El 24 de mayo se celebra el Día Nacional de la Olivicultura en Argentina, conmemorando que en esta fecha, en el año 1591, se radicó el primer asentamiento español en la ciudad de Aimogasta, La Rioja. En ese lugar se encuentra un olivo declarado árbol histórico nacional, símbolo del arraigo de esta noble planta en nuestras tierras.
El origen del olivo en Argentina
El olivo llegó a América con los colonizadores españoles en el siglo XVI. En el territorio que hoy es Argentina, los primeros ejemplares se plantaron en la región de Cuyo durante el período colonial, especialmente en La Rioja, San Juan y Mendoza. El clima seco y los suelos pedregosos ofrecieron condiciones ideales para su desarrollo. Desde entonces, la olivicultura ha evolucionado y se ha consolidado como una de las actividades agrícolas más importantes del país.
Principales provincias olivícolas
Argentina cuenta con más de 100.000 hectáreas destinadas al cultivo del olivo. Las principales provincias productoras son:
La Rioja: pionera y una de las mayores productoras de aceitunas del país.
Catamarca: se destaca por la calidad de su aceite de oliva virgen extra.
San Juan: importante tanto en la producción de aceitunas de mesa como de aceite.
Mendoza: combina viñedos y olivares, siendo referente en productos gourmet.
Córdoba y Buenos Aires: en los últimos años han incorporado cultivos con excelentes resultados.
Salta, Neuquén y Río Negro: también presentan emprendimientos olivícolas en crecimiento.
Variedades más cultivadas en Argentina
Entre las principales variedades de olivo cultivadas en el país se encuentran:
Arbequina: de origen español, muy apreciada por su alta productividad y excelente calidad de aceite.
Arauco: variedad autóctona argentina, ideal tanto para aceitunas de mesa como para aceite virgen extra. Destaca por su sabor intenso y frutado.
Manzanilla y Empeltre: tradicionales variedades españolas adaptadas con éxito al clima local.
Frantoio y Leccino: de origen italiano, cada vez más utilizadas por su perfil aromático y elegante.
Usos del olivo en la cocina
El olivo no solo nos regala su fruto, la oliva o aceituna, sino también el preciado aceite, base de la cocina saludable y mediterránea. Sus aplicaciones son tan versátiles como sabrosas:
Preparaciones con aceitunas
En picadas y aperitivos junto a quesos, embutidos y panes artesanales.
En ensaladas, como la griega o la criolla con un toque de oliva negra.
En guisos y estofados, aportando profundidad de sabor.
En empanadas, panes y pizzas, tanto en la masa como en los rellenos.
Usos del aceite de oliva
Como base para aderezos y vinagretas.
En salteados y cocciones suaves, gracias a su estabilidad térmica.
En repostería saludable, reemplazando manteca o aceites refinados.
En conservas artesanales de vegetales o pescados.
Para terminar platos, realzando sabores con solo unas gotas.
La olivicultura argentina combina historia, tradición e innovación. Hoy más que nunca, revalorizar este cultivo es apostar por la sustentabilidad, la salud y el sabor.
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Descubrí qué convierte a un vino en apto para la guarda, cuáles son sus características clave y por qué el paso del tiempo puede transformarlo en una experiencia inolvidable.
¿Qué entendemos por un vino de guarda?
Un vino de guarda no es simplemente aquel que se conserva por unos años: es el que ha sido concebido desde su origen para mejorar y transformarse con el paso del tiempo. Implica una filosofía de elaboración integral, paciencia, técnica precisa, y una visión de largo plazo tanto en viñedo como en bodega.
Factores que determinan el potencial de guarda
Para que un vino sea apto para envejecer y evolucionar con elegancia, debe cumplir con una serie de condiciones. Aquí algunas de las más importantes:
Factor
Importancia
Cómo se practica
Selección de uvas
La calidad de la materia prima define el “esqueleto” del vino.
Raleo, poda, selección de parcelas con orientación adecuada, suelo apropiado, microbiota saludable.
Acidez natural
Sirve como conservante natural, mantiene frescura y permite la evolución lenta de aromas.
Cosecha en el momento justo, manejo en el viñedo que favorece acidez (altitud, sombra parcial, buenas noches).
Taninos
Dan estructura y capacidad de reserva. Permiten que el vino resista el tiempo sin perder carácter.
Uso de variedades con taninos firmes, extracción controlada, crianza parcial en barrica.
Alcohol y grado
Debe haber equilibrio: suficiente grado alcohólico para estabilidad, pero sin excesos que opaquen los matices.
Control de fermentaciones, evadir excesos de azúcar residual, uso de levaduras adecuadas.
Tipo de roble (francés, americano, húngaro), tostado, tamaño de barrica, tiempo de crianza.
Condiciones de guarda
Las condiciones externas determinan si ese potencial se va a desarrollar bien o se va a perder.
Temperatura constante, humedad adecuada, poca luz, posición horizontal, vibraciones mínimas, corcho de calidad.
Blancos de guarda
Aunque los tintos frecuentemente se asocian con guarda, hay varios blancos que demuestran gran evolución con los años:
Chardonnay con crianza en barrica, que viran hacia notas de manteca, vainilla, madera, frutas maduras, miel.
Semillón, que con guarda prolongada puede adquirir notas de cáscaras de cítrico seco, higos.
Torrontés, son los que menos se guardan, aunque si se seleccionan parcelas únicas y se cuida la acidez, también pueden sorprender.
Cómo cambia un vino durante su envejecimiento
Un vino de guarda se transforma sensorialmente de maneras fascinantes:
Aromas: de frutas primarias frescas, frutos maduros, es decir notas terciarias (tabaco, cuero, higos secos, nueces, especias).
Color: en tintos, del rojo intenso al rojo ladrillo o teja; en blancos, de amarillo pálido al dorado profundo.
Textura: los taninos se suavizan, se redondea; la boca gana en complejidad y equilibrio.
Boca: se vuelven más integrados los componentes (alcohol, acidez, taninos), surgimiento de sabores secundarios o terciarios.
¿Cuándo abrir un vino de guarda?
No todos los vinos mejoran infinitamente; cada uno tiene un “punto óptimo” de consumo. Aquí algunos criterios para decidir:
Tipo de añada: años de buena climatología dan vinos con más potencial; años difíciles quizá menos.
Etiqueta / ficha técnica: si el enólogo sugiere guarda de 5, 10, 15 años, ese es un buen punto de partida.
Aroma primario vs secundario: cuando los aromas primarios (frutales frescos) se vean dominados por notas más complejas, puede que esté acercándose al momento ideal.
Prueba periódica: abrir una botella de una caja de los mismos vinos, en diferentes momentos te permite evaluar cómo evoluciona; guardar el resto si sigue mejorando.
Guarda en Argentina: presente y futuro
Aunque el hábito de guardar vinos todavía no está tan arraigado entre consumidores, estamos viendo una tendencia creciente entre bodegas que buscan destacar su carácter en crianza.
Algunas variedades que se exploran con más entusiasmo: Chardonnay, Semillón y Torrontés para blancos; Malbec, Cabernet, Tempranillo y blends especiales para tintos.
Mejora en infraestructura de cellars particulares, enológica, marketing orientado a la conservación y envejecimiento.
Recomendaciones prácticas si querés apostar por vinos de guarda
Comprá algunas botellas de vinos aptos para guarda y reserválas en condiciones controladas para ver cómo evolucionan.
Aprendé a identificar en la etiqueta datos útiles: año, tipo de uva, crianza, región climatológica.
Probá versiones jóvenes y luego las mismas después de algún año para agudizar tu propio sentido de los cambios.
Compartí con otros aficionados o sommeliers para comparar apreciaciones.
