumantes elegantes y de textura fina.
La fermentación alcohólica del vino base se realiza de manera controlada, generalmente a bajas temperaturas, para conservar aromas primarios frescos y precisos. En esta instancia, el enólogo decide también si el vino realizará o no fermentación maloláctica, una elección que influirá directamente en el perfil final: mantenerla aporta mayor vivacidad y filo; realizarla suma suavidad y sensación de volumen en boca.
El resultado es un vino de perfil austero, liviano y marcadamente ácido, que por sí solo puede parecer simple. Sin embargo, es justamente esta estructura la que lo convierte en la base ideal para afrontar la segunda fermentación y transformarse, con el tiempo y el trabajo sobre lías, en un vino espumante complejo y lleno de carácter.
La segunda fermentación: donde nacen las burbujas
La segunda fermentación es el corazón del vino espumante.
La primera fermentación alcohólica transforma el mosto en vino base. Como vimos, se busca un vino de bajo alcohol, alta acidez y perfil sobrio, que actúe como un verdadero lienzo en blanco. Aquí se define la pureza aromática, la estructura y el equilibrio que permitirán sostener el proceso posterior.
La segunda fermentación es el momento clave en el que el vino se convierte en espumante. Es aquí donde nacen las burbujas y se define, en gran medida, la identidad del vino.
Una vez elaborado el vino base, se le añade azúcar y levaduras para provocar una nueva fermentación alcohólica. Durante este proceso, las levaduras vuelven a transformar el azúcar en alcohol y dióxido de carbono. La diferencia fundamental con la primera fermentación es que, en este caso, el gas no se libera: queda atrapado dentro del vino, disolviéndose lentamente y dando origen a la efervescencia característica.
La forma en que se integra ese gas es determinante. Cuando la segunda fermentación ocurre lentamente y a bajas temperaturas, se logran burbujas más finas, persistentes y elegantes. Por el contrario, fermentaciones más rápidas suelen dar una espuma más intensa pero menos delicada.
El lugar donde sucede esta fermentación también es decisivo. Si ocurre en botella, el espumante ganará complejidad, textura cremosa y capacidad de guarda gracias al contacto prolongado con las lías. Si se realiza en tanques presurizados, el resultado será un vino más fresco, frutal y directo, donde prima la expresión varietal.
En todos los casos, la segunda fermentación no solo crea las burbujas: define la presión interna del vino, su sensación en boca y el estilo final que llegará a la copa.
Tipos de vinos base y estilos de espumantes
No todos los espumantes parten del mismo tipo de vino base. Según las variedades utilizadas y el estilo buscado, pueden elaborarse a partir de distintos vinos:
- Blanc de Blancs: espumantes elaborados exclusivamente a partir de uvas blancas. Suelen destacarse por su frescura, fineza y perfiles más delicados.
- Blanc de Noirs: vinos blancos elaborados a partir de uvas tintas, como Pinot Noir o incluso Malbec. El prensado suave permite obtener mostos claros, dando lugar a espumantes con mayor estructura y profundidad.
- Espumantes rosados: pueden obtenerse por breve contacto con las pieles de uvas tintas o por la adición de una pequeña proporción de vino tinto al vino base, según el método y la tradición de cada región.
- Espumantes tintos: menos comunes, pero presentes en algunas zonas y estilos particulares, donde se busca expresar intensidad y carácter.
- Cortes de vino blanco y vino tinto: utilizados principalmente en espumantes rosados, aportan color, estructura y complejidad.
Cada una de estas decisiones influye directamente en el color, el cuerpo, los aromas y la sensación en boca del espumante final.
Principales métodos de elaboración
Método tradicional o Champenoise
Es el método más reconocido y el que da origen a algunos de los espumantes más complejos del mundo.
- Al vino base se le agrega el licor de tiraje (azúcar y levaduras) y se embotella.
- La segunda fermentación ocurre dentro de la botella, dando lugar a la toma de espuma.
- Luego comienza un período de crianza sobre lías, durante el cual el vino gana complejidad aromática, volumen y textura.
Finalizada esta etapa, las botellas deben liberarse de los sedimentos. Para ello se realiza el removido, un proceso mediante el cual las botellas se giran y se inclinan progresivamente para que las lías se deslicen hacia el cuello.
Tradicionalmente, este trabajo se hacía de manera manual sobre pupitres, estructuras de madera perforadas donde las botellas se colocan en posición inclinada y se rotan diariamente con gran precisión. Hoy en día, en muchas bodegas, este proceso se realiza de forma mecánica mediante giropalets, aunque el principio sigue siendo el mismo.
Una vez que los sedimentos se concentran en el cuello, se procede al degüelle, donde se expulsan las lías. Luego se añade el licor de expedición, que definirá el estilo de dulzor final del espumante.
Este método aporta notas de pan tostado, brioche, frutos secos y una burbuja fina y persistente.

Método Charmat
En este método, la segunda fermentación se realiza en tanques de acero inoxidable presurizados. También es conocido como método Martinotti, aunque este nombre suele utilizarse más en contextos técnicos o históricos.