Guardar un vino es más que almacenarlo: es confiar en él, en quien lo elaboró, y en lo que puede llegar a ser. Es una forma de rendirle homenaje al oficio, a la naturaleza y al tiempo.
El vino de guarda no solo madura: se transforma. Y con él, también madura quien lo espera.
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“Este vino tiene mucha estructura” es una frase que seguramente escuchaste en una cata o en una charla con sommeliers. Es una expresión habitual en el lenguaje del vino, pero no siempre está clara para quienes comienzan a explorar este universo.
En esta nota te invitamos a descubrir qué significa realmente, cómo identificarla y por qué es tan importante para entender, describir y disfrutar un vino.
¿Qué es la estructura en un vino?
La estructura es, en esencia, la columna vertebral del vino. Es lo que le da firmeza, volumen, peso y equilibrio en boca. La percibimos cuando el vino llena el paladar con presencia, sin ser plano ni diluido, y cuando sus componentes están integrados de forma armoniosa.
Los pilares fundamentales de la estructura son:
El alcohol, que aporta sensación de cuerpo y calidez.
La acidez, que otorga frescura, tensión y prolonga la vida del vino.
Los taninos, que brindan textura, firmeza y potencial de guarda, especialmente en los tintos.
La concentración de fruta, que equilibra y completa el perfil sensorial.
Un vino estructurado no necesariamente es pesado o difícil de tomar. Puede ser elegante, profundo, complejo y tener un largo final. Lo que importa es la armonía entre sus componentes y su capacidad de sostenerse en el tiempo.
Variedades estructuradas: algunas protagonistas en Argentina
Hay variedades de uvas que, por su composición natural, tienden a generar vinos más estructurados. En el contexto de la vitivinicultura argentina, algunas se destacan por su intensidad, volumen y capacidad de guarda:
Malbec: la cepa emblemática de Argentina. Dependiendo de la zona y la vinificación, puede ser jugosa y frutal o mostrar una estructura notable, con taninos sedosos y buena acidez. Los Malbecs de altura (como los del Valle de Uco o Salta) suelen tener una estructura más marcada.
Cabernet Sauvignon: de taninos firmes, acidez marcada y gran longevidad. Es ideal para la crianza en barrica y para maridar con carnes intensas.
Petit Verdot: una variedad potente, con color profundo, estructura firme y excelente desarrollo en cortes o blends. Su presencia es cada vez más valorada por los enólogos argentinos.
Tannat: originaria del suroeste de Francia, encontró en el norte argentino, Entre Ríos y Buenos Aires (y también en Uruguay) un suelo fértil para expresar su carácter. Sus taninos son notorios, su cuerpo es robusto y su envejecimiento en madera la transforma en una opción ideal para los amantes de los vinos potentes.
Syrah, Bonarda, Tempranillo o algunos blends tintos bien diseñados también pueden mostrar una gran estructura, sobre todo si provienen de zonas con amplitud térmica y suelos pobres que favorecen una maduración lenta y equilibrada.
Maridajes para vinos estructurados
Un vino estructurado necesita un plato que le haga frente. De lo contrario, puede opacar la comida o sentirse fuera de lugar. Algunas ideas de maridaje para este estilo de vinos:
Carnes rojas a la parrilla o al horno, especialmente con grasa o cocción prolongada.
Guisos tradicionales, como un estofado, un cordero braseado o un ossobuco.
Quesos curados, duros o picantes.
Platos especiados, con reducción de vino tinto o salsas intensas.
Cocina regional con influencia andina o criolla, que combine sabores potentes y texturas.
También es interesante probar estos vinos por copa, dándoles tiempo en la copa o decantándolos si lo necesitan. Son vinos para disfrutar con pausa, dejando que evolucionen y cuenten su historia.
¿Por qué es importante hablar de estructura?
Comprender la estructura de un vino permite no solo disfrutarlo más, sino también comunicarlo con claridad. Es una herramienta fundamental para sommeliers, comunicadores del vino y equipos de gastronomía, porque permite traducir una experiencia sensorial en palabras comprensibles para los comensales y clientes.
Además, es una forma de formar al consumidor: cuando alguien aprende a reconocer la estructura, comienza a descubrir un nuevo mundo de matices, y puede elegir con más criterio qué vino le gusta, cuándo tomarlo y con qué acompañarlo.
¿Querés aprender más?
Si te interesa profundizar en el lenguaje del vino, mejorar tus habilidades como sommelier o formar a tu equipo gastronómico, te invito a conocer mis programas de mentorías personalizadas y capacitaciones.
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En los últimos años, los vinos espumantes naturales conocidos como Pet Nat se han convertido en una tendencia en alza en las copas del mundo entero. Pero más allá de lo novedoso o «trendy», detrás de estos vinos burbujeantes se esconde una historia milenaria, una técnica rescatada del olvido y un cambio profundo en la forma de entender el vino: menos intervención, más autenticidad.
¿Qué significa «Pet Nat»?
«Pet Nat» es la abreviatura del término francés Pétillant Naturel, que puede traducirse como “efervescente natural”. Esta categoría se elabora mediante el método ancestral (méthode ancestrale), una técnica de vinificación que se remonta al siglo XVI, anterior incluso a la invención del Champagne tal como lo conocemos hoy.
A diferencia del método tradicional o «champenoise», en el que se realiza una segunda fermentación dentro de la botella mediante la adición de levaduras y azúcar, el método ancestral se basa en interrumpir la fermentación primaria y embotellar el vino antes de que finalice por completo. Esto permite que el azúcar residual termine su transformación en alcohol dentro de la botella, liberando dióxido de carbono y creando así las burbujas de forma espontánea y natural.
Breve historia de una técnica rescatada
El método ancestral tiene sus raíces en el sur de Francia, particularmente en la región de Gaillac (suroeste) y Limoux (Languedoc), donde los registros indican que ya en el siglo XVI se producían vinos espumantes sin intervención artificial. En Limoux, los monjes benedictinos de la abadía de Saint-Hilaire ya embotellaban vinos con burbujas antes de que el Champagne ganara protagonismo en la corte de Luis XIV.
Durante siglos, esta técnica fue considerada rústica e impredecible, y fue desplazada por el refinado método champenoise. Sin embargo, con el auge de los vinos naturales en las últimas décadas —impulsado por productores jóvenes y consumidores más conscientes—, el método ancestral resurgió con fuerza, ofreciendo una alternativa vibrante, viva y honesta.
¿Cómo se elabora un Pet Nat?
La clave del Pet Nat es la fermentación espontáneay la mínima intervención. En general, el proceso implica:
Cosecha manual y vinificación con levaduras indígenas.
Control de temperatura para ralentizar la fermentación y embotellar con azúcar residual.
Cierre con tapa corona, sin degüelle (aunque algunos productores realizan degüelle parcial).
No se filtra, no se clarifica, y no se añade licor de expedición ni sulfitos (o en dosis muy bajas).
El resultado son vinos con un aspecto turbio o ligeramente opaco, presencia de sedimentos, y una estética más artesanal, libre y expresiva.
¿Qué los diferencia de otros espumantes?
Espontaneidad y naturaleza: No hay segunda fermentación inducida, lo que refuerza su carácter más puro.
Estética sin artificios: El vino refleja directamente su origen, sin manipulaciones.
Perfil aromático: Aromas rústicos, frutales, fermentativos y lácticos, a menudo con notas de pan, manzana, cítricos o flores.
Alcohol moderado: Generalmente entre 10% y 12%, lo que los hace ideales para beber frescos y en cualquier momento del día.
Tiempo de consumo: Se recomiendan jóvenes, ya que la evolución en botella es más impredecible.
El sabor de lo inesperado
Cada Pet Nat es una botella viva. Las burbujas son más suaves que en un Champagne, a menudo con una espuma menos persistente, pero con un carácter juguetón. Pueden recordar a una sidra natural o a cervezas sour, y en muchos casos se perciben notas salvajes, florales o especiadas. Son vinos que celebran la libertad, lo imprevisible, la expresión del terroir y del momento.
Maridajes versátiles
Su frescura, acidez y complejidad los vuelven ideales para:
Quesos de pasta blanda (como brie o camembert).
Aperitivos y tapas.
Platos asiáticos, ceviches, sushi y cocina thai o vietnamita.
Fermentados, pickles y platos agridulces.
Brunches al aire libre o meriendas informales.
Son compañeros ideales para compartir sin protocolos.
El fenómeno Pet Nat en Argentina
En nuestro país, el movimiento de vinos naturales ha encontrado su expresión propia, y el Pet Nat ha sido uno de los estilos más explorados en este nuevo paradigma. Bodegas de distintas regiones se han animado a experimentar con variedades blancas, tintas y naranjas, buscando autenticidad y nuevas formas de llegar al consumidor.
Estas etiquetas no solo representan un estilo, sino también una filosofía: beber vino sin tanta estructura, aunque con identidad, honestidad y libertad.
Los Pet Nat buscan reconectar con las raíces del vino, con su esencia más simple y humana. En un mundo donde muchas veces prima lo estandarizado, el Pet Nat nos recuerda que lo imperfecto puede ser también lo más auténtico.
Ya sea para quien recién empieza a explorar el mundo del vino o para paladares inquietos que buscan lo distinto, los Pet Nat proponen un brindis con historia, con personalidad y con burbujas llenas de vida.
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El suelo es un factor determinante en la calidad y el perfil de un vino. Su composición, estructura y capacidad de retención de agua afectan el crecimiento de la vid y, por ende, la expresión de la uva. Dentro de la viticultura, los diferentes tipos de suelo aportan características únicas que se reflejan en cada copa.
En una entrada anterior, exploramos el fascinante mapa vitivinícola de Argentina, donde descubrimos la diversidad de regiones y terroirs que hacen del país un referente mundial en la producción de vino. Hoy, nos adentramos en los suelos de distintas provincias argentinas, que juegan un papel fundamental en la producción de vinos de calidad, ya que influyen directamente en las características organolépticas de las uvas.
Según la clasificación de la imagen, podemos agrupar los suelos en diferentes categorías:
– Arenoso: Drena bien, retiene poco agua y aporta vinos elegantes con taninos suaves. Es común en regiones como Médoc en Bordeaux y en partes de Patagonia, Argentina. – Franco (Loam): Combinación equilibrada de arena, limo y arcilla, proporcionando buenos nutrientes y retención de humedad. – Limo/Loess: Retiene agua y calor, generando vinos con mayor cuerpo y redondez. Presente en algunas zonas de Mendoza. – Arcilloso: Retiene bien el agua y aporta estructura a los vinos. Presente en regiones como Rioja, Pomerol y partes de Luján de Cuyo en Argentina. – Grava: Facilita el drenaje y ayuda a la maduración de la uva, dando lugar a vinos con buena concentración, como los de Graves en Burdeos y ciertos sectores de Agrelo, Mendoza. – Aluvial: Depósitos de ríos con mezcla de piedras, arena y limo, generando vinos con gran complejidad. Común en el Valle de Uco, donde destacan los Malbec de altura. – Silts/Flint (Sílex): Suelo mineral que puede aportar notas ahumadas, como en el Valle del Loira.
Orígenes geológicos:
– Ígneo (Volcánico, Granito): Suelos derivados de lava o cenizas, aportando frescura y mineralidad a los vinos. Se encuentran en regiones como Sicilia, Santorini y en algunos sectores de Neuquén en Argentina. – Metamórfico (Gneis, esquisto, pizarra): Suelos que conservan el calor, favoreciendo la maduración y aportando intensidad aromática. Presente en el Douro, Priorat y en algunas zonas de San Juan. – Sedimentario (Arenisca, Caliza): Tienden a retener humedad y aportan acidez vibrante, como en Chablis, Champagne y en las zonas calcáreas de Gualtallary, Mendoza.
¿Cómo influye el suelo en el vino? Cada tipo de suelo influye en el fuerza de la planta de la vid, la retención de agua y los nutrientes disponibles, generando vinos con diferentes perfiles. Los suelos volcánicos aportan mineralidad, los arcillosos estructura, los calcáreos frescura y los arenosos elegancia.
Ejemplos de terroirs en Argentina
Jujuy cuenta con suelos de origen aluvial y coluvial, compuestos principalmente por arenas, limos y rocas de origen sedimentario. En la Quebrada de Humahuaca, donde se cultivan viñedos a más de 2.000 metros de altura, los suelos pedregosos y con buen drenaje permiten obtener vinos con gran concentración y acidez natural. La marcada amplitud térmica, junto con la baja materia orgánica del suelo, contribuye a la producción de uvas de maduración lenta, que dan lugar a vinos frescos, intensos y con una identidad bien definida. Los suelos de los Valles Templados son predominantemente aluviales, con una mezcla de materiales provenientes de los ríos y quebradas cercanas. Se encuentra una mezcla de arcillas, limo, arenas y piedras, lo que le otorga a los vinos una estructura equilibrada y un perfil más mineral. En algunas áreas más específicas, los suelos tienden a ser más rocosos y pedregosos.
Salta: Salta es una de las regiones vinícolas más singulares de Argentina, famosa por sus viñedos ubicados entre los 1.500 y más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, lo que le otorga una identidad única en el mundo vitivinícola. Los suelos de la región son predominantemente arenosos y pedregosos, lo que garantiza un excelente drenaje y permite el desarrollo de raíces profundas. Tacuil es una de las subzonas más altas de la provincia de Salta, ubicada en el Valle Calchaquí a más de 2.200 metros sobre el nivel del mar. Los suelos de Tacuil son arenosos y arcillosos, con una gran proporción de materiales orgánicos que otorgan una mayor retención de agua, lo que resulta beneficioso para los viñedos que crecen a gran altitud. La Quebrada de San Lucas, también ubicada en el Valle Calchaquí, es una zona de viñedos de gran altitud, que se encuentra a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar. Los suelos en San Lucas son pedregosos, con una gran presencia de piedras y grava.
Tucumán, aunque menos conocida en el ámbito vitivinícola, tiene suelos franco-arenosos y pedregosos, ideales para el cultivo de uvas en altura. Los viñedos en la zona del valle Calchaquí están ubicados a más de 1.600 metros sobre el nivel del mar, lo que permite una maduración más lenta y un desarrollo excepcional de aromas y acidez en las uvas. Malbec y Cabernet Sauvignon son las variedades más plantadas en la región.
En la provincia de Catamarca: Tinogasta: Es la región vitivinícola más tradicional. Los suelos son franco-arenosos con presencia de piedras y buen drenaje. El clima es cálido y seco, con una marcada amplitud térmica, lo que permite una excelente maduración de las uvas. Aquí el Torrontés se expresa con gran intensidad aromática y frescura, mientras que el Syrah y el Bonarda logran una excelente concentración de color y taninos redondos. Fiambalá: Con viñedos a mayor altitud (1.500-2.000 metros), esta zona se destaca por suelos aluviales, con arenas y rocas volcánicas que aportan mineralidad a los vinos. El Malbec y el Cabernet Sauvignon presentan una notable intensidad de color, buena acidez y taninos firmes. Además se producen vinos de altura con variedades blancas como Chardonnay y Sauvignon Blanc, que logran un perfil fresco y elegante. Santa María: En esta región, ubicada en los Valles Calchaquíes catamarqueños, los suelos son arenosos y pedregosos, con una buena retención de agua en algunas zonas. Gracias a la altura y la amplitud térmica, el Torrontés se destaca con una expresión aromática intensa y equilibrada acidez. Se encuentran excelentes ejemplares de Tannat y Bonarda, con gran estructura y potencial de guarda. Belén: Con suelos franco-arenosos y pedregosos, esta zona tiene un clima seco y ventoso, lo que permite una maduración lenta y progresiva de las uvas. Se producen tintos expresivos y con buena estructura, destacándose el Malbec y el Syrah, que presentan notas especiadas y taninos firmes.