Se trata de un proceso más rápido y eficiente que el método tradicional, ya que permite controlar la fermentación a gran escala y reducir los tiempos de elaboración.
Una vez finalizada la segunda fermentación en tanque, el vino se embotella ya con el gas integrado, conservando su frescura natural.
El resultado son espumantes de perfil fresco, frutal y directo, donde se destaca el carácter varietal, la ligereza en boca y una expresión más primaria de los aromas.
Long Charmat
Es una evolución del método Charmat tradicional.
- La segunda fermentación también ocurre en tanque.
- El vino permanece más tiempo en contacto con sus lías, lo que aporta mayor complejidad y estructura.
Combina frescura con una textura más cremosa y profundidad aromática.
El rol de las lías
El contacto del vino con las levaduras muertas (lías) es clave en muchos espumantes de calidad.
- Aporta aromas complejos.
- Mejora la sensación en boca, dando cremosidad y volumen.
- Contribuye a la estabilidad del vino.
Cuanto mayor sea el tiempo de crianza sobre lías, mayor será la complejidad del espumante.
Clasificación según azúcar
Luego del degüelle, el espumante se clasifica según la cantidad de azúcar residual:
Una vez finalizada la segunda fermentación y realizado el degüelle, el espumante puede recibir —o no— el llamado licor de expedición, una mezcla de un vino guarado, brandy o destilado que permite ajustar el estilo final. La cantidad de azúcar residual determinará la clasificación del espumante y tendrá un impacto directo en la percepción en boca, el equilibrio y el tipo de consumo recomendado.
- Nature: contiene menos de 3 gramos de azúcar por litro. Son espumantes bien secos, donde la acidez y la expresión del terroir quedan completamente expuestas. Recomendados para paladares entrenados y para maridar con platos de marcada intensidad salina o grasa.
- Brut Nature: con menos de 7 gramos de azúcar por litro, mantiene un carácter muy seco, pero con una leve redondez en boca que equilibra la acidez. Es un estilo muy apreciado por quienes buscan precisión, frescura y definición aromática.
- Extra Brut: con menos de 11 gramos por litro, logra un equilibrio armónico entre sequedad y suavidad. Es uno de los estilos más versátiles, ideal tanto para aperitivos como para acompañar una amplia variedad de platos.
- Brut: con menos de 15 gramos de azúcar por litro, es el estilo más difundido a nivel mundial. Su leve aporte de azúcar equilibra acidez y estructura, dando lugar a espumantes amables, accesibles y muy gastronómicos.
- Demi-Sec: a partir de los 15 gramos por litro, presenta una dulzura perceptible. Estos espumantes son ideales para acompañar postres, quesos azules o preparaciones especiadas, donde el contraste dulce resulta armonioso.
- Dulce: con más de 40 gramos de azúcar por litro, se trata de espumantes claramente dulces, intensos y envolventes, pensados para momentos específicos y para paladares que disfrutan de una expresión golosa.
Comprender estas categorías permite elegir el espumante adecuado no solo según el gusto personal, sino también según la ocasión y el maridaje.
Cabe aclarar que el Extra Brut sólo existe en Argentina no sucede así en Francia.
El encorchado y el bozal
Una vez que el espumante está listo, llega el momento del encorchado, una etapa clave para garantizar su correcta conservación y seguridad. La botella se cierra con el clásico corcho de espumante, diseñado para soportar la presión interna generada por el gas carbónico.
Para asegurar ese cierre, se coloca el bozal, el armazón de alambre que mantiene el corcho firme en su lugar y evita que salga expulsado por la presión. Este sistema es indispensable en todos los vinos espumantes y también en el Champagne, nombre reservado exclusivamente a los elaborados en la región francesa homónima.
El encorchado no es solo un gesto final: es el paso que sella todo el trabajo previo y permite que el espumante llegue a la copa en perfectas condiciones, preservando sus burbujas, aromas y frescura.
Para que te clarifique lo que leiste, te dejamos un excelente video a cargo de Alejandro Martinez.
Los espumantes en el mundo
El mundo de los vinos espumantes es amplio y diverso. Si bien el método de elaboración puede ser similar, cada país y cada región aportan su identidad a través del clima, las variedades de uva, la tradición y la cultura del consumo.
Francia
Francia es la referencia histórica cuando se habla de espumantes. La mayor parte de los vinos espumantes franceses provienen de la región de Champagne, cuyo nombre está protegido y reservado exclusivamente a los vinos elaborados allí.
Fuera de Champagne, Francia elabora una gran diversidad de espumantes bajo la denominación Crémant, presentes en regiones como Alsacia, Borgoña, Burdeos, Jura, Saboya y Limoux. Estos vinos, elaborados principalmente por método tradicional, expresan el carácter de cada zona y suelen ofrecer una excelente relación entre calidad y precio.
Cuando los espumantes franceses presentan un perfil dulce, tradicionalmente se los denomina Mousseaux, un estilo menos difundido hoy, pero históricamente relevante.