La Rioja es una de las provincias vitivinícolas más antiguas de Argentina y se destaca por la producción de vinos aromáticos y expresivos. Su clima es cálido y seco, con una marcada amplitud térmica que favorece la maduración de las uvas, mientras que sus suelos franco-arenosos y pedregosos permiten un buen drenaje. La variedad emblemática de la provincia es el Torrontés Riojano, que se expresa con gran intensidad aromática, notas florales y cítricas, además de una acidez equilibrada. Entre sus principales zonas vitivinícolas se encuentran Chilecito, el corazón productivo de La Rioja, donde el Torrontés y el Bonarda logran una excelente expresión frutal y frescura; Famatina, con viñedos de altura que dan lugar a tintos con gran estructura, destacándose el Malbec y el Syrah; Villa Unión, con suelos pedregosos y buena amplitud térmica, ideales para Cabernet Sauvignon de gran concentración. En los últimos años, La Rioja ha comenzado a diversificar su producción, apostando por variedades como Chardonnay y Sauvignon Blanc, que encuentran en su terroir una expresión vibrante y fresca.
Los suelos de Santiago del Estero, una de las provincias más cálidas y secas de Argentina, se distinguen por su gran diversidad y adaptabilidad a diferentes tipos de cultivo. En gran parte de la provincia, los suelos son arenosos y de textura ligera, lo que favorece el drenaje y la aireación, pero también requiere un manejo adecuado del riego.
Córdoba, una de las provincias más diversas en términos de suelos y microclimas, presenta una amplia variedad de terrenos ideales para la viticultura. En la región de Colonia Caroya, los suelos son predominantemente franco-arenosos y aluviales, con buena capacidad de drenaje, lo que favorece el cultivo de variedades como el Malbec y el Cabernet Sauvignon. En la región de Punilla, especialmente en Villa Giardino, los suelos al pie de la sierras. Hacia el oeste es calcáreo puro, 100 metros más al Sur en medio un valle fértil, sin piedra, profundo y muy rico en materia orgánica. En el Valle de Calamuchita, los suelos son más franco-arcillosos, con una excelente retención de agua, lo que permite a las vides resistir las altas temperaturas del verano. En Traslasierra, se encuentran suelos más pedregosos y calcáreos, especialmente en las zonas de mayor altura, lo que genera un terroir ideal para vinos con una gran concentración de sabor y acidez. Otras zonas vitivinícolas de la provincia, como el Norte de Córdoba y el sector de Tanti, presentan suelos arenosos y rocosos, que favorecen la producción de uvas con perfiles frutales intensos y una frescura notable. La diversidad de suelos en Córdoba, sumada a la variabilidad de microclimas y altitudes, hace de la provincia un lugar excepcional para el cultivo de una amplia gama de cepas, desde las más tradicionales como Isabella hasta las más conocidas.
San Luis cuenta con suelos arenosos y arcillosos, con una notable presencia de minerales que aportan complejidad a los vinos. La provincia se ha posicionado en los últimos años como una región emergente con un gran potencial para variedades como Malbec y Syrah. Su clima seco y las grandes amplitudes térmicas favorecen vinos concentrados y con una estructura tánica bien definida.
Mendoza, la principal región vitivinícola de Argentina, cuenta con una gran diversidad de suelos que, combinados con la altitud y el clima seco, permiten la producción de vinos de alta calidad con perfiles bien diferenciados según la zona. Norte: Comprende zonas como Lavalle y Las Heras, donde predominan los suelos arenosos y pedregosos, con buen drenaje y baja materia orgánica. Esta combinación, junto con un clima más árido y cálido, da lugar a vinos con madurez temprana, buena concentración y carácter frutal. La Bonarda, en particular, se ha convertido en una de las variedades más representativas de la región, mostrando una expresión jugosa y vibrante. Este: Incluye departamentos como San Martín, Rivadavia y Junín, donde los suelos son mayormente franco-arenosos, profundos y de origen aluvial. Esta zona, históricamente vinculada a la producción de volumen, cuenta con un clima más cálido y mayor disponibilidad de agua para riego, lo que permite una maduración completa de las uvas. En los últimos años, ha mostrado un gran potencial para variedades como Bonarda, Syrah y Tempranillo, que logran vinos frutales, equilibrados y de taninos suaves. Luján de Cuyo: Considerada la cuna del Malbec argentino, esta zona presenta suelos profundos con mayor presencia de arcilla, que retiene más humedad y permite el desarrollo de vinos con gran estructura, concentración y taninos redondos. A alturas que oscilan entre los 800 y 1.100 metros, la combinación de suelos y clima da lugar a Malbecs de perfil frutado, con cuerpo y elegancia, además de destacadas expresiones de Cabernet Sauvignon y Bonarda. Valle de Uco: Ubicado entre los 900 y 1.600 metros de altitud, este valle se caracteriza por sus suelos aluviales y calcáreos, con excelente drenaje. La presencia de carbonato de calcio aporta frescura y tensión a los vinos, favoreciendo la acidez natural y la estructura. Esto se traduce en Malbecs vibrantes, con notas florales y taninos finos, además de excelentes Chardonnay y Cabernet Franc con gran complejidad y longevidad. Oasis Sur (San Rafael y General Alvear): En esta zona, ubicada entre los 450 y 800 metros de altitud, predominan los suelos franco-arenosos con presencia de piedra y arcilla en profundidad. El clima es más templado en comparación con otras regiones mendocinas, lo que favorece la producción de vinos equilibrados y elegantes. San Rafael, en particular, es reconocido por su excelente Chenin Blanc, así como por Cabernet Sauvignon y Merlot con gran expresión frutal y acidez moderada.
San Juan posee varios valles, el Valle del Tulum: Es la región vitivinícola más tradicional y productiva de San Juan. Se encuentra a una altitud de entre 600 y 750 metros sobre el nivel del mar, con suelos mayormente franco-arenosos y profundos, con buen drenaje. Gracias a su clima cálido y seco, es ideal para la producción de Syrah, la variedad insignia de la provincia, que se expresa con cuerpo medio, notas especiadas y taninos suaves. También se destacan variedades como Bonarda y Malbec, que logran vinos frutales y de perfil accesible. Valle de Pedernal: Situado entre los 1.200 y 1.500 metros de altitud, este valle presenta suelos calcáreos y pedregosos, con una gran influencia de la altura y una amplitud térmica marcada. Estas características permiten obtener vinos con gran frescura, acidez natural y estructura, destacándose el Malbec con notas minerales, taninos firmes y un perfil elegante. Además, el Cabernet Franc y el Chardonnay han mostrado un potencial sobresaliente en esta zona. Valle de Zonda: Ubicado a menor altitud, entre los 650 y 850 metros sobre el nivel del mar, tiene suelos franco-arenosos y pedregosos con excelente drenaje. Su clima seco y soleado permite una maduración óptima de las uvas, resultando en vinos expresivos y concentrados. Es una zona destacada para la producción de Syrah y Cabernet Sauvignon, que presentan una notable intensidad de color y aromas especiados. Valle de Calingasta: Enclavado en la precordillera, este valle se sitúa entre los 1.300 y 1.500 metros de altitud y cuenta con suelos aluviales con presencia de rocas y sedimentos de origen andino. Su clima seco y la altitud favorecen la producción de vinos de gran carácter y tipicidad, con taninos firmes y buena acidez. El Malbec de Calingasta se distingue por su estructura y notas minerales, mientras que el Syrah y el Cabernet Sauvignon también logran una excelente expresión. Valle de Ullum: Ubicado en una zona más cálida, con altitudes entre 700 y 850 metros, presenta suelos arenosos y pedregosos, con buen drenaje y baja retención de agua. Este terroir favorece la producción de variedades como Torrontés, que se expresa con un perfil floral y fresco, y Syrah, que adquiere notas especiadas y un cuerpo envolvente.
En general, los suelos de La Pampa son predominantemente planos, con grandes extensiones de tierras bajas y llanuras, lo que genera suelos fértiles y aptos para la agricultura. Muchos de estos suelos son aluviales, con capas de arcilla, limo y arena, que tienen una excelente capacidad de retención de agua y sustancias nutritivas, lo que favorece el cultivo de una amplia variedad de productos agrícolas. Los suelos en las zonas cercanas a los ríos, como el río Salado y el río Colorado, son más ricos en nutrientes debido a los sedimentos depositados por las inundaciones y el arrastre del agua. Estos suelos suelen ser más profundos, arcillosos y con un buen balance de humedad.
Neuquén se encuentra en una zona de transición entre las regiones del norte y del sur de Argentina, lo que se refleja en sus suelos, predominantemente aluviales, con una gran variabilidad en su composición. Tienen una buena capacidad de retención de agua, lo que es fundamental en un clima semiárido. Las vides crecen en suelos pedregosos y sueltos, lo que favorece una maduración uniforme. Variedades como Cabernet Sauvignon y Malbec destacan por su complejidad y concentración
Río Negro se caracteriza por sus suelos franco-arcillosos, que ofrecen un excelente drenaje y son ideales para el cultivo de variedades de ciclo corto. La amplitud térmica de la región, con inviernos fríos y veranos cálidos, favorece la conservación de la acidez en las uvas. Las vides crecen en suelos ricos en minerales, lo que contribuye a la complejidad de los vinos. Las variedades Pinot Noir y Merlot son las más representativas de la región, produciendo vinos delicados con una gran expresión aromática.
Chubut: Chubut es la provincia vitivinícola más austral de Argentina y una de las más frías del mundo para la producción de vinos. Con viñedos que llegan hasta los 45° de latitud sur, el clima extremo, la altitud en algunas zonas y los suelos con presencia de esquistos y pizarra crean un entorno único para la elaboración de vinos de gran frescura, acidez vibrante y elegancia. Valle de Trevelin: Ubicado en la región cordillerana, este valle es una de las zonas más frías de Argentina para la vitivinicultura, con inviernos rigurosos y veranos frescos. Los suelos aquí presentan una composición de esquistos, pizarras y sedimentos glaciarios, lo que permite un excelente drenaje y aporta mineralidad a los vinos. Gracias a la marcada influencia del clima, el Pinot Noir se expresa con gran delicadeza, notas de frutos rojos frescos y una acidez electrizante. El Chardonnay, por su parte, adquiere una expresión vibrante, con notas cítricas y un perfil tenso y elegante. Valle Inferior del Río Chubut: En esta zona, más cercana al Atlántico, los suelos combinan pizarras y esquistos con arenas y arcillas, lo que permite un buen drenaje y moderada retención hídrica. La influencia oceánica aporta frescura y brisas constantes que favorecen la sanidad de los viñedos. Aquí se destacan variedades como Pinot Noir y Merlot, que logran un perfil sutil y de taninos finos, además de Sauvignon Blanc y Riesling, que presentan notas florales y cítricas con una acidez marcada. Sarmiento: Ubicado en el centro de la provincia, este terroir se caracteriza por suelos calcáreos y pedregosos, con presencia de esquistos y pizarra, lo que aporta una gran mineralidad a los vinos. El clima es extremadamente seco y frío, con una amplitud térmica muy marcada. Estas condiciones permiten la producción de vinos blancos con acidez vibrante, especialmente Chardonnay y Gewürztraminer, que expresan notas florales, cítricas y especiadas. En tintos, el Pinot Noir muestra una estructura ligera y elegante, con un perfil fresco y especiado. Los viñedos más australes del mundo: En los últimos años, Chubut ha sido protagonista de proyectos experimentales en zonas cercanas a la latitud 46° Sur, donde los viñedos desafían las condiciones extremas del clima patagónico. En estos suelos rocosos y pobres, con una fuerte presencia de pizarra y esquistos, se están obteniendo vinos con una frescura sin precedentes, destacándose los espumosos de Chardonnay y Pinot Noir, que presentan una acidez vibrante y una marcada mineralidad. El avance de la vitivinicultura en Chubut demuestra que la latitud extrema no es una limitación, sino una oportunidad para explorar nuevas expresiones del vino argentino.
Buenos Aires; es una de las regiones vitivinícolas emergentes de Argentina, con un crecimiento sostenido en los últimos años. Se han desarrolldo variedades como Pinot Noir, Chardonnay, Albariño, Merlot y Cabernet Franc. A diferencia de las clásicas regiones vitivinícolas de Argentina, donde la altura es un factor clave, en Buenos Aires la influencia marítima y las temperaturas moderadas juegan un papel fundamental en la identidad de sus vinos. Chapadmalal: Ubicada a pocos kilómetros del océano Atlántico, cerca de Mar del Plata, esta región se caracteriza por suelos franco-arenosos con buen drenaje y una gran influencia marítima. La brisa del Atlántico modera las temperaturas, lo que permite una maduración lenta de las uvas y preserva su acidez natural. Aquí se destacan los espumosos de Chardonnay y Pinot Noir, con gran frescura y mineralidad, además de tintos ligeros y elegantes de Pinot Noir y Albariño con un perfil vibrante. Berisso: Situada en la ribera del Río de la Plata, esta zona presenta suelos arcillosos y limo-arenosos, con buena retención de humedad. El clima húmedo y templado permite obtener vinos con una acidez natural destacada. La región es conocida por su vino de la costa, elaborado con la histórica variedad Isabella (o Criolla Chica), de perfil frutal y ligero. En los últimos años, se han implantado variedades como Malbec y Cabernet Franc, que logran una expresión más fresca y frutal que en otras regiones del país. Junín: En el norte de la provincia, esta zona cuenta con suelos franco-arenosos y un clima más continental, con veranos cálidos e inviernos fríos. La menor influencia oceánica permite obtener vinos con más estructura y concentración. Aquí se destacan los Cabernet Sauvignon y Merlot, que presentan una buena intensidad de color, taninos firmes y una expresión frutal madura. Tandil: Ubicada en el sistema de sierras del sudeste bonaerense, Tandil presenta suelos graníticos y pedregosos, con buen drenaje y baja fertilidad, lo que favorece un rendimiento moderado de las vides y una mayor concentración en los vinos. El clima es fresco y ventoso, lo que da lugar a vinos con gran acidez y elegancia. Saldungaray: Ubicada en el sudoeste de la provincia, cerca de Sierra de la Ventana, esta zona presenta suelos arenosos y calcáreos, con una notable influencia del viento. El clima seco y de noches frías favorece una maduración equilibrada de las uvas, permitiendo obtener vinos de gran frescura y tensión. Aquí se destacan el Cabernet Franc y el Syrah, con notas especiadas y una acidez vibrante, además de algunos experimentos con variedades blancas como Sauvignon Blanc y Viognier. Balcarce: Situada al sur de Tandil, esta zona también forma parte del sistema serrano y se caracteriza por suelos calcáreos y pedregosos, con buena capacidad de drenaje. La amplitud térmica es marcada, permitiendo una maduración lenta y óptima de las uvas. Aquí se obtienen Chardonnay y Pinot Noir de gran acidez y perfil mineral, ideales para la elaboración de espumosos. También hay experiencias exitosas con Albariño, que logra una expresión fresca y salina, reflejando la influencia oceánica.