Italia
Italia ofrece una enorme variedad de estilos y expresiones. El más conocido a nivel internacional es el Prosecco, caracterizado por su perfil fresco, frutal y accesible. También se destacan el Asti Spumante, de estilo aromático y dulce, y el Franciacorta, elaborado por método tradicional y reconocido por su complejidad y elegancia.
El Lambrusco, por su parte, rompe con los esquemas clásicos al presentar espumantes —muchas veces tintos o rosados— de carácter frutal y refrescante.
España
En España, el espumante más emblemático es el Cava, elaborado principalmente por método tradicional y con zonas de producción reconocidas. Además, en los últimos años han ganado visibilidad otros espumantes regionales, como los elaborados en Rueda o Rías Baixas, que aportan nuevas interpretaciones y estilos.
Alemania
En Alemania, los vinos espumantes se conocen como Sekt. Pueden elaborarse por distintos métodos, aunque los de mayor calidad suelen seguir el método tradicional. Las variedades más utilizadas incluyen Pinot Blanc y, muy especialmente, Riesling, que aporta una marcada acidez, finura aromática y gran capacidad de guarda.
La elaboración de los vinos espumantes es un delicado equilibrio entre técnica, tiempo y sensibilidad. Entender cómo se hacen no solo enriquece la experiencia de degustación, sino que también permite elegir mejor, valorar el trabajo detrás de cada botella y disfrutar aún más de cada burbuja.
Porque detrás de un buen espumante, siempre hay mucho más que celebración.
Tendencias actuales en los vinos espumantes
El mundo del vino espumante también evoluciona y acompaña los cambios en los hábitos de consumo.
En los últimos años, se observa una clara inclinación hacia estilos más livianos, frescos y fáciles de beber, donde el disfrute no está necesariamente asociado al alcohol elevado.
Los espumantes de bajo alcohol ganan protagonismo entre consumidores que buscan moderación, bienestar y un consumo más consciente, sin resignar placer. La cosecha temprana, el manejo preciso de la fermentación y ciertos métodos de elaboración permiten lograr vinos vibrantes, aromáticos y equilibrados, con menor graduación alcohólica.
A esta tendencia se suma el interés por prácticas más sustentables, vinos orgánicos o de mínima intervención, donde la expresión del viñedo y la pureza del vino toman un rol central. La frescura, la transparencia y la identidad del origen se valoran tanto como la técnica.
Así, el espumante deja de ser solo una bebida asociada a celebraciones puntuales para transformarse en un vino versátil, actual y alineado con nuevos estilos de vida, capaz de acompañar distintos momentos y mesas.
Maridajes y vinos espumantes
Los vinos espumantes son, probablemente, los más versátiles a la hora de maridar. Su acidez natural, la presencia de burbujas y, en algunos casos, el azúcar residual, los convierten en grandes aliados de la gastronomía.
Los espumantes más secos y frescos —como un Brut Nature o Extra Brut— funcionan muy bien con mariscos, ostras, sushi, pescados crudos, quesos de cabra o entradas livianas. La burbuja limpia el paladar y realza la frescura de los platos.
Los espumantes con algo más de cuerpo o crianza sobre lías, elaborados por método tradicional, acompañan perfectamente platos más elaborados: risottos, aves, pescados grillados, quesos semiduros e incluso preparaciones con manteca o crema, donde la acidez equilibra la untuosidad.
En el caso de los espumantes rosados, su perfil frutado y su estructura los vuelve ideales para tapas, cocina mediterránea, embutidos, recetas con salmón, atún o carnes blancas.
Los estilos Demi-Sec o Dulce encuentran su mejor expresión junto a postres, frutas, pastelería o quesos azules, aunque también pueden sorprender acompañando platos especiados o de inspiración asiática.
Más allá de las reglas, el espumante invita a animarse: no solo para el brindis, sino para ocupar un lugar protagonista en la mesa.
Seguí aprendiendo y disfrutando el mundo del vino
Si este recorrido por la elaboración de los espumantes despertó tu curiosidad, te invitamos a seguir profundizando:
- Clases y formaciones en vinos, espumantes y servicio, pensadas tanto para profesionales como para apasionados.
- Encuentros y experiencias puntuales en torno al vino, donde el conocimiento se vive en la copa y se adapta a cada propuesta.
- Mentorías personalizadas para sommeliers y proyectos gastronómicos que buscan crecer con identidad.
El vino se entiende mejor cuando se comparte. Y cada aprendizaje suma una nueva forma de disfrutarlo.
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Es mi pasión los dulces y sobre todo eran italianos pero llegaron los argentinos y no los cambio por ningúno y el extra dulce mejor
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Hola Claudia!! Muchas gracias por tu visita y tu comentario.
Claro que los espumantes italianos son muy ricos!! Qué bueno que sabés cuales te gustan!! Es importante a la hora de degustar una bebida, tener en cuenta qué nos gusta. A mi también me agradan los espumantes dulces.
Nos vemos la próxima!!
Saluti!!
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