Los suelos de Entre Ríos, particularmente en localidades como Colón, Victoria y Gualeguaychú, presentan una gran diversidad, influenciada por su ubicación en las márgenes del río Uruguay. Estos suelos son mayormente aluviales, lo que significa que están formados por depósitos de sedimentos traídos por el agua. En Colón y Victoria, los terrenos se caracterizan por su fertilidad y su capacidad de retención de agua, siendo ideales para la agricultura y viticultura, con un perfil de suelos franco-arcillosos. En Gualeguaychú, los suelos son más ligeros y arenosos, lo que favorece el drenaje y la aireación, permitiendo el cultivo de variedades que requieren menos humedad. Estas características de los suelos, junto con el clima templado y húmedo de la región, crean condiciones excepcionales para la producción de vinos y productos agrícolas de alta calidad.
Los suelos de Argentina son increíblemente diversos, y cada región tiene sus características que influyen de manera única en la vitivinicultura. Cada suelo tiene su historia, conforma un terroir y su potencial para producir vinos excepcionales. Conocerlos y comprender cómo afectan la viticultura es esencial para valorar la rica diversidad vinícola de nuestro país.
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La cápsula que envuelve el cuello de las botellas de vino es un elemento que, aunque a menudo pasa desapercibido, cumple funciones esenciales tanto históricas como prácticas.
Origen Histórico
En el siglo XVIII, específicamente alrededor de 1760, en la corte de Viena, los vinos franceses llegaban en barricas y eran embotellados en vidrio para su conservación. Los encargados de custodiar estas botellas a veces sucumbían a la tentación de probar el contenido, rellenándolas posteriormente con agua o vino de menor calidad. Para evitar esta deslealtad, el rey decidió lacrar las botellas con el sello real, asegurando su integridad hasta el momento de ser servidas. Sin embargo, al romper el lacre, este podía ensuciar al comensal y el vino.
El rey detectó esta deslealtad y tomó una decisión: quiso ponerles el sello real a todas las botellas, de este modo se lacraban y se marcaban con su insignia hasta el momento en que iban a ser disfrutadas en los banquetes. Posteriormente este método se extendió en todo Europa, hasta que empezaron a surgir nuevos problemas.
Cuando los lacres eran rotos ensuciaban al comensal, la comida, el plato y hasta trozos de ese lacre le iba al vino. La solución fue aportada por un húngaro de apellido Hagi que creó la cápsula de estaño con el sello real encima. Este fue el inicio que la cápsula tomara una forma más parecida a la actual. Para el momento fue un gran avance.
Tipos de Cápsulas Actuales:
Estaño: son las ideales aunque las más costosas, se suelen utilizar en vinos de alta gama y están realizadas de una sola pieza. Son fáciles para abrir y se hacen de diferentes colores.
Plomo -estaño: están compuestas por una lámina de plomo y recubierta de estaño. Actualmente no son tan empleadas porque en el 1991 una ley de medioambiente sostenía que no se debían utilizar metales pesados. Sin embargo, actualmente hay bodegas que la siguen utilizando.
Material Complejo: se aprovechan en los vinos de media gama. Cuestan la mitad que las de estaño.
P.V.C.: son las de más baja calidad. Se usan en los vinos de consumo anual, varios países las han retirado y prohibido del mercado por el residuo que generan.
Aluminio: totalmente realizadas con este material. Se emplean en vinos de gamas bajas y medias.
Funciones de la cápsula
1- Funciona como un precinto de seguridad, entendiendo que la botella no ha sido abierta. 2- Protoge al corcho de la humedad. 3- Protege de la sequedad y del polvo. 4- Es un cierre estético. 5- Se identifica a la bodega y al vino. 6- Su primordial motivo por el cual existe es porque existe el corcho y para protegerlo.
Corte de la cápsula en el segundo gollete:
Al abrir una botella de vino, es fundamental cortar la cápsula por debajo del anillo superior del cuello de la botella, conocido como el segundo gollete. Este procedimiento asegura que el vino no entre en contacto con la cápsula durante el servicio, evitando posibles contaminaciones y garantizando una experiencia óptima para el comensal.
Para realizar este corte de manera adecuada, se recomienda utilizar la cuchilla del sacacorchos de camarero o de dos tiempos. Con esta herramienta vas a hacer un corte limpio por delante, justo por debajo del segundo gollete, otro por detrás, cerrándo y por último un transversal, para retirar la parte superior de la cápsula, es aconsejable limpiar el borde expuesto con un cristal o paño limpio para eliminar cualquier residuo o partícula que pudiera haber quedado.
En un restaurante, una vez realizado ésto, se procede a servir un poco de vino al anfitrión, cuando él lo aprueba se sirve al resto de los comensales (en sentido horario) para volver al anfitrión y completar su copa.
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¿Sabías que cada vez más consumidores buscan vinos más saludables y respetuosos con el medioambiente? Los vinos orgánicos han dejado de ser una tendencia para convertirse en una elección consciente. En este artículo, exploramos qué los hace especiales, cómo se producen y por qué pueden ser una excelente opción para quienes buscan autenticidad en cada copa.
¿Qué es un vino orgánico?
Un vino orgánico es aquel elaborado con uvas cultivadas sin agroquímicos, pesticidas ni fertilizantes sintéticos. Su producción se basa en prácticas sustentables que respetan los ciclos de la naturaleza y fomentan la biodiversidad del viñedo, lo que da como resultado vinos más expresivos y fieles a su origen.
Beneficios del vino orgánico
Mayor expresión del terroir: Al evitar químicos artificiales, estos vinos reflejan mejor las características del suelo y el clima.
Menor cantidad de sulfitos: Si bien no están completamente libres de sulfitos, su concentración suele ser menor que en los vinos convencionales.
Producción sustentable: Favorece suelos más sanos y protege la biodiversidad.
Mejor tolerancia para algunos consumidores: Reducen la exposición a residuos químicos, lo que puede hacerlos más amigables para ciertas personas.
¿Cómo reconocer un vino orgánico?
Para asegurarte de que un vino es realmente orgánico, es importante verificar los sellos de certificación en la etiqueta. Algunas certificaciones reconocidas son:
USDA Organic (EE.UU.): Prohíbe completamente el uso de sulfitos añadidos en los vinos orgánicos. Si un vino tiene sulfitos añadidos, no puede llevar este sello. Orgánico Argentina: Permite un nivel bajo de sulfitos y exige que el viñedo y el proceso de vinificación cumplan con normas ecológicas específicas. EU Organic (Unión Europea): Autoriza la adición de sulfitos en cantidades limitadas y establece normas estrictas sobre la producción y el etiquetado.
Certificaciones en Argentina
En Argentina, existen organismos especializados que certifican la producción orgánica de vinos, garantizando que se cumplan con las normativas nacionales e internacionales. Entre ellos se destacan:
OIA S.A. (Organización Internacional Agropecuaria): Certifica productos orgánicos bajo normas de Argentina, Estados Unidos, la Unión Europea y otros mercados.
SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria): Regula y supervisa la certificación de productos orgánicos en el país.
Argencert S.A.: Organismo privado que certifica productos orgánicos bajo estándares nacionales e internacionales, reconocido por entidades como USDA Organic y la Unión Europea.
Food Safety S.A.: Certifica productos orgánicos y se especializa en calidad y seguridad alimentaria.
Letis S.A.: Provee certificaciones de producción orgánica y sustentabilidad con reconocimiento internacional.
¿Tienen un sabor diferente?
Al elaborarse con una menor intervención química y tecnológica, los vinos orgánicos pueden presentar una mayor frescura, una expresión más marcada de la fruta y una identidad más definida. Sin embargo, muchas veces en una cata de vinos no se puede distinguir fácilmente si un vino es orgánico o convencional. El sabor de un vino depende de una combinación de factores, como el tipo de uva, el terroir y el proceso de vinificación. Por lo tanto, la diferencia en sabor no siempre será evidente a menos que se conozca el origen y las prácticas de vinificación del vino.
Vino orgánico vs. vino biodinámico: ¿son lo mismo?
Aunque comparten ciertos principios, no son exactamente lo mismo. Mientras que los vinos orgánicos se centran en el uso de prácticas sustentables y la eliminación de químicos sintéticos, los vinos biodinámicos siguen una filosofía más holística, basada en los principios de la agricultura biodinámica. Esta última considera aspectos como el calendario lunar y la aplicación de preparados especiales en el viñedo.
¿Dónde conseguir vinos orgánicos?
Cada vez más vinotecas, supermercados y tiendas especializadas incluyen vinos orgánicos en su oferta. También es posible encontrarlos en ferias de vinos naturales o comprarlos directamente a bodegas que trabajan bajo esta filosofía.
Elegir un vino orgánico es apostar por una producción más responsable con el medioambiente y, al mismo tiempo, descubrir sabores más puros y auténticos. Con una oferta en constante crecimiento, estos vinos representan una excelente alternativa para quienes buscan calidad, sustentabilidad y una conexión más profunda con el origen del vino.
Obtener una certificación tarda como mínimo tres años. Para este proceso se controlan tantos los procedimientos en el viñedo como en la bodega que sean sostenidos en el tiempo.
Como consumidores/as podemos distinguir los vinos orgánicos ya que en su etiquetado poseen ellogo oficial “orgánico argentina” y el logo de la empresa certificadora.
En lo que respecta si el aroma y sabor de un vino orgánico se distinguen de uno que no lo es, tiene que ver con cada paladar. No es algo sencillo. Si tu objetivo es lograr esta distinción, cómo siempre aconsejamos: hay que probar, probar y probar. Hay varias bodegas y productores desde Jujuy hasta la Patagonia en Argentina que son orgánicos. ¿Vos, cuáles conoces?
Esperamos te haya gustado el post y que cada día más saborees vinos orgánicos.
¡Salud!
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Las ánforas fueron empleadas desde la antigüedad por civilizaciones como los egipcios, fenicios, griegos y romanos para la fermentación, almacenamiento y transporte del vino. Fabricadas en barro cocido, estas vasijas ofrecían una solución eficiente para la conservación del líquido, protegiéndolo de la oxidación y permitiendo su fácil manipulación en largas travesías comerciales.
Los primeros registros del uso de ánforas en la vinificación datan de hace más de 6.000 años en la región del Cáucaso, específicamente en Georgia, considerada una de las cunas del vino. Allí, las ánforas, llamadas qvevris, se enterraban bajo tierra para proporcionar estabilidad térmica durante la fermentación y crianza.
El Uso de Ánforas en la Vinificación moderna
En los últimos años, ha habido un resurgimiento en el uso de ánforas en la elaboración de vinos, impulsado por bodegas que buscan métodos ancestrales para lograr una expresión más pura del terroir. En países como Italia, España, Francia, Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y Perú, enólogos han incorporado estas vasijas en sus procesos para obtener vinos con características diferenciadas.
Las ánforas modernas pueden estar fabricadas con barro cocido, gres o incluso cemento, cada uno aportando diferentes propiedades a la crianza del vino. En algunos casos, se habla de clay vessels (recipientes de arcilla), un término que abarca cualquier contenedor hecho de este material, incluyendo ánforas, qvevris y tinajas. Algunas ventajas de su uso incluyen:
Microoxigenación natural: A diferencia del acero inoxidable, las ánforas permiten una ligera permeabilidad al oxígeno, similar a las barricas de roble, pero sin aportar notas de madera.
Neutralidad aromática: No modifican el perfil del vino con sabores externos, resaltando la tipicidad de la uva.
Regulación térmica: Mantienen temperaturas más estables durante la fermentación y crianza.
Sostenibilidad: Son reutilizables y representan una alternativa ecológica frente a las barricas de roble, cuyo proceso de producción implica el uso de madera.
Tipos de Vinos Criados en Ánforas
Los vinos elaborados en ánforas suelen destacarse por su frescura, textura sedosa y expresión varietal nítida. Este método se aplica tanto a vinos blancos como tintos, pero es especialmente común en la producción de vinos naranjos, elaborados con maceración de pieles en blancos.
El uso de ánforas en la guarda del vino es una práctica ancestral que ha encontrado su lugar en la enología moderna. Su capacidad para resaltar la pureza de la fruta y el terroir, junto con su impacto ecológico positivo, las convierten en una alternativa cada vez más valorada en el sector vitivinícola. Así, esta tradición milenaria sigue vigente, ofreciendo ofrecer vinos con un perfil distintivo, conexión con la historia vitivinícola y perspectiva fascinante sobre el pasado y el futuro del vino.
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Dentro de la guía del vino, no queremos dejar de hablar de un momento tan fundamental, decisivo y renovador como la vendimia. El proceso en sí, se refiere al corte de las uvas de las plantas. Sin embargo, implica mucho más que eso. Es el instante en que el enólogo y el ingeniero agrónomo deciden que es hora de separar los frutos de la vid, el período en que después del intenso trabajo del año, viene otro diferente. La cosecha o vendimia es uno de los momentos más esperados y emocionantes del año en el mundo del vino. Es cuando todo el trabajo realizado a lo largo de un año en el viñedo se transforma en una promesa: los vinos que conquistarán nuestros sentidos.
En Argentina, la cosecha varía según la región y su clima, lo que refleja la increíble diversidad de nuestro país. A continuación, te comparto algunos detalles interesantes:
Ocho meses pasaron en una labor ardua, comprometida, larga, y a veces de frustraciónes a flor de piel como también apasionante. No es fácil seguir los tiempos de la vid. Luego del frío, la poda, las lluvias, las temibles heladas. Hubo que pasar vientos, sequías, prevención, cura. Ya pasó el instante en que la primavera renovó los ánimos y las esperanzas y hubo que tener precaución con las heladas y rezar para que pasaran de largo. Una de las etapas más lindas es el envero, cuando el fruto cambia de color, de ahí es la señal que falta menos para el tiempo de cosecha.
El punto justo ¿Cómo se sabe cuando es el momento en el cual la uva puede ser cosechada? Cómo mencionamos anteriormente, diciembre es cuando se produce el enverodel fruto, la uva cambia de color. Ahí adquiere el color típico de la variedad (si es Torrontés, Chardonnay, Sauvignon Blanc o si es tinta Malbec, Bonarda, Cabernet Sauvignon y muchísimas más). La decisión de cosechar dependerá de varios factores: cuán sana esté la uva, el color del grano, la consistencia del escobajo (lo que sostiene a las uvas), si el grano se desprende fácil, si la pulpa está dulce o más bien ácida, las características de los varietales y el estado de las semillas, además del vino que se quiera lograr.
¿Cuándo empieza la cosecha?
La vendimia comienza en diciembre en los valles templados del norte, como Jujuy, seguido por Valle Calchaquí. En estas regiones, las primeras uvas en ser cosechadas suelen ser las blancas, como el Torrontés, que aprovechan el frescor para conservar sus aromas y acidez.
A medida que avanza el verano, la cosecha se traslada hacia otras provincias, como Tucumán, Catamarca, La Rioja, Córdoba, Santiago del Estero, Entre Ríos, Buenos Aires, San Juan y Mendoza (donde se tomó la foto), especialmente el Valle de Uco, donde las variedades tintas como Malbec, Cabernet Sauvignon y Syrah se convierten en protagonistas.
Finalmente, la vendimia cierra en la Patagonia: La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz (con viñedos experimentales). El clima más frío de la región permite una maduración más pausada y uvas de excelente calidad, ideales para variedades como Pinot Noir y Chardonnay. Una cosecha tardía, tal cual la palabra es donde hay que dejar que la fruta desarrolle mucho más dulzor, ese hecho suele pasar entre abril mayo.
¿Qué uvas se cosechan primero?
Las primeras en ser cosechadas son las variedades blancas y las uvas para espumantes, ya que se busca preservar su frescura y acidez. Entre ellas encontramos: Torrontés (el ícono argentino del norte), Sauvignon Blanc, Riesling y Chardonnay, perfecta para espumantes y vinos frescos.
Por otro lado, las uvas tintas, como el Malbec y el Cabernet Sauvignon, se cosechan más tarde, ya que requieren más tiempo para desarrollar sus aromas y taninos.
La vendimia es un evento agrícola y cultural. En muchas regiones, se celebra con festividades, música y agradecimientos por los frutos obtenidos. Detrás de cada racimo hay historias de trabajo arduo, dedicación y una profunda conexión con la tierra.
Cada región imprime su sello en los vinos que produce, creando una diversidad de sabores que son un reflejo del terroir argentino.
Trabajadores de las viñas
En su gran mayoría son trabajadores golondrinas. Se les dice así porque muchos viven de otros lugares y sólo permanecen para el tiempo de cosecha.Trabajan duro, gastan lo menos posible para llevar plata y sustento a sus familias. Varios llegan del norte del país de Jujuy, Salta, Tucumán, hay muchísimos provenientes de Bolivia y varios de Chile. Serán casi tres meses de trabajo intenso y de mucho cuidado para tomar el fruto que la viña ofrece. Meses que están impregnados de mucho sacrificio, por la inclemencia del clima, por las condiciones en que viven y por la paga, que en varios casos es muy baja.
La vendimia Es la celebración de toda la gran labranza de un pueblo, de cuando la uva se vuelve vino. La Fiesta Nacional de la Vendimia, se da todos los años en la provincia de Mendoza. comienza todos los últimos viernes de febrero.
Se lleva a cabo desde el 1936, en 1956 no se celebró por problemas económicos. Continuó en 1957 y en el 1958. En el 1959 se llamó Fiesta del Vino: De 1960 hasta 1984 se festejó hasta que el terremoto del 85 obligó a no hacer ninguna actividad. A partir de 1986 hasta la actualidad se conmemora ininterrumpidamente. Los 18 departamentos de la provincia eligen reina. Dentro de los eventos principales está La Bendición de los Frutos, que este año se va a hacer el sábado 2 de marzo. La Vía Blanca de las reinas es una fiesta maravillosa en donde se ve a Mendoza, a su gente y a su principal producto, el vino en todo su esplendor. Espectáculos así son dignos de vivir aunque sea una vez en la vida. La hotelería en Mendoza en esta temporada está a pleno, con lo cual es necesario hacer reserva.
Más allá de la fiesta en sí, desde Vinos y Pasiones queremos enviar un abrazo a todos los que trabajan y caminan la viña, a cada una de las personas que están en el ciclo de vida de la uva, desde el lloro, el brote, la floración, cada proceso, hasta que se vuelve vino. Muchas gracias por una labor tan sacrificada, por dar lo mejor a pesar del clima y de los tiempos de la naturaleza, gracias por la dedicación y por la pasión.
En cuanto a vos querido lector, ojalá puedas participar de la experiencia de cosechar (muchas bodegas lo ofrecen) o de la magnífica festividad. Mendoza y cada zona vitivinícola de nuestro bellísimo país huele a cosecha, se empieza a celebrar la vendimia. ¿Qué esperás para ir?
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En el apasionante universo del vino, especialmente en Francia, los términos «Cru» y «Grand Cru» evocan calidad, tradición y un profundo respeto por el terroir. Sin embargo, para quienes se acercan a este mundo, estas palabras pueden ser enigmáticas. En esta nota, exploraremos sus significados, orígenes y la importancia de los Grand Cru más destacados.
¿Qué es un Cru?
En francés, «Cru» significa «crecimiento» o «viñedo». Este término hace referencia a una parcela específica de tierra que, gracias a sus características únicas de suelo, clima y ubicación, produce uvas con atributos distintivos. La idea de un Cru subraya la importancia del terroir en la elaboración de vinos de alta calidad, ya que cada viñedo tiene el potencial de imprimir su propia personalidad en las uvas.
Grand Cru: La Cúspide de la Distinción
El término «Grand Cru», que se traduce como «gran crecimiento», designa viñedos o fincas que producen vinos excepcionales y que representan el nivel más alto de calidad. Este concepto está profundamente arraigado en las tradiciones vitivinícolas francesas, con clasificaciones que se remontan a siglos atrás.
Uno de los momentos más importantes en la historia de los Grand Cru fue la Clasificación de 1855, creada para la Exposición Universal de París bajo el mandato del emperador Napoleón III. En esta clasificación, se identificaron los mejores viñedos de Burdeos (Bordeaux), elevándolos a una categoría de prestigio internacional.
Los Grand Cru de Bordeaux
Los vinos se clasifican en cinco categorías, siendo los Premier Grand Cru Classé el nivel más alto. Algunos de los châteaux más famosos en esta categoría son:
Château Lafite Rothschild: Conocido por su elegancia y longevidad, este viñedo en Pauillac produce vinos que son un referente mundial.
Château Margaux: Famoso por sus vinos estructurados y con una capacidad de envejecimiento extraordinaria.
Château Latour: Destacado por su consistencia y la intensidad de sus vinos.
Château Haut-Brion: Situado en Pessac-Léognan, es uno de los más antiguos y reconocidos viñedos de Burdeos.
Los Grand Cru de Borgoña
En Borgoña, el término Grand Cru tiene un significado más estricto, aplicado a parcelas específicas conocidas como climats. Estas representan solo el 2% de la producción de la región, pero sus vinos están considerados entre los más prestigiosos del mundo. Algunos ejemplos son:
Romanée-Conti: Este viñedo produce vinos de Pinot Noir de una calidad única, considerados verdaderas joyas enológicas.
Clos de Vougeot: Con una historia que se remonta al siglo XII, sus vinos combinan tradición y sofisticación.
Montrachet: Reconocido por sus exquisitos vinos blancos elaborados con Chardonnay.
Los Grand Cru en Otras Regiones del Mundo
Aunque los términos Cru y Grand Cru son exclusivos de Francia, su filosofía ha inspirado a regiones vitivinícolas de todo el mundo. En Argentina, por ejemplo, se valora cada vez más el papel del terroir en la producción de vinos excepcionales. Viñedos icónicos como los de Gualtallary en Mendoza se destacan por sus condiciones únicas y han llevado a expertos a compararlos con los mejores Grand Cru del mundo.
¿Por qué Importan los Grand Cru?
Los Grand Cru no solo representan la máxima calidad, sino también un legado de tradición, dedicación y respeto por la tierra. Cada botella cuenta una historia de esfuerzo humano y naturaleza en perfecta armonía.
Explorá, Descubrí y Degustá
Conocer los términos Cru y Grand Cru nos invita a explorar el mundo del vino desde una perspectiva más profunda. La próxima vez que tengas una copa en tus manos, reflexioná sobre el viaje que esa botella ha recorrido para llegar a tu mesa.
Esperemos te haya gustado la entrada y que nos vuelvas a visitar pronto.
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